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Energía limpia y barata: Eslovaquia apuesta por la nuclear para convertirse en potencia exportadora

El país centroeuropeo desafía a Bruselas redoblando su apuesta por la nuclear, lo que le permitirá convertirse en exportador neto de energía.

El país centroeuropeo desafía a Bruselas redoblando su apuesta por la nuclear, lo que le permitirá convertirse en exportador neto de energía.
Central Nuclear de Bohunice, en Eslovaquia. | Alamy

Desde los tiempos de la Unión Soviética, la energía nuclear ha jugado un papel relevante en Eslovaquia. En el año 1958, el entonces gobierno checoslovaco comenzó la construcción de la planta de Bohunice, la primera de generación nuclear en la región. Desde entonces, pasando por la disolución de la URSS y la escisión de Chequia, las autoridades eslovacas han apostado decididamente por esta tecnología con la introducción de nuevas plantas y reactores.

Sin embargo, la entrada en la Unión Europea supuso un punto y aparte en esta estrategia. Concretamente, y por motivos de seguridad, Bruselas obligó a Eslovaquia a clausurar permanentemente dos reactores de la central de Bohunice. De hecho, el primero de ellos ya tuvo que ser cerrado –y posteriormente rehabilitado– tras un accidente en 1977.

Este apagón nuclear, que se materializó entre 2006 y 2008, comportó que el país se volviera importador neto de electricidad, lo que mermó su independencia energética y le obligó a redoblar la producción mediante combustibles fósiles: gas, petróleo y carbón.

Desde entonces, las autoridades han mostrado un fuerte compromiso por recuperar la soberanía energética del país. Y lo han hecho sin experimentos: apostando de nuevo por la energía nuclear.

El resurgir nuclear de Eslovaquia

En la actualidad, Eslovaquia tiene en funcionamiento un total de 4 reactores nucleares, dos de ellos ubicados en la ya mencionada planta de Bohunice y otros dos en la de Mochovce, siendo estos últimos puestos en marcha durante los años 80.

Partiendo de esta situación, los esfuerzos del gobierno eslovaco se han centrado, en los últimos años, en alargar la vida útil, la potencia y la seguridad de las unidades existentes; y por otro, en la planificación de nuevos reactores. Concretamente, el país reactivó en 2009 la construcción de dos nuevas unidades en la central de Mochove, cuyos trabajos se habían paralizado por falta de fondos tras iniciarse en 1985.

Tras varios retrasos en la ejecución, los dos nuevos reactores serán definitivamente puestos en marcha en 2021 y 2023, respectivamente, con 471 MW cada uno.

Solo con estas incorporaciones a la potencia energética nacional, junto al sostenible y progresivo incremento de las renovables, Eslovaquia logrará al fin convertirse en exportador de electricidad, al producir más de lo que consume. Podemos constatar este fenómeno a la luz del siguiente gráfico facilitado por el Ministerio de Economía eslovaco.

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Participación de cada fuente de energía sobre el consumo de electricidad en Eslovaquia.

Asimismo, en adición a estas dos inminentes inauguraciones, los planes del gobierno eslovaco para más allá de 2025 pasan por incorporar un nuevo bloque de reactores en la central de Bohunice, así como una posible nueva planta en Kecerovce, al este del país.

El grupo de Visegrado, a contracorriente

La visión pro-nuclear de Eslovaquia contrasta con las decisiones adoptadas en países como Alemania, donde el cierre gradual de reactores es un hecho, y se prevé el abandono definitivo de esta tecnología para el 2022. Pero los efectos de este drástico apagón nuclear no son menores. Por un lado, la potencia renovable se ha multiplicado alimentada por milmillonarias subvenciones a cargo del contribuyente, por no hablar de que las renovables restan estabilidad al sistema eléctrico, que tiene que ser compensada por fuentes mucho más contaminantes, como el carbón o el gas. De hecho, en el último semestre, el carbón se convirtió en la primera fuente generación eléctrica de Alemania, lo que contrasta con la agenda verde del país y pone en cuestión su objetivo de acabar con el carbón en 2038.

Asimismo, el sesgo antinuclear es generalizado en el conjunto de la UE, donde la producción mediante esta tecnología ha caído un 16% desde el 2006. A este respecto, los ministros de Medioambiente de Alemania, Austria, Dinamarca, Luxemburgo y España han publicado una carta conjunta posicionándose en contra de la energía nuclear. En el caso concreto de nuestro país, se espera su desmantelamiento total para el año 2033.

En cuanto a la mayor potencia nuclear del mundo, Francia, mantiene actualmente 57 reactores en funcionamiento y genera el 70% de su electricidad a partir de dicha fuente, si bien los planes de Macron prevén reducir está cuota hasta el 50%.

En el lado contrario, algunos países se niegan a abandonar la nuclear, y apuestan por introducir o reforzar la esta tecnología dentro de su mix energético. Entre ellos, se encuentran, cómo no, Eslovaquia, así como sus compañeros del conocido como grupo de Visegrado: Polonia, República Checa y Hungría, los cuales llevan años ejerciendo presión en Bruselas ante lo que consideran una actitud discriminatoria frente a la energía de los átomos.

La nuclear: pilar esencial del mix energético

Pese al potente mensaje antinuclear que ha calado en buena parte de la sociedad, lo cierto es que las bondades de la energía nuclear no pueden pasarse por alto. Muchas de ellas, explicadas por el conocido ingeniero Alfredo García en una reciente entrevista para Libre Mercado.

En primer lugar, se trata de una fuente de energía que ofrece estabilidad y certidumbre, ya que su producción es ininterrumpida, independientemente de cuánto sol haga o cuánto sople el viento. Asimismo, el precio de la misma es moderado en comparación con algunas fuentes renovables, y se sitúa como la tecnología más barata una vez amortizado el coste de las centrales.

En cuanto a la sostenibilidad ambiental, cabe recordar que la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero, al menos de manera directa, lo que la sitúa como una fuente de energía limpia una vez los residuos radioactivos se almacenan de manera segura.

A este respecto, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE) ha salido recientemente en defensa de la energía nuclear, en un contundente documento en el que reconoce que las renovables "no bastan" y que esta tecnología ha evitado alrededor 74 gigatoneladas (Gt) de emisiones de CO2 durante los últimos 50 años.

De hecho, para el caso europeo, puede constatarse que la reducción de emisiones de CO2 en los países con energía nuclear ha sido superior que en los países que no la producen, según recoge The Economist.

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Emisiones de CO2 en países europeos con nuclear y sin nuclear.

Por último, en lo que se refiere a la seguridad de la energía nuclear, esta se ha venido reforzando en los últimas décadas, por lo que la posibilidad de accidentes es cada vez menos probable. Además, las consecuencias de catástrofes nucleares como la de Chernóbil, causada en buena parte por los incentivos perversos del sistema comunista, han sido menos graves de lo que suele pensarse, según explicaba el experto Alfredo García en su entrevista en Libre Mercado.

De hecho, la nuclear se consolida como una de las fuentes de energía con menor mortalidad estimada en el largo plazo, una vez incorporados efectos como los fallecimientos a causa de la contaminación.

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Mortalidad global estimada por fuente de energía.

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