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La nuclear y el carbón salvan a franceses y alemanes del precio salvaje que pagamos por la luz

España, con una capacidad nuclear insuficiente y un carbón en retirada, depende en exceso del gas para cubrir su demanda energética.

España, con una capacidad nuclear insuficiente y un carbón en retirada, depende en exceso del gas para cubrir su demanda energética.
Central nuclear de Tihange, en Bélgica. | Wikipedia

Las deficiencias del sistema energético español son múltiples y complejas, pero si tuviéramos que buscar un primer pecado de nuestro costoso sistema tendríamos que buscarlo en la moratoria nuclear, esa decisión electoralista que llevó al Gobierno de González a paralizar la construcción de centrales nucleares. Y paralizar, significa, frenar la construcción en marcha de tres centrales: Lemóniz, Valdecaballeros y la unidad dos de Trillo, y prohibir la construcción de nuevas plantas de fisión.

El segundo de los pecados de nuestro mix energético fue la promoción por parte del Gobierno de Rodríguez Zapatero de tecnologías renovables que, en aquel momento, se encontraban al comienzo de la curva de aprendizaje y eran extraordinariamente caras. Hoy, todos los consumidores pagamos el exceso (en forma de déficit de tarifa) que se cometió por parte de aquel Gobierno en subvencionar energías renovables. Ahora, esas energías son baratas de instalar, gracias a que Zapatero sufragó el coste de aprendizaje de este desarrollo tecnológico con cargo a la factura de la luz que cada mes pagamos los consumidores españoles.

Por último, el afán climático que envuelve a gobiernos y eléctricas hace que también se haya prescindido de las centrales más contaminantes, las de carbón. Entre otras cosas, porque el intervenido mercado español ha estado subvencionando a las centrales térmicas por utilizar carbón nacional (caro y malo). El día que terminó esa subvención varias de esas centrales tuvieron que cerrar, entre otras, el proyecto ecológico de carbón Elcogás.

Desde el verano del año 2011 se han cerrado 8 de las 15 centrales térmicas de carbón que aún quedaban abiertas en España. Las normas medioambientales, directivas europeas, costes de reducción de emisiones, costes de emisión y los costes de carbón a los que obliga la normativa europea convertían en poco o nada rentables a estas plantas.

La potencia instalada a día de hoy en carbón es de 4.884MW, de los que para cubrir la demanda apenas se activan unos 500MW.

Así las cosas, el mix energético español está compuesto por una muy escasa energía de base, energía que soporta el sistema, que evita los apagones y que suministra una energía básica constante y barata. Esa base suele estar compuesta fundamentalmente de nucleares e hidráulicas. Ambas, dicho sea de paso, libres de emisiones. Por otro lado tenemos una amplia potencia instalada de energía eólica, que sólo funciona cuando hay viento, con lo que resulta intermitente y por mucha potencia instalada que haya, no se puede contar con toda ella todo el tiempo. Lo mismo sucede con la energía fotovoltaica o con la solar térmica.

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¿Qué sucede entonces cuando tenemos picos de demanda y poca contribución al mix de las renovables? Que tienen que entrar los ciclos combinados. Estas plantas funcionan con gas natural y son fáciles de encender y apagar. Son las energías marginales que terminan casando oferta y demanda cuando las renovables no son suficientes. Hoy en día, y debido a la ausencia de térmicas de carbón y, sobre todo, nucleares suficientes, somos muy dependientes de los ciclos combinados y esto hace que sea más cara nuestra energía.

Francia y Alemania

No sucede lo mismo en Francia, donde el parque de nucleares proporciona un flujo de energía constante y barato que permite a nuestros vecinos del norte evitarse tener que recurrir tan a menudo a los ciclos combinados, ahora presionados por el fuerte incremento de precios del gas y los derechos de emisión. No es de extrañar que desde España tengamos incluso que comprarle energía a Francia, producida en su mayoría en las centrales nucleares.

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Algo parecido sucede en Alemania, donde el 35% de la energía está producida por centrales de carbón donde la inflación está fundamentalmente afectada por los derechos de emisión, pero ha permitido durante este verano a los germanos no depender, como España, de los ciclos combinados.

Eso sí: esto terminará en 2035, cuando el gobierno alemán tiene previsto que se complete su apagón al carbón, con un ambicioso plan para descarbonizar su modelo energético y prescindir de esta tecnología, regando de millones a las propias instalaciones que hay en el país, así como a los territorios que se verán afectados por la ausencia del motor económico que supone para muchos territorios el funcionamiento de este tipo de centrales.

Es la energía que "queremos"

Pero después de repasar estos "pecados originales" de nuestro sistema energético, podríamos concluir que, quizá, el primero de ellos sería que tenemos el mix energético que queremos. Es decir, un mix basado fundamentalmente en energía eólica y fotovoltaica (los ecologistas se niegan a introducir la nuclear entre las de cero emisiones), con cada vez menos presencia de las energías nuclear y las de consumo de combustibles fósiles contaminantes. Y, de paso, mientras esto sucede, cargamos con dolosas primas a aquellos que contaminan para producir electricidad. Esto es lo que prioriza la Unión Europea y la ONU en su famoso panel de expertos del IPCC. Estos son los llamados desafíos del milenio, y que aglutina el feliz aplauso de todos los admiradores de activistas como Greta Thunberg. Lamentablemente, vivimos en una sociedad que aplaude el encarecimiento del mix energético pero que protesta cuando este encarecimiento se refleja en la factura.

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