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El calvario de Mayca: "Mis okupas son falsos vulnerables que presumen de vivir gratis"

Sus inquilinos dejaron de pagarle hace 9 meses. Arruinada y destrozada, envía un mensaje al Gobierno: "No somos una ONG".

Sus inquilinos dejaron de pagarle hace 9 meses. Arruinada y destrozada, envía un mensaje al Gobierno: "No somos una ONG".
Mayca, afectada por el fenómeno de la inquiokupación | Libertad Digital

Cuando Mayca se fue a vivir a Galicia para cuidar de su madre enferma, jamás pensó que acabaría perdiendo la casa que tanto esfuerzo le había costado comprar en Móstoles y de la que todavía le quedan 10 años de hipoteca por pagar. Ni siquiera había contemplado ponerla en alquiler, pero, tras fracasar con un pequeño autoservicio en la aldea de sus padres, no le quedó otra salida.

Hizo de tripas corazón y confió su hogar a una familia peruana, que acabaría convirtiéndose en su peor pesadilla: orgullosos okupas de su hogar, "falsos vulnerables" con un tren de vida muy superior al suyo, que le han robado su casa, sus horas de sueño y hasta su salud. Hoy, con su madre ya fallecida, es su padre el que le ayuda a salir adelante con su pensión, y eso a ella le revuelve por dentro.

¿Problemas económicos?

A decir verdad, su inquilina le dio problemas desde el primer día, pero siempre trataba de empatizar con ella. "Nunca le subí el alquiler, ni el IPC, ni nada de nada. Tampoco le ponía pegas si no me pagaba los primeros días del mes. Le ayudé en todo lo que pude, porque pensé que, igual que yo estaba pasando por una mala racha, le podía pasar a cualquiera".

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La casa de Mayca, iluminada en el segundo piso

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su nivel de vida no se correspondía con el de una mujer que supuestamente estaba atravesando problemas económicos. "Las vecinas me decían: ‘pues para pagarte 500 euros no tendrá, pero su hijo tiene un coche eléctrico que ya quisiera el mío y ella va siempre de punta en blanco, va a la peluquería todas las semanas, se hace la manicura y hasta el microblanding ese en las cejas’".

Sin pedirle permiso, su inquilina decidió incluso subalquilar una de las habitaciones para ganarse un dinero extra y también eso lo pasó por alto. A fin de cuentas, siempre acababa pagándole lo que le debía y entendía que ella "también tenía que ganarse la vida".

La pandemia como excusa

Los problemas, sin embargo, se agudizaron con la pandemia. "Me dijo que el trabajo estaba muy mal y que no me podía pagar, y se tiró tres meses sin pagarme". También a la comunidad, a la que llegó a deber hasta 500 euros de agua. Una deuda similar a la que alcanzó con la luz.

Desesperada, porque ella también necesitaba el dinero, Mayca se puso en contacto con su inquilina y le dijo que no podían seguir así: "Yo tenía que pagar la hipoteca, el IBI, la Comunidad… Y, como mi madre había fallecido, le comenté que, si no me podía pagar, estábamos pensando en volver a Madrid, porque allí tendríamos más oportunidades laborales".

Una okupa resabiada

Su respuesta, sin embargo, le hizo ponerse en lo peor: "Me dijo que no me quejase mucho, porque sabía por su hermano y compatriotas suyos que si no pagaba no le pasaba nada y que podría seguir viviendo allí hasta dos años totalmente gratis". Al colgar el teléfono, la bloqueó y ya no hubo manera de ponerse en contacto con ella. En aquel instante, Mayca pasaría a engrosar la larga lista de víctimas de la llamada ‘inquiokupación’.

"Le mandamos un burofax, advirtiéndole de que no se le iba a renovar el contrato y que hiciera el favor de abonar todo el dinero que debía, pero la abogada ya nos ha advertido de que no vamos a recuperar absolutamente nada y que nos va a quedar la deuda de todo lo que esté a mi nombre", lamenta Mayca. Al no haber recibido contestación, ya ha puesto una denuncia. Sin embargo, es consciente de que le queda un largo camino por recorrer.

