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El anuncio 'fake' de Ione Belarra: si busca privilegios que mire a Podemos porque en España sí hay movilidad social

Los datos que desmienten punto por punto las afirmaciones de la propaganda del Ministerio de Derechos Sociales de la sucesora de Iglesias.

Los datos que desmienten punto por punto las afirmaciones de la propaganda del Ministerio de Derechos Sociales de la sucesora de Iglesias.
La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, durante su intervención en el acto Estrategia Agenda 2030, este miércoles en Albacete. | EFE

El anuncio está muy bien hecho. Como pieza dramática, de diez. La escena transcurre en la sala de maternidad de un hospital. Dos enfermeros hablan sobre las características de uno de los bebés: altura, peso... e ingresos de los padres. "Doce mil euros", dice él. "Tendrá complicaciones", le responde su compañera. Y, entonces, aparece la voz en off del Gobierno que nos cuida: "La mayoría de los niños que nacen en familias pobres serán pobres de adultos por mucho que se esfuercen. Que su origen no determine su futuro. Construyamos igualdad. Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030". Ione Belarra, la flamante secretaria general de Podemos y ministra en sustitución de Pablo Iglesias, lo retuiteó (lógico, lo había encargado y pagado su departamento) rápidamente y fue uno de los contenidos estrella en redes sociales entre el jueves y el viernes pasado.

Como análisis socioeconómico, sin embargo, su nota no sería tan buena. La frase alrededor de la que se articula el guión -"la mayoría de los niños que nacen en familias pobres serán pobres de adultos por mucho que se esfuercen"- es, directamente, mentira. Sin más. Decir esto es falso se coja la estadística que se coja. No sólo en España, pero especialmente en España: nuestro país no es, ni mucho menos, uno de los que más obstáculos pone a la movilidad intergeneracional.

O lo que es lo mismo, estamos ante dinero público gastado para difundir una mentira. Y una mentira no neutral, sino ideológica. Es decir, la nueva ministra dedica el dinero de los españoles a políticas de partido y en algo tan alejado de lo que debería ser su función en el Ministerio de Derechos Sociales como la propaganda.

Un debate interminable

El debate sobre la desigualdad y sobre la movilidad social es interminable. De hecho, está en el centro de las diferentes concepciones de la política y la sociedad. Izquierda-derecha, liberales-conservadores-progresistas... casi podríamos decir que la posición política de cada uno va a depender en buena medida de lo que piense sobre este tema.

Si uno prioriza la igualdad (sobre todo de resultados) normalmente se denominará de izquierdas: todos deberían tener lo mismo, no importa lo que hagan o de dónde vengan. Si, por el contrario, la prioridad es la libertad para que cada uno busque sus oportunidades, normalmente acabará en el liberalismo y la derecha (con todos los matices, que serían cientos). Aquellos acusan a estos de querer perpetuar los privilegios de los ricos y los que más tienen con la excusa de la libertad. Y estos alertan de que la igualdad de la izquierda es la igualdad en la pobreza y de que los privilegios del Politburó también se heredan, con la diferencia de que son mucho más inaccesibles que los de la riqueza.

En Libre Mercado, nuestra posición editorial está más cercana a esta segunda lectura. Así, lo primero que nos preguntamos es si sería negativo una sociedad con cero movilidad social pero mucha más riqueza para todos. Es decir, imaginemos que todos los hijos del 20% más pobre siguen siendo el 20% más pobre dentro de 50 años... pero son también el triple de ricos que sus padres. No habría movilidad social, pero ni de broma podría decirse que no han mejorado.

En segundo lugar, podría decirse que si algún fenómeno ha generado movilidad social ha sido el del capitalismo, que no sólo ha liberado a millones de personas de la pobreza en los últimos tres siglos (en Europa, sus raíces pueden encontrarse incluso antes) sino que ha destrozado, allí donde se ha instalado las leyes estancas, sobre clases sociales, castas o estamentos.

Por último, no es cierto que los países más estatistas sean aquellos que garantizan más movilidad. En cualquier dictadura comunista (y hablamos de "dictadura" porque nunca hubo una democracia comunista) subir por la escalera social dependía de los contactos, las influencias y la posición familiar dentro del partido. ¿Desigualdad? Enorme, pero con una diferencia: para sobreponerse a una mala situación de partida no había que trabajar, fundar una empresa o crear un nuevo producto; en el Moscú de los 60, si querías llegar a la cumbre de la sociedad soviética tenías que ser servil y obediente.

