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Prisa redondea el antenicidio y compra a Godó su parte en la SER

El Grupo Godó sale de la Ser y le vende a Prisa toda su parte. La operación se llevará a cabo por 45 millones de euros.

El Grupo Godó sale de la Ser y le vende a Prisa toda su parte. La operación se llevará a cabo por 45 millones de euros.
Logo de Grupo Prisa en domicilio Social, en la Gran Vía, 32 de Madrid | Europa Press

Prisa ha llegado a un acuerdo para adquirir el 20% del capital de Prisa Radio que poseía el Grupo Godó (dueño de La Vanguardia), según ha informado este martes el grupo a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Con esta operación, Prisa se hará con el 100% del grupo radiofónico dueño de la Ser o Los40 -hasta ahora poseía el 80% de su capital-.

Según Prisa, la compra se llevará a cabo por 45 millones de euros, distribuidos en 30 millones en la firma del acuerdo y los 15 millones restantes a abonar en 2023. "Esta operación es un paso más en la consolidación de los negocios de radio y de prensa puesta en marcha el año pasado y refuerza el proyecto industrial del Grupo. Además, permite a Prisa simplificar la estructura, dotándola de mayor flexibilidad y menores costes", asegura la compañía de Joseph Oughourlian.

Diferentes son las explicaciones de Godó. "Con esta operación, Godó se desprende de un activo en cuya gestión operativa no participaba y destinará los recursos así obtenidos a reforzar su apuesta por el crecimiento orgánico e inorgánico en áreas que aporten un fuerte potencial de crecimiento y rentabilidad" señala La Vanguardia.

Es llamativo el desembolso de Prisa teniendo en cuenta sus calamitosas cuentas. En el primer trimestre de 2022, apenas obtuvo un resultado neto positivo de 100.000 euros, aunque un año antes registraba unas pérdidas de 13,8 millones. Sin embargo, la deuda de Prisa roza los 800 millones de euros, lo que sitúa a esta compañía en el nivel del bono basura y al borde de la quiebra.

Godó no es el único en huir de Prisa. Recientemente, el grupo francés Vivendi cambiaba de opinión y decidía no aumentar su participación del 9,94% hasta el 29,9%, que propuso inicialmente con la intención de convertirse en el principal accionista del grupo.

Redondea el antenicidio

Con esta operación, Prisa pone la guinda a uno de los episodios más siniestros y trágicamente decisivos en la evolución posterior del panorama mediático español: el llamado antenicidio con el que controlaría bajo la misma cabecera unas 1.100 emisoras de radio en varios países.

Todo sucedió en mayo de 1992, cuando con el dinero de Banesto, en una operación ilegal, como sentenció el Supremo años después, Polanco compraba Antena 3 Radio para cerrarla y quedarse con sus emisoras para la SER gracias a la complicidad de personajes como Javier de Godó. Así lo relata Federico Jiménez Losantos en su ensayo Aznar y los medios de comunicación publicado en el número 8 de La Ilustración Liberal (año 2001).

Esa primera legislatura del 89 al 93, con Aznar como discutido –muy discutido– jefe de la Oposición, tuvo su campo de batalla en ese teatro tan descompensado y fluctuante de los nuevos y viejos medios de comunicación –la radio de opinión política, la naciente televisión privada, la llegada de una nueva generación de periodistas al gran público–. Y quizás para explicar el comportamiento errático, contradictorio, incoherente y, a veces, inexplicable de Aznar con los medios una vez llegado al Poder, haya que insistir en que sin el apoyo desinteresado, entusiasta, casi siempre sacrificado y a veces suicida de unos cuantos periodistas y unos pocos medios de comunicación, Aznar no hubiera sobrevivido políticamente a la derrota de 1993. Porque en realidad el nuevo líder del PP no se enfrentaba sólo al todopoderoso gobierno de González sino a la desestabilización de su propio partido por las ambiciones del banquero Mario Conde, que trataba de desplazar a Aznar como líder de la derecha utilizando el dinero de Banesto. Y la palanca volvía a ser la misma: hacerse con los medios de comunicación.

