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José María Rotellar

El nefasto balance económico de los tres años de Sánchez

Rebote habrá, por mero efecto estadístico, pero la política equivocada puede hacer que no se aproveche para aumentar el crecimiento estructural de la economía española y que se quede en un mero crecimiento de corto plazo seguido de estancamiento.

Rebote habrá, por mero efecto estadístico, pero la política equivocada puede hacer que no se aproveche para aumentar el crecimiento estructural de la economía española y que se quede en un mero crecimiento de corto plazo seguido de estancamiento.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno | EFE

Tras tres años como presidente del Gobierno, el presidente Sánchez tiene que enfrentarse a los datos de su gestión también en su vertiente económica. Es obvio que la crisis sanitaria ha impactado en la economía española, pero hay que realizar dos matizaciones: ni todo el empeoramiento económico se debe a la crisis provocada por el coronavirus, pues la ralentización se intensificaba cada vez más desde finales de 2018 sin que el Gobierno hiciese nada positivo para frenarlo, cuando no incentivaba la desaceleración con sus medidas de incremento de gasto, ni el impacto del virus en la economía ha tenido la misma fuerza en todos los países, pues quienes han sido previsores y han gestionado mejor, han podido tomar medidas más suaves, incluso no cerrar la economía y ahora cuentan con una fortaleza económica estructura muy superior a la española.

En este balance pesa, y mucho, la forma de hacer política de Pedro Sánchez, aplicada también a la política económica. Su problema es de origen, del momento y modo en cómo llegó a la presidencia del Gobierno. No se puede pretender gobernar con una cifra tan escasa de diputados del propio grupo en un parlamento que cuenta con 350 escaños. Todo lo más, como hizo Sánchez, se puede alcanzar el poder, pero no gobernar, de manera que tiene que estar sometido a las alianzas que él ha querido tener: los comunistas, los independentistas y el antiguo brazo político de la banda terrorista ETA, que llevan a aplicar políticas perjudiciales para la economía.

Cuando Sánchez deje el Gobierno, su legado será malo, no ya por los datos de nivel que presente, sino, sobre todo, por tres elementos: la tendencia de agudización del empeoramiento por la inseguridad generada, la ausencia de reformas y las propuestas populistas de incremento de gasto y subida de impuestos que habrán desestabilizado la economía. Ese balance, tras estos tres años, ya se comienza a vislumbrar de manera clara.

Todo eso, lo que ha desatado no es otra cosa que la desconfianza en la política económica que se aplicará ahora. Vuelve al recuerdo de los agentes económicos la grave crisis de no hace tanto tiempo, porque el horizonte económico que tenemos por delante podría ser peor, ya que no ha sabido ocuparse del problema económico a tiempo, hundiéndolo con medidas muy restrictivas que tampoco ha demostrado que sirvan para conseguir progresos sanitarios. Todo lo ha hecho mal, porque ha primado la propaganda sobre la gestión y el sentido común. Las ayudas, tardías e insuficientes; los impuestos, sin condonar; la confianza, por los suelos; la vacunación, retrasada; y la incertidumbre, elevada de manera exponencial.

Eso repercute sobre los agentes económicos. Y esos agentes económicos, principalmente las familias y las empresas, han intensificado su prudencia ante el empeoramiento de expectativas tras la gestión ineficiente del Gobierno a lo largo de estos meses, donde han cerrado la economía y han motivado el fin de muchas empresas. Ahora, rebote habrá, al ir levantando las restricciones, por mero efecto estadístico, pero el modo en el que emplee los fondos de la UE hará que sirvan para mejorar la estructura económica a medio y largo plazo o sólo para anestesiar el problema con un crecimiento de corto plazo.

Así, el balance económico de Sánchez en estos tres años se resume en:

En primer lugar, el PIB crecía, al llegar Sánchez, un 2,3% inteanual. Ahora, cae un 4,5%.

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En la industria, también se produce un peor comportamiento, de manera que el Índice de Producción Industrial (IPI) se comporta ahora 9,4 puntos peor que al llegar Sánchez, mientras que la cifra de negocios de la industria es 7,3 puntos peor.

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En el comercio y servicios también sucede lo mismo: el comercio se comporta 1,1 puntos peor que antes de que Sánchez fuese presidente y el conjunto del sector servicios lo hace 4,5 puntos por debajo.

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El sector turístico también se resiente: el número de viajeros es 66,5 puntos menor que antes de que Sánchez llegase al Gobierno y el número de pernoctaciones es 77,4 puntos inferior.

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Por último, la inseguridad jurídica que la gestión de Sánchez está provocando hace que caiga de manera muy notable la inversión extranjera recibida. Así, la inversión extranjera es 17.000 millones de euros menor que cuando Sánchez llegó a La Moncloa (en el IITR-2018).

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Ése es el balance que deja Sánchez hasta el momento. Una economía atenazada por la incertidumbre, con su estructura económica dañada por el cierre productivo motivado por la falta de medidas tempranas en el ámbito sanitario, sin una buena dirección y coordinación y sin reformas que permitan minimizar los problemas y que posibiliten dinamizar la economía para volver a crecer de manera rápida, sólida y robusta, de manera que la gestión equivocada hace que los indicadores económicos se deterioren cada vez más y hagan más complicado salir de la crisis. Rebote habrá, por mero efecto estadístico, pero la política equivocada puede hacer que no se aproveche para aumentar el crecimiento estructural de la economía española y que se quede en un mero crecimiento de corto plazo seguido de estancamiento. Esperemos que no.

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