Es claro que el Gobierno está en la fase nerviosa de la contraprogramación. El nuevo impuesto que ha sacado en la hora de los anuncios con el señuelo de que va contra las "grandes fortunas" es la respuesta pavloviana a lo de Juanma Moreno y, en general, al gran movimiento del PP para recuperar la bandera de la bajada de impuestos que siempre lo había identificado. Recuperar, digo, porque esa bandera la perdió hará una década en el plano nacional, cuando después de prometer lo contrario, Rajoy aprobó una de esas subidas de impuestos que dejan huella. Los socialistas recuerdan ahora al público aquel infierno fiscal del PP que apareció por sorpresa y a traición, y cómo allí se freía a impuestos a todo bicho viviente. Pero por más que se empeñen, el mundo de ayer nada puede contra lo inmediato, y lo que hoy tiene a la gente frita y achicharrada es la subida de precios.
Un Gobierno que contraprograma es un Gobierno que ya no puede elegir sus batallas, pero la cuestión relevante, aquí y ahora, es la eficacia del intento. ¿Ganará algo el Gobierno con este anuncio de que va a crujir a los ricos? Seguramente. Es un castigo fiscal que puede tener buena acogida y no sólo en la izquierda. Que paguen otros siempre gusta. Que otros paguen más, gusta más aún. Si los que van a pagar son los más favorecidos, miel sobre hojuelas. El Gobierno ha atado bien la psicología social hasta ahí, pero sólo hasta ahí. No basta con anunciar un infierno fiscal para los ricos, ricachones, millonarios y demás figuras estereotipadas de ese imaginario tan caro a la izquierda. No basta con anunciar el infierno fiscal para unos pocos, cuando dejas en el infierno de la carestía a los demás.
Se ha distinguido este Gobierno, desde que empezó el alza de precios, por su resistencia a reducir impuestos para compensar de alguna manera la inflación. El Manual de Resistencia, por lo que se ve, también era esto. Se resistió meses alegando que "Europa" impedía una bajada, cosa que se demostró incierta. Tardaría aún más en aprobar otra reducción, pero le ha dado una duración mínima. En la obstinada resistencia a renunciar a la recaudación extra que se obtiene gracias a la inflación, ha encontrado el PP el flanco más débil del Gobierno y la vía para recuperar la bandera perdida. Y ha de estar teniendo éxito cuando Sánchez se ve obligado a recurrir a la contraprogramación. Por más que caiga bien entre el público que se aprieten las tuercas fiscales a grandes fortunas y grandes empresas, no hay satisfacción psicológica que contrapese el susto que causan los precios y las facturas. Muchos querrán que paguen más otros, pero todo el mundo quiere pagar menos.