Si, como hijo y nieto de periodistas, Aznar no hubiera heredado ya la desconfianza tradicional del gremio hacia sí mismo, le habrían bastado y sobrado para vacunarse esos "años de hierro" (1989-1993) de humillaciones sin cuento (como cuando en una cena de matrimonios. en presencia del banquero y ante su propia esposa, los hermanos Ansón le instaron a dejarle su sitio a Conde), de traiciones a cuenta (como la de Segurado, ex-dirigente liberal de AP y empleado de Conde, que se jactaba de poder aterrizar en helicóptero en la Séptima Planta de Génova 10, la del despacho del presidente, porque tenían comprada la cúpula popular), de intrigas interminables (como la que se desarrollaba dentro del mismo diario ABC con Ansón, Pérez Escolar y Darío Valcárcel dispuestos a ponerlo al servicio del banquero, como de hecho hicieron en episodios tan surrealistas como la homilía vaticana de Conde al Papa) y, por si esto fuera poco, con un horizonte judicial tenebroso, con el felipismo togado al acecho, que se inauguró con el Caso Naseiro, continuó con el de Burgos y luego con el de Zamora, todos ellos magnificados por la trompetería de Polanco, Asensio y toda la cuadrilla. (…)

(…) No exageramos lo más mínimo y un breve repaso a los "caídos" en los medios de comunicación defendiendo a la Oposición frente al Gobierno felipista lo demuestra. Entre 1989 y 1993, durante esa legislatura a cara de perro, fueron destituidos, cesados, marginados o fulminados por razones exclusivamente políticas –es decir, de apoyo a Aznar contra la izquierda felipista o contra la derecha mariocondista– casi todos los periodistas importantes de oposición en España. Pablo Sebastián perdió la dirección de El Independiente, que inmediatamente después fue cerrado. Pedro Jota Ramírez fue defenestrado de la dirección de Diario 16 por sus denuncias del GAL. En ese mismo sillón, convertido en silla eléctrica, sería sucedido por Justino Sinova, al que también echaron por no liquidar del todo ese frente informativo, y luego por José Luis Gutiérrez, al que igualmente defenestraron tras un éxito espectacular: su denuncia del "caso Roldán". Estos cuatro directores de periódico, más los de revistas políticas, como Julián Lago en Tiempo, del que hubo de salir para fundar Tribuna, amén de columnistas, investigadores y firmas de relumbrón fueron víctimas de las presiones políticas directas del Gobierno del PSOE a los respectivos editores.

Pero el caso más escandaloso, el que, según confesión del propio Aznar, probablemente le impidió ganar las elecciones en 1993 porque le privó de la herramienta de desgaste más eficaz contra el Gobierno de González fue el antenicidio. En mayo de 1992 y de forma absolutamente ilegal, como ha reconocido ocho años después el Tribunal Supremo, el Pacto de los Editores (Polanco, Asensio, Godó y Mario Conde) en complicidad con el Gobierno del PSOE (Felipe González, Narcís Serra y Rosa Conde como actores principales) acabó con la que se había convertido en la primera cadena de radio española, Antena 3, y con Antena 3 de Televisión, la única cadena de televisión privada –de las tres concedidas por el PSOE en 1989– que mantenía una línea informativa de denuncia de los casos de corrupción felipistas. Antena 3 de radio fue entregada a Polanco, su directo competidor, para que la cerrase, como hizo apenas un año después tras incorporar sus emisoras a la SER. Y Antena 3 TV fue comprada por Mario Conde (a cambio de que el Gobierno hiciera la vista gorda ante sus fechorías financieras en Banesto) y entregada a Antonio Asensio, del grupo Zeta, con Manuel Campo Vidal como comisario político-gubernamental.

Automáticamente perdió su programa El Primero de la Mañana Antonio Herrero y su noticiario en televisión Luis Herrero, pese a que ambos eran los de máxima audiencia en Antena 3 de radio y en Antena 3 TV. O más bien por eso mismo. Junto a esos directores cayeron también muchos colaboradores, periodistas y comentaristas que perdieron su puesto de trabajo por ser fieles a su director o por estar identificados con el programa. Fue el caso, entre otros muy señalados, de Amando de Miguel. Modestamente, yo tuve el inmerecido honor de perder a la vez el comentario político diario que venía haciendo nueve años en el programa de Antonio Herrero y también el que tres veces por semana y desde tres años antes hacía en el telediario de Luis Herrero. Pocas veces cuerpecillo tan menguado albergó tanto cesante.

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