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José García Domínguez

La verdad sobre la brecha de género

Las mujeres ganan menos que los hombres no por ser mujeres, sino por ser madres.

Las mujeres ganan menos que los hombres no por ser mujeres, sino por ser madres.
Pixabay/CC/Fotorech

Negar las evidencias estadísticas es negar la realidad. Y las evidencias estadísticas certifican de modo indubitado que, en efecto, sí existe eso que llaman "brecha salarial" entre los ingresos laborales de hombres y mujeres. Es absolutamente cierto, pues, que las mujeres ganan menos que los hombres en términos agregados. Tan cierto es eso como que la genuina razón de tal diferencia no tiene que ver con el género sino con la maternidad. Porque las mujeres ganan menos que los hombres no por ser mujeres, sino por ser madres. Y la prueba de que ello es así reside en que esa asimetría de ingresos laborales por sexos desaparece repentinamente de las series numéricas cuando se comparan las retribuciones de los varones, por un lado, y de las mujeres que han renunciado a tener hijos, por otro.

Lo que se penaliza con un precio muy alto en términos de eso que la mayoría de la sociedad actual entiende por alcanzar el éxito en la vida es, pues, la maternidad y la paternidad, no el sexo arbitrario con el que un día nacimos sin que nadie nos hubiera preguntado antes por nuestras preferencias sobre el particular. Y bien es cierto que los hombres, a diferencia de ellas, disponemos a ese respecto de una ventaja competitiva natural en el mercado de trabajo, la que se deriva de la incapacidad biológica para engendrar en nuestro seno criaturas humanas. Nosotros, claro, no vemos condicionada nuestra carrera profesional por los imperativos insoslayables de un reloj biológico.

Aunque esa desventaja de partida se puede resolver con leyes. De hecho, ya se está haciendo. Lo que, en cambio, difícilmente se podría resolver algún día con leyes es la gran contradicción cultural de nuestro tiempo, a saber: el tratar de colmar a la vez dos afanes tan incompatibles entre sí como el del éxito profesional, con jornadas interminables de trabajo en entornos hipercompetitivos, la vida cotidiana de cualquier profesional cualificado que se precie, y ser un padre o una madre ejemplar. Porque, y la gran mayoría de las veces, se impone tener que elegir. O se fracasa como padre (o madre) o se triunfa como profesional. Pero yo nunca he escuchado a las feministas hablar de esas cosas. Nunca. Será que no les presto atención.

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