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EDITORIAL

Elon Musk, Twitter y la libertad

La apuesta de Elon Musk puede ser, debe ser y probablemente es, una apuesta esencialmente moral.

Aunque a la mayor parte de los observadores pueda pasarles desapercibido, el elemento esencial de lo que está ocurriendo con Twitter y de la oferta lanzada este jueves por Elon Musk es su carácter ético. Por un lado, desde luego la empresa no tenía un problema económico o de gestión, sino más bien al contrario: sus beneficios eran millonarios y su posición en el mercado extraordinariamente fuerte.

Del otro, el propio Musk cuando lanza esta oferte que terminará, previsiblemente, con la adquisición de un porcentaje mayoritario de la empresa destaca como su principal preocupación no el rumbo económico de la compañía, sino su posición como un elemento clave para garantizar la libertad de expresión y con ella el resto de libertades democráticas. El párrafo que le dedica al respecto merece reproducirse:

"Invierto en Twitter porque creo en su potencial. Puede ser la plataforma de referencia para la promoción de la libertad de expresión en todo el mundo y, en mi opinión, la libertad de expresión es un imperativo social para consolidar democracias funcionales. En mi opinión, el modelo actual de la compañía no satisface este objetivo. Por eso, estoy convencido de que Twitter necesita ser transformada y operar en manos privadas".

Efectivamente, mientras la gestión económica de Twitter era aparentemente adecuada, la empresa está jugando un papel extraordinariamente dañino para la libertad y la democracia. Mientras se ha convertido en una plataforma de gran importancia para la conformación de la opinión pública, sus decisiones arbitrarias, su censura y su evidente sesgo político impiden el auténtico debate de ideas que se supone promueve y tenían un efecto perverso sobre el ambiente y la discusión política.

Cientos de miles de usuarios ven suspendidas sus cuentas sin un motivo real, incluso le ocurrió al que todavía era presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o partidos plenamente democráticos como Vox en España. Por el contrario, dictadores sanguinarios, sátrapas de diversas procedencias, promotores del terrorismo y ni tan siquiera los propios terroristas suelen tener mayores problemas en mantener sus perfiles en Twitter.

La apuesta de Elon Musk puede ser, debe ser y probablemente es, una apuesta esencialmente moral que, aunque a los más malintencionados o desinformados les pueda parecer contradictorio, es algo estrictamente capitalista: el capitalismo no sólo es el sistema con mayor capacidad de generar riqueza, sino que también el que se distingue por el protagonismo de hombres que, respaldados por la independencia que les da su propiedad, pueden tomar y toman decisiones libres pensando en la democracia, en mantener su propia libertad y, por supuesto, la de los demás.

Musk, convencido capitalista, ha tomado una responsabilidad que está en muchas mejores condiciones de cumplir que los estados, que en muy raras ocasiones se preocupan de verdad por que sus ciudadanos sigamos siendo libres y sujetos de derecho. Sólo cabe esperar que el ejemplo cunda y se traslade a otras redes sociales e incluso otros ámbitos informativos.

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