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EDITORIAL

Lo bueno de la hipócrita bajada de impuestos de Puig

Por nimia que sea, Puig pone en valor una politica de reducción de impuestos que nunca ha sido llevada a la practica por socialista alguno.

Si la hipocresía, tal y como la definía, François de La Rochefoucauld, es "el homenaje que el vicio rinde a la virtud", nada más pertinente que calificar de hipócrita la supuesta bajada de impuestos anunciada por el presidente valenciano, Ximo Puig. Y eso por varias razones:

Para empezar, Puig es el máximo responsable de que la Comunidad Valenciana padezca, tras Cataluña, uno de los mayores infiernos fiscales de toda España: sólo el año pasado introdujo dos nuevos tramos del impuesto sobre la Renta incrementando el tipo máximo hasta el 29,5%, así como subió el tipo marginal máximo hasta el 3,5% en el impuesto sobre el patrimonio, reduciendo el mínimo exento. No contento, el gobierno de Puig introdujo nuevos impuestos propios sobre las llamadas viviendas vacías, sin olvidar tampoco que la Comunidad Valenciana tiene uno de los sistemas más gravosos en términos de Sucesiones, Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados.

Por otra parte, y en esa misma línea de voracidad fiscal, hay que advertir que Puig, hace escasos cuatro días, arremetía contra los gobiernos regionales que, en el legitimo ejercicio de sus competencias fiscales autonómicas, han emprendido la senda de la reducción de impuestos, como los de Madrid y Andalucia, comunidades a las que Puig pidió a Sanchez que penalizara por esa razón en el sistema de financiación.

Aun así, lo que hace más hipocrita la "gran bajada" de impuestos que el presidente valenciano sorprendentemente acaba de anunciar no son tanto sus antecedentes como el nimio alivio fiscal que en realidad supone. Y es que, manteniendo en su máxima expresión todos los impuestos de competencia autonómica, Puig se limita a anunciar subida del mínimo exento del 10% "a todos los ciudadanos" del que, en realidad, sólo se beneficiarán las rentas menores de 60.000 euros anuales. También ha anunciado, sin especificar, una nueva tarifa autonómica del IRPF en la que sólo dice que adaptará los tramos a la situación actual para hacerlo "más progresivo". Sin explicar cómo, lo único que ha dicho es que con los nuevos tramos del IRPF, las rentas de 10.000 euros se ahorrarán un 21% (lo que supone 94,5 euros), las de 20.000 euros el 7,3% (117 euros) y las de 30.000 euros el 2,2% (67 euros). Así las cosas, y al igual que le sucede a la no menos cicatera propuesta de reducción de impuestos hecha por el presidente del PP en Galicia, estas nimias reducciones de impuestos no servirán para compensar el azote que la inflación esta provocando especialmente en las rentas más bajas.

Aun cuando se trate, pues, de un mero anuncio electoralista hecho a tan solo ocho meses de las elecciones autonómicas, y aun cuando sea cierto, tal y como afirma desde Vox Ivan Espinosa de los Monteros, que "es más fácil que un camello pase por una aguja que un socialista baje los impuestos", hay algo de positivo, con todo, en la hipócrita bajada de impuestos de Puig, que va más allá del hecho de que siempre es mejor una bajada de impuestos, por nimia que sea, que una subida. Y es el hecho de que supone un misil en la línea de flotación del discurso del gobierno social/comunista presidido por Sánchez que ha denigrado y sigue denigrando cualquier reducción de impuestos como una irresponsabilidad que solo beneficia a los ricos y como un ataque a la sostenibilidad de los "derechos" de los ciudadanos por los que ha de velar el Estado. En este sentido, no ha pasado desapercibida la patente contrariedad de la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodriguez, quien ha afirmado que esa medida de Puig no había sido consensuada con el gobierno central para el que no es bueno el "vaciamiento fiscal" ni que "las comunidades inicien esa espiral" de bajada de impuestos.

Por nuestra parte, consideramos que pocas cosas son mejores para el progreso que esa espiral en la que las comunidades y los distintos partidos políticos compiten para reducir la vampiresca, injusta y empobrecedora presión fiscal y el no menos dañino y desorbitado gasto público.

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