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Daniel Rodríguez Asensio

Ayuso vs Sánchez: los resultados de dos formas opuestas de manejar la economía

El Gobierno menos social y más socialista de la historia de la democracia se ha caracterizado por imponer una normativa absurda.

El Gobierno menos social y más socialista de la historia de la democracia se ha caracterizado por imponer una normativa absurda.
Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso | Cordon Press

Isabel Díaz Ayuso fue investida por primera vez como presidenta de la Comunidad de Madrid en agosto de 2019. Sánchez, como presidente del Gobierno en enero de 2020. Tan solo 4 meses separaron las 2 legislaturas, y ambos han vivido una pandemia tan terrible como ha sido la del covid-19.

Tras más de 2 años de mandato, las políticas económicas de ambos líderes han sido claramente distintas y, por lo tanto, los resultados también. Merece la pena detenerse a evaluar algunos de los elementos antagónicos y las cifras de uno y otro modelo. En mi opinión, hay 3 grandes diferencias entre estos dos modelos económicos:

Fiscalidad

Los impuestos son el epicentro de cualquier acción de gobierno. No es posible llevar a cabo políticas públicas sin impuestos que las sufraguen, aunque hay mucha diferencia entre un sistema impositivo justo, que respete la propiedad privada y permita un Estado que ejerza de árbitro entre los agentes económicos y asegure la igualdad de oportunidades, y otro confiscatorio, en el que el paraíso prometido por los socialistas se convierta en un infierno fiscal que destruye la clase media y aboca al ciudadano de a pie a la pobreza.

Sánchez gobernó varios años con los presupuestos de Rajoy. Para el 2021 —primera vez que ha conseguido aprobar presupuestos— ha subido 12 impuestos y España ha registrado el mayor déficit público de toda la zona euro (11% del PIB).

Además, tras las dos subidas del SMI se han encubierto otras dos subidas de cuotas a la seguridad social para los autónomos, que se suman a los incrementos de las bases de cotización que, por supuesto, han conllevado varias subidas de impuestos a los autónomos nacionales. De esta manera, en los últimos 3 años un trabajador autónomo que cotice por la base mínima tiene que pagar más de 130 euros al año adicionales a lo que ya pagaba antes de la entrada de Sánchez en el Gobierno, una subida del 4%.

Frente a esto, esta misma semana el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha hecho realidad una de las grandes promesas electorales de Ayuso: la mayor bajada de impuestos de la Comunidad de Madrid. Se ha rebajado en medio punto todos los tramos de IRPF y se han eliminado los 3 tributos propios que mantenía la región.

Y esto lo hace con la legitimidad que da el hecho de llevar 17 años bajando impuestos —es la quinta rebaja en el IRPF—, ser la región que más recauda por grandes impuestos y ser una de las pocas comunidades que no tuvo que acudir al Fondo de Liquidez Autonómica en el impago masivo que hubo en 2013.

Burocracia y regulación

Si por algo se ha caracterizado el Ejecutivo menos social y más socialista de la historia de la democracia, ha sido por imponer normativa absurda y desincentivar la actividad privada y la inversión.

Con Sánchez al frente este país ha visto desde la imposición de registro de la jornada laboral para todas las empresas hasta la (falsa) confiscación de beneficios de las empresas eléctricas, con un impacto bursátil que ascendió a 7.000 millones de euros para el sector, pasando por prohibiciones variopintas e inútiles.

El inmovilismo solo se ha visto quebrado por la concesión a los socios de Gobierno que, como no podía ser de otra manera, tan solo han buscado su beneficio político propio y no el bien común.

Y, sin embargo, Ayuso ha hecho de la eliminación de trabas burocráticas un eje claro de Gobierno, que atañe a todas las áreas de gobierno. Desde la sustitución de licencias urbanísticas por declaraciones solares hasta la eliminación de trabas administrativas para la instalación de paneles solares, prácticamente todos los consejeros de Madrid han avanzado hacia la simplificación normativa y la digitalización de sus actividades.

