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Así nos lleva la UE a la "planificación verde" de la economía

En 2030, por ejemplo, 33 millones de hogares deberán ser reformados con "materiales sostenibles" por orden de Bruselas.

En 2030, por ejemplo, 33 millones de hogares deberán ser reformados con "materiales sostenibles" por orden de Bruselas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen | EFE

La Unión Europea ha establecido objetivos de emisiones de CO2 para toda la flota para los fabricantes de automóviles. Esencialmente, Bruselas ha acabado diciendo a las empresas automotrices qué vehículos deben producir y qué modelos tienen que desaparecer. Además, las instituciones comunitarias también han introducido una nueva regulación taxonómica que dicta qué inversiones son "buenas" y cuáles son "malas". No solo eso: con su nueva Directiva de "Desempeño Energético de los Edificios", ha impuesto nuevas obligaciones en los procesos de renovación y descarbonización que deben financiar los propietarios de activos inmobiliarios.

Estos tres ejemplos proporcionan una prueba más, si es que acaso era necesario, de cómo está disminuyendo la aceptación de la economía de mercado en Europa. El capitalismo se basa en los principios de la propiedad privada y la competencia. Las empresas deciden qué y cuánto producir, ayudadas por los precios que se forman en el mercado, que a su vez recogen la demanda de los consumidores.

Bajo este sistema, los empresarios juegan un papel central, ya que son ellos quienes desarrollan nuevos productos y descubren oportunidades alternativas en el mercado. Los consumidores también desempeñan un papel vital, ya que son sus compras individuales las que, en última instancia, determinan el éxito o el fracaso del empresario y su modelo productivo. En el socialismo, en cambio, no hay precios reales y son las autoridades de planificación estatal centralizadas las que deciden qué productos se deben producir y en qué cantidades.

Por supuesto, ninguno de estos sistemas existe de forma pura en ninguna parte del mundo. En el mundo real, todos los sistemas son, en parte, mixtos. También en los sistemas socialistas se han dado elementos residuales propios de la economía de mercado (de lo contrario, habrían sido aún más efímeros). De igual manera, en los países capitalistas de hoy en día también vemos muchos componentes más propios de la economía socialista y planificada (que a menudo dificultan el funcionamiento de la economía de mercado). El problema es cuando la balanza se inclina cada vez más a favor de los elementos de la economía planificada, es decir, cuando el intervencionismo, que nunca ha sido inexistente, se desboca.

Esto se desprende claramente de las tres directivas de la Unión Europea mencionadas en el párrafo inicial. El Reglamento de Taxonomía establece criterios para determinar si una actividad económica califica como "ambientalmente sostenible" o no. Ya no son las empresas, sino los políticos y los funcionarios los que determinan qué inversiones se deben realizar. El impacto de tales decisiones nos lo encontramos, por ejemplo, en la discusión sobre si la energía nuclear y el gas deben calificar o no como sostenibles. Los miembros del Partido Verde de Alemania se oponen a la energía nuclear por razones ideológicas. Los franceses, en cambio, están a favor. ¿Y cuál es el resultado? Las consideraciones y los compromisos políticos entre estos grupos determinan en última instancia el panorama de inversión. Miles de millones fluyen a uno u otro sector dependiendo de esa negociación, en vez de moverse en base a decisiones de mercado.

Lo mismo se aplica a los objetivos de emisiones de CO2 que se han fijado para toda la flota de automóviles vendidos en la UE. Ya no serán los fabricantes de automóviles, y en última instancia los consumidores, quienes decidan qué modelos van a más. Ahora es el Estado el que toma esa decisión. En Alemania, Oliver Luksic, experto en transporte del FDP y Secretario de Estado Parlamentario del Ministro Federal de Asuntos Digitales y Transporte, ha afirmado lo siguiente: "hemos entrado en la era de la "economía verde planificada", ya no se trata de oferta y demanda, sino de un Estado que nos dice qué automóviles se fabrican y cuáles no. En lugar de abrirnos a la tecnología, el enfoque se centra únicamente en la electro-movilidad alimentada por baterías, una salida que, en sí misma, no representa necesariamente ni progreso ni innovación". Las empresas automotrices se conforman diligentemente y piden subsidios estatales a cambio de cumplir estas metas. A cambio, leemos por ejemplo que "Volkswagen Group cumple con los objetivos de CO2 de la UE para 2020", como si de repente los grandes fabricantes hubiesen pasado a estar controlados por una autoridad planificadora socialista.

El tercer ejemplo: la Comisión Europea quiere obligar a los Estados miembros a hacer cumplir una serie de estándares mínimos de eficiencia energética en las construcciones. Así, los propietarios de bienes inmuebles deberán modernizar sus edificios antes de 2030 de acuerdo con especificaciones muy estrictas, al igual que deberán hacer los edificios públicos antes de 2027. El 15 por ciento de los aproximadamente 220 millones de hogares en la UE se verán afectados por esta directiva de "renovación obligatoria". En la industria de la vivienda, la obligación incondicional de cumplir ciertos estándares, combinada con sanciones por incumplimiento de los mismos, equivale a una expropiación de uso, puesto que la libre disposición de la propiedad se empieza a volver imposible.

Hace 100 años, el economista Ludwig von Mises publicó su obra más trascendental Socialismo: un análisis económico y sociológico. En ella, demostró que el socialismo no puede funcionar porque no hay precios reales cuando el Estado determina lo que se produce. El fracaso de todos los sistemas socialistas que se han ensayado entonces le ha dado la razón. Pero, aparentemente, en Europa no hemos aprendido nada de la historia de los repetidos fracasos del socialismo. En Lectures on the Philosophy of History, Hegel escribió que "si la experiencia y la historia nos enseñan algo es que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia, ni han actuado según los principios deducidos de las experiencias pasadas".

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Rainer Zitelmann es el autor de "El capitalismo no es el problema, es la solución" (Unión Editorial, 2021). Considerado uno de los liberales más influyentes de Alemania, es doctor en Sociología e Historia, empresario de éxito y columnista habitual en medios como City AM, Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Point o Forbes. En enero de 2022 se publicará su nuevo libro, "Los ricos en la opinión pública" (Colección Centro Diego de Covarrubias, Unión Editorial, 2022).

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