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José T. Raga

La imaginación al poder

Los jóvenes del 68 adoptaron como lema de su revolución cultural el título de estas líneas que justificaba la carencia de conocimiento compensándola por imaginación.

Los jóvenes del 68 adoptaron como lema de su revolución cultural el título de estas líneas que justificaba la carencia de conocimiento compensándola por imaginación.
José Luis Escrivá. | Europa Press

Parece que fue Albert Einstein quien dijo que, en tiempos de crisis es más importante la imaginación que la acumulación de conocimiento. Que esto lo dijese quien en el siglo XX deslumbró por su conocimiento científico, es un gesto de generosidad con la imaginación.

Ello no autoriza, como ocurriera en mayo del 68, a contraponer imaginación y conocimiento. De modo que, a mayor conocimiento menor imaginación y viceversa. Lo cierto es que, aquellos jóvenes del 68, adoptaron como lema de su revolución cultural, el título de estas líneas. Era un lema que justificaba la carencia de conocimiento compensándola por imaginación.

Así se explica su fidelidad a personajes como Albert Camus, Jean Paul Sartre, Herbert Marcuse, Daniel Cohn Bendit… que aparentemente eran los depositarios del conocimiento –aunque no pasaran de falsos existencialistas–. Consiguieron, eso sí, que una generación de jóvenes se perdiera para siempre, ausentes de conocimiento y carentes de imaginación.

No estoy defendiéndome de no pertenecer al grupo pues, para entonces ya alcanzaba una edad que, lejos de recrearme en el imaginación, debía discernir mi vocación y un camino real para el desarrollo de un honeste vivere, lejos de hipocresías fantasmagóricas, o de fantasías estériles.

Tampoco perteneció a aquel nutrido grupo, en este caso, contrariamente al mío, por su excesiva juventud –apenas tenía ocho años– nuestro ministro Escrivá que en su trayectoria ha mostrado buen conocimiento, y no me atrevo a decir que gran imaginación, él sabrá.

Ahí está como referente su paso por la AIReF (seis años), por la Presidencia de la Red de Institutos Fiscales Independientes de la Unión Europea (más de cuatro años), y tantos desempeños que avalaron buen conocimiento y gran sentido de independencia intelectual.

De aquí mi sorpresa cuando expresa, con una simplificación ofensiva, un problema tan complejo como la financiación del sistema de pensiones públicas en España. Gran problema de hoy y de los próximos bastantes años.

Me gustaría reproducir textualmente su remedio ante la insuficiencia del sistema: "O se suben las cotizaciones o se bajan las pensiones". Francamente, para eso no precisábamos un ministro de tanta envergadura.

Que el sistema de pensiones públicas de la Seguridad Social está en crisis, es evidente, demostrándonos, sencillamente, que el Estado es un mal asegurador. Crisis, significa, no poder hacer frente a las obligaciones comprometidas en tiempos pretéritos y que se descubren al vencimiento, provocando negación de derechos de los pensionistas.

Lo que habría que decidir es qué derechos son menos lesivos (aunque lesivos) y cuáles lo son más. Sin duda, disminuir el volumen de la prestación (pensión) es más lesivo que prolongar la edad de jubilación, tal como estableció, aunque con gran timidez, la ministra Báñez. Así lo han hecho algunas mutualidades privadas.

Pero reducir el problema a dos variables: cotizaciones y pensiones, es situarnos en un callejón sin salida; ambas son perversas. Las variables tiempo, eliminar sectores privilegiados en él, etc. creo que son menos lesivas que las consideradas por el señor ministro.

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