Más de 8.000 euros perdidos

"¿Cómo puede ser que alguien esté en tu casa, no pague suministros, no pague nada y tú no puedas hacer otra cosa que pasarte dos años demandando y gastando el dinero que no tienes?", se pregunta indignada. A estas alturas, ya lleva más de 8.000 euros perdidos. "Y eso sin contar con la abogada, el procurador, el papeleo…", matiza.

Sus ahorros hace tiempo que se esfumaron, y sólo entre los dos préstamos -el del negocio fallido y la hipoteca de la casa okupada- tiene que hacer frente a unos gastos fijos de 1.300 euros al mes, prácticamente todo lo que ganan entre ella y Jose, su pareja: tras cerrar el negocio, él consiguió un empleo que apenas les reporta 900 euros al mes y ella únicamente cobra los 452 euros de la ayuda para mayores de 55 años.

"No tenemos dinero. Sobrevivimos gracias a la pensión de mi padre -acierta a decir entre lágrimas-. No te imaginas la indefensión que sientes ante una situación así. Toda la vida trabajando y pagando impuestos para esto y que, encima, nadie te escuche y no tengas donde acudir. ¿Cómo es posible?", se pregunta totalmente rota.

Los daños colaterales

La única salida que contempla en estos momentos es volver a Madrid, porque "allí hay más salidas laborales que en el pueblo", pero hasta que no desalojen la vivienda es imposible, así que es la pescadilla que se muerde la cola. Su situación afecta, además, a su sobrino: "Ha vuelto hace poco de estudiar en el Reino Unido y necesita una vivienda. Le piden muchos requisitos para alquilar, cosa que ahora entiendo perfectamente, así que su esperanza es poder vivir en mi piso".

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Interior de la cabaña en la que vive el sobrino de Mayca

Este joven es uno de los daños colaterales de la okupación: "Ahora mismo vive en una especie de cabaña prefabricada en Aldea del Fresno, pero claro, hace un frío que pela y tiene que ir a trabajar a Madrid todos los días y no tiene coche, así que te puedes imaginar…". El otro es la comunidad de vecinos. Además de las deudas, Mayca asegura que "han tenido que llamar varias veces a la policía, porque ha habido jaleos" y, a posteriori, se ha enterado de que el hombre que vive con su inquilina tiene antecedentes por hurto y falsificación de documentos.

Pastillas para la ansiedad

"Yo tengo claro que, si algún día termina esto, no alquilaría más -dice totalmente convencida-. Esto te crea una ansiedad que no te imaginas". A raíz de lo sucedido, Mayka toma pastillas por la mañana y por la noche. "Incluso tomándolas, hay veces que te desvelas y sientes tal presión en el pecho que te tienes que levantar, porque no te deja ni respirar -explica notablemente afectada-. Es angustia, es impotencia, es pena…".

Ante la amenaza de un proceso judicial eterno, Mayka no encuentra consuelo: "Lo único que he hecho en mi vida es trabajar. Nunca nos hemos metido con nadie y siempre hemos intentado pagar todo lo que debíamos, así que esto te mata, porque no dejas de pensar para qué has estado luchando toda tu vida".

Le indigna la situación y le indigna que los okupas se crean con todos los derechos. "Es terrible la forma en la que te hablan. Se saben todas las triquiñuelas y, entre ellos, se comunican y saben que no les va a pasar nada, que el día que les eche un juez, como ella me decía, pueden irse a otro sitio y aquí te quedas tú con todas las deudas", denuncia.

El llamamiento al Gobierno

Precisamente por eso, Mayca hace un llamamiento al Gobierno y, en general, a todos los partidos políticos: "Que se pongan en nuestra piel, que no somos millonarios y no tenemos por qué hacernos cargo de estas personas. No somos una ONG y además es que la mayoría, como los míos, son falsos vulnerables que presumen de que pueden vivir gratis, porque tienen más dinero que nosotros".

Con todo, advierte de que la impunidad con la que los okupas campan a sus anchas envía un peligroso mensaje a la sociedad. "Al final, parece que no sirve de nada ni trabajar, ni ser buena persona. Lo único que vale ahora es vivir del cuento, porque puede que en un par de años recuperes tu casa, pero, a cambio, te han dejado arruinado y psicológicamente hecho una mierda".

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