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Colau ataca a los cruceros por una "huella medioambiental" que apenas supone el 0,2% del total

Su campaña contra las embarcaciones turísticas pone en peligro 9.000 empleos y 1.000 millones de euros de gasto en la ciudad.

Su campaña contra las embarcaciones turísticas pone en peligro 9.000 empleos y 1.000 millones de euros de gasto en la ciudad.
Ada Colau | EFE

La "turismofobia" es un mensaje central en el discurso de la izquierda radical catalana. Ada Colau lo sabe y, precisamente por eso, ha lanzado una guerra sin cuartel contra de la industria de los cruceros turísticos, cuya operativa en Barcelona considera "totalmente insostenible". Sin embargo, sus acciones requieren del visto bueno del gobierno de España, responsable de la Autoridad Portuaria y de las competencias generales en materia de Transporte.

Colau considera que Barcelona está lidiando con una situación inasumible a raíz de la llegada diaria de grandes embarcaciones. Le achaca a los cruceros turísticos una "doble problemática": por un lado, la de la "masificación turística"; por otro lado, la del "impacto medioambiental". Por este motivo, y como ya adelantó Libertad Digital, la regidora está reclamando a la Administración Sánchez una intervención "clara y concisa" de este mercado.

Su embestida contra este subsector turístico se inspira en lo ocurrido en Palma de Mallorca, donde se ha aprobado una limitación que topará en tres embarcaciones diarias la llegada de cruceros a la capital de Baleares. En el caso de Barcelona, se estima que el puerto recibe unos seis cruceros fijos al día y que la cifra anual de visitantes que llegan por esta vía supera el umbral de los 3 millones.

Los datos que desmontan a Colau

La Autoridad Portuaria de Barcelona ha recalcado que tales desembarcos generan "un beneficio indiscutible, tanto económico como reputaciones" y ha recordado que Barcelona esta primera base europea en este mercado, amén de la cuarta a nivel mundial. Entre los beneficios que deja la industria está un gasto en la economía local de 1.000 millones de euros, además de 9.000 empleos generados de forma directa y muchos miles más de manera indirecta e inducida.

Aunque Colau considera que este turismo es degradante, lo cierto es que hablamos de visitantes con un nivel de gasto más elevado que el viajero medio. Para ser precisos, los cruceristas desembolsan una media de 230 euros diarios, frente a los 70 euros de los turistas al uso. De modo que, si la idea de Colau es incentivar un turismo menos masivo, haría bien en saber que el gasto de un crucerista equivale al de tres visitantes comunes.

Y, si bien podría argumentarse que esto acarrea cierta huella medioambiental, hablamos de apenas el 11% del tráfico portuario y de un significante 0,23% sobre el total de emisiones de partículas contaminantes emitidas en toda la región, así como el 0,73% de las emisiones de óxidos de nitrógeno registradas a nivel autonómico, de modo que el discurso de Colau tampoco se sostiene por esta vía.

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