Gasto público

Una baja fiscalidad no solo está siendo compatible con un aumento continuo de la recaudación. También con una política de gasto responsable frente al despilfarro generalizado que vemos en el Gobierno de España.

El último ejemplo lo vemos visto con la presentación de presupuestos y la evolución de los altos cargos. Mientras Pedro Sánchez registra mes tras mes máximos históricos en los sueldos de los altos cargos, Ayuso ha congelado de nuevo el sueldo de los suyos y lidera el gobierno más austero de España.

El gasto público de la Comunidad de Madrid es inferior al 10% de su PIB. La región también está entre las que menos empleados públicos como porcentaje del total de asalariados mantiene de España. Y, mientras tanto, Sánchez alardea de la mayor oferta de empleo público y es incapaz de reducir su estructura de gobierno.

Es por ello que la Comunidad de Madrid, con la fiscalidad más reducida de España, no solo es la región que menor endeudamiento mantiene de todas las del régimen común, también ha registrado un déficit 0 en un año tan difícil como el 2020. Por supuesto que no es comparable con el del Gobierno de España que, además, dotó de un fondo a todas las regiones para combatir el covid-19, y con él se transfirió déficit regional a las arcas del Gobierno Central.

Pero entre un 0% y un 11% hay una brecha evidente. Entre una de las regiones con menor déficit de España y el país con mayor déficit de la Unión Europea hay una diferencia notable, que se explica en buena parte por la gestión de unos y de otros.

Y todo lo anterior, ¿en qué se traduce? No voy a entrar en la batalla metodológica por el crecimiento económico. Pero sí que podemos analizar la evolución del mercado de trabajo.

Madrid es la región que más empleo efectivo ha creado desde que el pasado mes de septiembre las competencias fueran delegadas a las comunidades autónomas. Si tenemos en cuenta la evolución de la afiliación a la Seguridad Social y de los ERTE, en la Comunidad de Madrid hay más de 280.000 personas que han encontrado un empleo o han recuperado el que tenían antes.

Esta cifra lleva siendo positiva en el caso de la capital desde hace varios meses. En el caso nacional, el verde se ha vislumbrado por primera vez este mes de octubre. Es decir, un año y medio después de que la pandemia estallara.

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Tal es la debilidad del mercado laboral español que, si a la afiliación no solo le descontamos los ERTE, sino también los autónomos en cese de actividad, obtenemos una comparativa muy ilustrativa: en Madrid hay 12.500 personas más trabajando que en octubre de 2019, mientras que en España hay 32.000 menos que entonces.

En términos de paro, el análisis es muy similar: si miramos la EPA del tercer trimestre del año, observamos que Madrid fue la segunda región donde más cayó el paro en términos interanuales. Si vemos los datos del Ministerio de Empleo correspondiente al mes de octubre, mientras hay 9 regiones donde el paro se ha incrementado, en Madrid se ha registrado el mayor descenso nacional.

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Podemos seguir dando cifras de creación de empresas, inversión extranjera y un largo etcétera. Lo que queda claro es que un modelo funciona y otro no. El primero es el que establece una fiscalidad justa, las cargas burocráticas estrictamente necesarias y garantiza la seguridad jurídica, la estabilidad institucional y la defensa de la propiedad privada. El segundo es el que considera que ciudadanos y empresas son cajeros automáticos al servicio del gobierno, que el político es un ser omnipotente al que hay que cederle todo el poder, y que está más preocupado de mantenerse en el poder y de generar cuanto mayor clientelismo mejor.

El primero es el modelo de la libertad. El segundo, el del socialismo. Menos mal que Madrid es España. Si ya somos el país que peor recuperación está experimentando de toda la UE, imagínense lo que sería de nosotros sin una región que, indudablemente, está maquillando las cifras pobres que muestra nuestro país.

Tal y como llevamos defendiendo aquí desde hace años, Madrid debe seguir siendo un bastión liberal. Por el bien de todos.

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