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La "obsesión" por innovar en una empresa "pegada a la tierra": el éxito de Calcetines Mingo

La centenaria empresa familiar burgalesa ha conseguido reinventarse y demostrar que también se puede ser sostenible desde la España rural.

La historia centenaria de Calcetines Mingo

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La centenaria empresa familiar burgalesa ha conseguido reinventarse y demostrar que también se puede ser sostenible desde la España rural.
José Manuel Mingo | Sergio González

Decir Pradoluengo es decir Calcetines Mingo, una empresa familiar fundada en 1914 por Avelino de Miguel y que ahora lidera su bisnieto, José Manuel Mingo. La fábrica nació, recuerda, como una "pequeña empresa artesanal" que elaboraba calcetines a mano. Poco a poco fue creciendo hasta que el pueblo entero se convirtió en una gran fábrica. Él mismo recuerda cómo creció rodeado de hilos y calcetines y cómo casi la totalidad de las familias del pueblo estaban implicadas en la empresa, que se benefició de los recursos naturales disponibles en la localidad, como las fuertes corrientes del río Oropesa que alimentaban los batanes, telares e hilaturas.

Cuando en 1999 Mingo tomó las riendas, se dieron cuenta de que tenían que reinventarla: "Teníamos que especializarnos en un producto de alta calidad", con el que no competir con la gran industria asiática. Y aunque Pradoluengo (1.200 habitantes) ha perdido más de la mitad de su población en los últimos quince años, en el municipio se sigue fabricando el 25% del consumo nacional de calcetines. Calcetines Mingo produce al año una media de un millón de pares de calcetines, de los que se exportan unos 400.000 pares.

Su apuesta por la innovación, pero manteniendo la tradición familiar, así como su impulso a la economía local no solo hacen que la familia Mingo mire con esperanza al futuro, también han conseguido que su esfuerzo se reconozca y sirva de ejemplo para otros negocios en zonas más despobladas. Es por eso que Calcetines Mingo ha sido reconocida como Pyme del año de la provincia de Burgos 2021, galardón que otorgan la Cámara de Comercio y Banco Santander. Este premio es otra muestra del compromiso que la entidad financiera mantiene con pequeñas y medianas empresas desde hace años. Prueba de ello son los 4 millones de clientes pymes con los que cuenta. "Ha sido un orgullo y la gente nos lo transmite en el pueblo, ha hecho mucha ilusión. Este reconocimiento nos da una visibilidad que realmente necesitamos", cuenta José Manuel.

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Pradoluengo, la cuna de Calcetines Mingo

Y es que, precisamente, la clave del éxito de Calcetines Mingo es que mantiene la "obsesión por innovar", cuenta su gerente, que explica que esta ha sido su arma ante un sector que está "desapareciendo casi en su totalidad". De hecho, la entrada de competidores extranjeros y, en general, todos los cambios que ha sufrido el sector textil a lo largo del siglo XX, afectaron de manera definitiva a la industria de Pradoluengo. Muchas de estas fábricas se vieron obligadas a echar el cierre y, como en tantas otras zonas de la España rural, gran parte de su población tuvo que abandonar el municipio en busca de nuevas oportunidades laborales. Y, ante este panorama, Calcetines Mingo no solo ha sobrevivido, sino que ha crecido.

De entre sus productos, en los que prima una alta calidad técnica, destaca la Colección FreeWaves. Están creados con "plástico sacado de los mares", explica el gerente. En efecto, se trata de calcetines que limpian el mar, al estar hechos con hilo de poliéster fabricado con materiales reciclados de los mares Cantábrico y Mediterráneo. Cada par que se compra equivale a una bolsa de plástico procedente del océano que se recicla.

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Amaya Pereda en la fábrica | Sergio González

Al mismo tiempo que busca la innovación y la sostenibilidad, Calcetines Mingo no pierde de vista los orígenes de una empresa "pegada a la tierra" y que quiere "seguir dando trabajo en el mundo rural", que vive y tiene sentido por y para Pradoluengo.

Un apego que también sienten quienes forman o han formado parte de la empresa, que cuenta con 25 trabajadores de los cuales el 90% vive en el pueblo. Amaya Pereda, una de las empleadas más jóvenes, destaca que hacen falta "empresas que den la oportunidad" de vivir en el municipio y recuerda cómo su padre y sus hermanos también han trabajado en Calcetines Mingo.

Ángel Martín, que acaba de jubilarse tras toda una vida en el sector, insiste en la necesidad de "continuar con el trabajo en los pueblos", en la importancia de "crear empresas en zonas rurales porque si no esto se muere".

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Ángel Martín | Sergio González

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