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José T. Raga

Una oportunidad de oro

Según la Encuesta Trimestral de Coste Laboral del INE, pese al número de parados, hay casi 120.000 empleos vacantes.

Según la Encuesta Trimestral de Coste Laboral del INE, pese al número de parados, hay casi 120.000 empleos vacantes.
Europa Press

No vayan ustedes a pensar que hemos descubierto algo así como las minas del rey Salomón, excelente novela de sir Henry Rider Haggard publicada en 1885, ni vamos a hablar, por conocidas, de las aventuras de Henry Curtis –protagonista– en busca de un hermano –George– perdido en África, lo que le llevará a descubrir las minas y los tesoros. Pero el título expresa valoración –como si de oro se tratara– de la oportunidad que se nos presenta en este momento histórico, y que las limitaciones propias de un título no permiten mayor extensión ni detalle. De no haber sido así –como casos ejemplares hubo en el siglo XVIII–, el título de estas líneas habría sido algo así como: Una oportunidad de oro para un gobernante racional, con tesón y valentía que no es el caso en el que estamos, pero, en momentos concretos, por qué no soñar.

El motivo para la reflexión es el dato de la Encuesta Trimestral de Coste Laboral (INE), según el cual, pese al número de parados, hay casi 120.000 empleos vacantes, sin nadie que los ocupe. La mitad de ellos, es decir 60.000, pertenecen al sector público –Administración, sanidad y servicios sociales principalmente–.

Dos consideraciones me vienen a la mente. La primera es que, si sesenta mil puestos están vacantes en el sector público, en qué está pensando el presidente del Gobierno para no reducir el presupuesto de personal al servicio de la Administración, al menos en su coste, eliminando tales empleos. Quizás es que el presidente carezca de aquellas exigencias de racionalidad, tesón y valentía. O, simplemente, que una ideología caduca le conduzca en sentido contrario: es decir, a ampliar el empleo público.

También cabría otra posibilidad. Dado que convocar oposiciones para la provisión de tales puestos no parece que esté en su mente, lo que sí puede estar en ella es dejar vacantes los puestos para cubrirlos con interinos adictos, que ya se convertirán en funcionarios cuando se supriman las oposiciones. (De esto hablaremos otro día).

La segunda consideración es que, de la cifra indicada de puestos sin cubrir, otros sesenta mil que pertenecen al sector privado. En este sentido, la pregunta es obvia: ¿qué hace el Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE)? Ya imagino que me van a responder que lo mismo que hacía el antiguo INEM, a lo que sólo puedo asentir como mayor probabilidad.

Eliminar el SEPE, dada su ineficacia, tampoco creo que sea la idea del presidente, por las carencias mencionadas. Por ello, le dejo abierta otra línea a considerar: ¿y si las ayudas a los desempleados son tan desincentivadoras del trabajo que el parado prefiere seguir en esa condición antes que volver a trabajar? Pruebas de ello ha habido en el pasado, y no es imposible que también siga habiéndolas en la actualidad. Frente a esto, por desgracia, hay muchos parados que harían cualquier cosa para poder trabajar como asalariados y no lo consiguen.

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