En cualquier caso, sea cual sea la posición que uno adopte en el debate, hay una evidencia doble que molesta a unos y otros. Por un lado, es evidente que nacer en una familia de ingresos elevados te facilita la vida: tanto si haces las cosas bien y eres un estudiante brillante, como si eres un desastre, papá y mamá estarán ahí para sacar lo mejor de ti o para ayudarte y hacer que las consecuencias de los errores sean menos graves.

Pero el discurso determinista de Belarra también es mentira. Ese "serán pobres por mucho que se esfuercen"... no es verdad. Decir que el mérito lo es todo, sin tener en cuenta los antecedentes familiares (o la suerte) es absurdo. Pero asegurar que el lugar en el que naces te condena (o te premia) para siempre y hagas lo que hagas también es falso.

De hecho, tengo para mí que lo que destroza el futuro aquellos que comienzan en una peor posición de partida es decirles, como hace la ministra, que no pueden hacer nada, que están destinados a una vida de miseria hagan lo que hagan y que sólo entregando esas vidas al Gobierno, que cuidará de ellos, podrán salvarse.

Los datos

En cualquier caso, hasta aquí el debate filosófico. Una discusión en la que no esperamos llegar a un acuerdo con nadie. Llevamos 200 años de política y luchas electorales que giran alrededor de este tema, como para resolverlo con un artículo.

A partir de aquí, los datos que desmienten punto por punto las afirmaciones del anuncio en el que el Gobierno gasta el dinero de los contribuyentes (un Gobierno que se supone que debería ser neutral desde un punto de vista ideológico y no hacer campaña electoral con fondos públicos).

El siguiente gráfico está sacado del informe Atlas de oportunidades, que publicaron en 2020 la Fundación Felipe González y la Fundación Cotec (el proyecto estuvo liderado por Kiko Llaneras, Octavio Medina y Elena Costas).

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Para construir esta base de datos y los gráficos, los autores usaron "los datos de renta de millones de padres e hijos en dos momentos separados 18 años: la renta de los padres, en 1998; las de los hijos en 2016, cuando tenían entre 26 y 32 años". En las barras, esos padres e hijos se dividen por quintiles de renta y año de nacimiento. Así, los nacidos en 1984 en el quintil inferior (20% de familias de menos renta) tenían un 27% de posibilidades de seguir en ese quintil y sólo un 12% de estar en el quintil superior.

Sólo viendo este gráfico, es evidente que la renta de las familias influye. Pero también lo es que la imagen que transmite el anuncio, esa idea de "no importa lo que hagas", es mentira. Para empezar, el 73% de los nacidos en el quintil inferior ya no forma parte de ese grupo: para todos ellos, a los 32 años, ya se había producido una más que evidente movilidad social. E incluso para los que siguen en el quintil inferior, tendríamos que hacernos la pregunta de cómo son sus condiciones de vida en comparación con las de 20-30 años antes, aunque permanezcan en el mismo quintil estadístico que sus padres.

Los autores confirman que hay ventajas por el hecho de nacer en una familia rica. Algo evidente y que nadie niega. De hecho, confirman que esto sobre todo se nota más para los muy ricos (a partir del percentil 90 y, todavía más, en el percentil 98-99). Pero también nos recuerdan que "las familias más pobres no parecen atrapadas: los hijos de familias pobres están de promedio en el centil 42, pero no más abajo que eso".

Aquí podríamos lanzar un mensaje de calma para los líderes de Podemos. Como ellos están, desde que se dedican a la política, cómodamente instalados en el percentil 90 (muchos de ellos, más bien cerca de los percentiles 97-99 de ingresos), pueden estar tranquilos en lo que respecta a sus hijos. En parte por sus ingresos y en parte por las conexiones político-sociales de sus padres, tienen muchas posibilidades de ser parte de la clase dirigente española del futuro.

Quizás el problema no sea tanto la movilidad en términos absolutos en España (que, como hemos visto, no está nada mal) como nuestra posición relativa respecto a los países de nuestro entorno. Pues tampoco. La OCDE publicaba en 2018 un informe sobre esta cuestión (aquí, el resumen ejecutivo sobre España) en el que destacaban dos datos: (1) España es el segundo país de la OCDE en el que está más extendida la creencia sobre que existe un enorme estancamiento en la movilidad social; (2) y también somos uno de los países en que esa percepción es más errónea, porque aquí hay "menos correlación entre el estatus socioeconómico de los padres y los hijos, que en otros países de la OCDE".

