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EDITORIAL

Reforma laboral: engañar a la UE, a Podemos o a los dos

Satisfacer tanto las reclamaciones de la Comisión Europea como las que le hace a Sánchez la extrema izquierda podemita es, sencillamente, imposible

Es difícil encontrar un texto tan cargado de vaguedades, eufemismos e inconcreciones como el comunicado que, tras la reunión que ha mantenido este martes Pedro Sánchez con las ministras de Economía, Nadia Calviño, y la de Trabajo, Yolanda Díaz, ha emitido la Secretaría de Estado de Comunicación en el que se anuncia pomposamente la "derogación" de la reforma laboral llevada a cabo por el Gobierno de Rajoy en 2012.

Para empezar, se supone que la derogación de la reforma laboral de 2012 era algo que ya habían acordado hace años PSOE y Podemos en sus acuerdos de gobierno y que, en cualquier caso, resultará inevitable tanto si se quiere "reformar", "actualizar", "adaptar" o "profundizar" en la senda liberalizadora en la que tan tímidamente se embarcó la reforma de Fátima Bañez, como si, por el contrario, se quiere llevar a cabo una reforma que implique una marcha atrás y hacer aún más rígido nuestro ya de por sí encorsetado mercado laboral.

Dicho de otra forma: Lo que se trataba era de despejar las dudas de si el gobierno iba a decantarse por una reforma que, respetando la primacía de los convenios de empresa sobre los convenios sectoriales, simplificara las modalidades de los contratos y profundizara en la flexibilidad del mercado laboral -tal y como le reclama la Comisión Europea- o por el contrario atendería las retrogradas, rígidas y empobrecedoras reclamaciones de Podemos, consistentes en devolver el protagonismo a los sindicatos mediante el establecimiento, entre otras cosas, de la prevalencia del convenio sectorial sobre el de empresa, de tal forma que la empresa no pueda descolgarse del convenio cuando su situación económica lo reclame.

El comunicado de la Secretaría de Estado de Comunicación, no aclara, sin embargo, nada en ese sentido, alternando párrafos en los que bien podría dar a entenderse que es la Comisión Europea y la ministra Calviño los que han arrimado la ascua a su sardina, con otros párrafos en los que, por el contrario, parecería que es la podemita Yolanda Díaz la que se ha salido con la suya.

Ante esta persistente disyuntiva, lo que tiene que tener presente Pedro Sánchez es aquella máxima de Lincoln según la cual "puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo". Y es que, por mucho que Pedro Sánchez y el comunicado de marras pretendan convencernos de que esta derogación de la reforma laboral del 2012 va a satisfacer tanto las reclamaciones de la Comisión Europea como las que le hace la extrema izquierda podemita, ambas cosas son, sencillamente, incompatibles.

No menos presente debe tener el presidente del gobierno el riesgo que corre en función de quien sea finalmente el engañado: Así, si descafeína el cambio reclamado por Podemos se arriesga a que sus socios de gobierno le dejen de sostenerle en la poltrona; pero si es la Comisión Europea a la que, finalmente, Pedro Sánchez hace caso omiso, corremos el peligro -tal y como le ha advertido Pablo Casado- de que la Comisión Europea bloquee definitivamente los fondos de reconstrucción.

En cualquier caso resulta delirante que, en unos momentos en los que a España le cuesta crear puestos de trabajo a causa de su persistente rigidez en el mercado laboral -uno de los más encorsetados de Europa- , ahora nos planteemos una vuelta atrás y una mayor rigidez en el mercado laboral que tendría un coste para nuestro desarrollo económico muy superior a la mera pérdida -por importante que sea- de la ayuda de nuestros socios comunitarios. En esas estamos con un presidente que duda en si engañar a la Comisión Europea, a Podemos o -lo que en él también es posible- a los dos.

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