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Sergio Brabezo

¡Que pagues, siervo!

Estimado lector, si me lo permite, le pido que jamás argumente la desaparición de los impuestos inmorales basándose en razones objetivas.

Estimado lector, si me lo permite, le pido que jamás argumente la desaparición de los impuestos inmorales basándose en razones objetivas.
El portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, Patxi López, a 28 de septiembre. | Europa Press

Todavía estoy estremecido con la frase del socialista Patxi López que espetó en su última rueda de prensa en el Congreso de los Diputados: "Esto que dice la derecha de que el dinero está mejor en el bolsillo de la gente es una falacia absoluta". Estas palabras son intolerables por parte de un representante político en una democracia.

Para empezar, el actual secretario de Política Federal del PSOE cree que los ciudadanos somos unos seres incapaces de gestionar nuestras propias finanzas. Por si fuera poco, piensa que él sí hará un uso más apropiado del dinero que tú has ganado con tu esfuerzo. Y, finalmente, porque López piensa que tu salario y tus propiedades pertenecen de alguna manera al Estado y no a los legítimos propietarios. En definitiva, la izquierda ve a las personas como siervos del político y como vacas lecheras que exprimir y no como ciudadanos libres que poseen unos derechos propios, innatos e intransferibles. Es decir, derechos y libertades que poseen las personas y que nadie les tiene que dar.

Debemos recordar que la frase de Patxi López se encuadra en la discusión actual sobre la fiscalidad en España. Estas semanas hemos escuchado a varios miembros destacados de la izquierda que han puesto el grito en el cielo porque las comunidades autónomas del Partido Popular están haciendo uso de su autonomía fiscal para bajar impuestos mientras que otros los eliminan en su práctica.

Pero ¿por qué hay que eliminar unos tributos lo antes posible mientras que otros pueden discutirse? Porque existen dos tipos de impuestos, unos que son inmorales y otros discutibles.

Existen dos impuestos claramente inmorales en España. Por un lado, el Impuesto de Donaciones y Sucesiones y, por otro, el Impuesto de Patrimonio. El primero es un impuesto que la persona que acaba de fallecer tiene pagar por transmitir su patrimonio a sus familiares. Sin embargo, es el perceptor de la herencia el que tiene que pagar el impuesto porque, por razones obvias, no existiría un sujeto al que gravar. El segundo tributo grava el ahorro simplemente por el hecho de tenerlo. Es decir, una persona puede carecer de ingreso alguno, pero igualmente estar obligado a pagar un impuesto por el solo hecho de no derrochar el dinero que ha ganado. Lo más terrible de ambos impuestos es que castigan a personas que son responsables con sus finanzas y ya han contribuido con la hacienda común previamente. Por todo ello, ambos gravámenes son impuestos buitres y, en consecuencia, merecen ser eliminados.

Por otro lado, están los impuestos discutibles. Basándonos en los conceptos que desarrolla Richard Epstein (1985) en su obra Takings podemos discutir qué impuestos son los necesarios y justos. El principio en el que se basa Epstein para la defensa de los tributos es que el ciudadano pagará un impuesto siempre que reciba algo a cambio por parte de la Administración. Por lo que es imposible que existan personas que paguen impuestos y no reciban nada por parte del Estado. A partir de aquí empieza otra batalla intelectual sobre los tributos, el tipo de administración y qué servicios ofrece esta. En mi opinión, el impuesto es un mal necesario -por el momento– y, por lo tanto, nuestra obligación actual es reducir ese mal todo lo posible. De lo contrario, solo ampliaríamos el poder del Estado y reduciríamos los derechos de los ciudadanos.

Por todo ello, debemos dar a conocer a los españoles esta atrocidad impositiva que ataca la esencia del concepto de ciudadanía. Así que eliminar todos los impuestos inmorales no es una opción sino un deber.

Y, estimado lector, si me lo permite, le pido que jamás argumente la desaparición de los impuestos inmorales basándose en razones objetivas. Por ejemplo, la poca recaudación que generan, el número minúsculo de afectados por el gravamen o incluso la inexistencia del tributo en cuestión en otros países no son argumentos válidos porque estaríamos aceptando su moralidad. El motivo principal y único de su desaparición es que estos impuestos tratan a los españoles como siervos del Estado. Y yo no soy el siervo del PSOE. Por eso digo, basta de sumisión impositiva, basta de totalitarismo, basta de socialismo.

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