Desde que el uso de teléfonos inteligentes y redes sociales se volvió recurrente y masivo, es habitual ver a muchos de nuestros representantes públicos "enganchados" al teléfono en mitad de plenos, comisiones y reuniones parlamentarias. Quizá el caso más sonado de todos es el de Celia Villalobos, la ex diputada popular que fue "cazada" jugando al Candy Crush mientras ocupaba su asiento en las Cortes.
En Bélgica también es habitual ver este tipo de imágenes, pero puede que estas malas prácticas hayan llegado a su fin. El responsable es Dries Depoorter, un experto tecnológico que se define como "artista digital" y que ha desarrollado una herramienta de inteligencia artificial que vigila, detecta e identifica a los diputados que, en vez de seguir atentamente el curso de las sesiones, se dedican a bucear en la red y usar su teléfono de manera compulsiva.
La aplicación, que lleva por nombre The Flemish Scroller, aplica un software de reconocimiento facial para vigilar el comportamiento de los diputados en los plenos. A la conclusión de los mismos, la herramienta calcula qué porcentaje de la sesión ha dedicado cada representante a usar su teléfono móvil y cuánto tiempo han dedicado a hacer su trabajo.
Hace unos meses, Depoorter empezó a compartir los resultados mediante una cuenta de Twitter. Wouter Beke se llevó la palma, puesto que se dedicó a usar su teléfono durante el 85,5% del tiempo que permaneció en su escaño. No fue mucho más aplicado Bart Somers, que se dedicó al móvil durante el 81,2% de las sesiones. Incluso los parlamentarios con resultados menos escandalosos, como Jan Jambon, siguieron dedicándole un porcentaje muy elevado de su atención a su smartphone (en su caso, un 61,2%).
El problema del absentismo y la improductividad
Estos datos atañen a quienes acuden al hemiciclo, pero dejan fuera a aquellos diputados que ni siquiera cumplen con su obligación de ocupar su escaño. En España, el artículo 15 del reglamento del Congreso indica claramente "los diputados tendrán el deber de asistir a las sesiones del pleno del Congreso y de las comisiones de que formen parte", pero se han llegado a dar reuniones en las que el quórum apenas alcanzaba el 15%.
Algo similar ocurre en el Parlamento Europeo, donde es habitual ver imágenes de una asamblea prácticamente vacía. Así, aunque el salario de nuestros representantes comunitarios ronda los 9.000 euros, en algunos debates clave para el futuro de la Unión Europea se ha llegado a producir el ridículo de que apenas hubiese una treintena de asistentes, sobre un total de setecientos cincuenta y un cargos electos (es decir, apenas un 4% del total).
Otro asunto problemático es el de la productividad de los legisladores. De forma recurrente se publican mediciones referidas al número de intervenciones, iniciativas y propuestas completadas por nuestros diputados. Este tipo de estudios revela casos sangrantes, como el del diputado en Cortes del Partido Regionalista Cántabro, José María Mazón, que apenas firmó tres iniciativas entre diciembre de 2019 y enero de 2021 frente a las 3.213 que ha completado el ultraproductivo representante de Vox, José María Figaredo.