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EDITORIAL

¿Nadie se fía de Yolanda Díaz?

Una dirigente comunista al frente del mercado laboral es una desgracia política con profundas consecuencias económicas.

La vicepresidenta segunda del Gobierno desempeñó un papel estelar este fin de semana en el encuentro preparado en Valencia por Mónica Oltra, al que acudieron otras políticas representativas de la extrema izquierda como Mónica García o la inefable Ada Colau. Aunque el acto pretendía ser una reivindicación del feminismo en la política, lo cierto es que todo giró en torno a Yolanda Díaz y su futuro proyecto de liderar un nuevo movimiento ultraizquierdista en sustitución de Podemos.

La propia Díaz no ocultó sus intenciones, al señalar en repetidas ocasiones desde el escenario del teatro donde se celebraba la charla que ese era solo "el comienzo de algo que va a ser maravilloso", en clara referencia a su nueva aventura política una vez agotado el filón podemita. Pero lo cierto es que ni ella ni las correligionarias que le acompañaron pueden engañar a estas alturas a nadie que no quiera ser engañado, bien por sectarismo ideológico o por interés partidario.

Las lideresas ultraizquierdistas ya tuvieron un primer encuentro con la realidad antes de acceder al teatro donde iban a celebrar el acto, a cuyas puertas, una concentración de transportistas indignados por el abandono del Gobierno ante la subida de los combustibles les abucheó e incluso lanzó huevos. Una vez dentro, una militante comunista interrumpió el discurso de Díaz acusándola de reaccionaria, una invectiva cada vez más extendida entre las bases podemitas al entender que sus líderes están traicionando el programa político con el que llegaron al Gobierno.

La propia Yolanda Díaz es la responsable de que la masa alucinada de votantes radicales se sienta defraudada. Sus constantes meteduras de pata con el lenguaje inclusivo como si la neolengua progre fuera la principal preocupación de su base electoral pero, sobre todo, su ridículo monumental al reconocer que la reforma laboral del Partido Popular no va a derogarse, después de haberse desgañitado asegurando lo contrario, son la causa principal de que la vicepresidenta segunda del Gobierno provoque cada vez un mayor rechazo entre sus votantes potenciales.

Nadie se fía de Yolanda Díaz. La España productiva nunca lo hizo, porque una dirigente comunista al frente del mercado laboral es una desgracia política con profundas consecuencias económicas. Pero lo peor para esta pretendida renovadora de la ultraizquierda es que también en ese otro mundo despierta cada vez más recelo. Este fin de semana pasado en Valencia tuvo otra buena prueba de ello.

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