Es decir, que el anuncio de Belarra y el resto de campañas de la izquierda española son, al mismo tiempo, exitosas en su objetivo propagandístico y falsas en su contenido. Lo ejemplificaremos con dos gráficos del informe de Cotec pero que toman datos del trabajo de la OCDE.

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El primer gráfico muestra qué porcentaje de hijos de unos padres pobres (cuartil inferior de ingresos; el 25% con menores rentas) termina en el cuartil superior o inferior cuando es adulto. Si no hubiera movilidad social, el 100% seguiría en el mismo lugar que sus padres y no habría ninguno en el superior. Pues bien, como vemos, España es un país en el que los hijos de familias de ingresos bajos tiene relativamente sencillo llegar al cuartil superior (el 20% lo logra, lo que no está nada mal); y menos del 30% sigue en el inferior.

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Y aquí otro gráfico bastante conocido: lo que muestra es el número de generaciones que tienen que pasar, de media, para que una persona nacida en el 10% de la población de menos ingresos alcance la media de ingresos de su país. De nuevo, España (cuatro generaciones) está entre los países mejor situados en términos de movilidad social, junto a Suecia, Canadá, Australia, Japón, Holanda, etc.). No somos los primeros (el liderato le corresponde a Dinamarca), pero estamos mejor que la mayoría de los países de la OCDE, incluyendo Francia o Alemania, que están al final de la lista.

También es verdad que tanto el sistema educativo español como el mercado de trabajo no salen especialmente bien parados en el informe de la OCDE. El informe apunta a que el alto nivel de fracaso escolar y la precariedad en el empleo son dos de los culpables de que algunos indicadores de movilidad (tanto respecto a la situación familiar de partida como a lo largo de la vida del español medio) no sean mejores o que se hayan estancado en los últimos años. Ahí hay mucho margen de mejora: la pregunta sería si las políticas de este Gobierno serán positivas en estos dos campos.

La vivienda y Podemos

Por último, un apunte interesante sobre la movilidad social, cómo se distribuye la riqueza entre generaciones y la desigualdad. Lo tomamos del informe Distribución de la riqueza y movilidad social de Eurofound, la "agencia tripartita de la UE para ayudar al desarrollo de mejores políticas sociales, de empleo y de trabajo". Y trata sobre la importancia de la vivienda para construir un patrimonio (sobre todo para las familias de menos ingresos) y como elemento que facilita la movilidad social:

La vivienda principal de las unidades familiares representa más de la mitad de los activos brutos totales en el caso del 80% de los hogares de menor patrimonio neto, mientras para el 20% más rico, supone el 42% del patrimonio. El 20% más rico tiene el 12% de sus activos brutos en el patrimonio empresarial propio.

La propiedad de la vivienda está más extendida en los Estados miembros con menor desigualdad de la riqueza. La desigualdad de la riqueza es mayor en todos los países, a excepción de uno, cuando se excluyen de los cálculos la propiedad inmobiliaria y la deuda hipotecaria, lo que apunta al posible efecto igualador de la propiedad de la vivienda en la distribución de la riqueza. La propiedad de la vivienda parece aumentar los niveles de riqueza, especialmente en el caso de los quintiles inferiores de distribución de la riqueza.

Estos datos son interesantes porque provienen de una muestra de más de 20 países europeos (por cierto, España no aparece en muchas de estas tablas, aunque en las que aparece siempre lo hace en los niveles más bajos de desigualdad por patrimonio). Y sus conclusiones son bastante consistentes en todos ellos. Lo que nos dicen es que, en casi todos los países, poseer a una vivienda en propiedad está correlacionado con menos desigualdad y es especialmente importante para el futuro de las familias de bajos ingresos. No es una sorpresa: en España, desde hace décadas ésta es una de las claves que ha permitido a millones de familias disfrutar de una red de seguridad y un patrimonio estable. Y, de nuevo, la pregunta que habría que hacerse es: el Gobierno de PSOE y Podemos, ¿facilita o dificulta el acceso a la propiedad de la vivienda? ¿Protege al propietario o le castiga? ¿Promueve una sociedad de propietarios o de inquilinos dependientes del Gobierno de turno? Pues eso.

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