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José T. Raga

Riesgo indebido de odio social

¿Acaso algún pensionista tiene alguna responsabilidad en el mencionado déficit? Rotundamente no.

¿Acaso algún pensionista tiene alguna responsabilidad en el mencionado déficit? Rotundamente no.
José Luis Escrivá | EFE

No es una alarma, de las muchas con las que nos obsequian políticos e informadores, pero parece lógico pensar que pueden producirse situaciones de enfrentamiento que deriven en odio entre los que se consideren sacrificados y los supuestamente beneficiados.

Cualquier español medio se preguntará honestamente si es o espera ser beneficiario de una pensión contributiva, qué delito ha cometido trabajando para que su imagen pública como pensionista sea la de un expoliador de recursos, cuyo expolio mantiene un déficit permanentemente en la Seguridad Social, por la insuficiencia de la, mal llamada, Hucha de las Pensiones.

¿Acaso algún pensionista tiene alguna responsabilidad en el mencionado déficit? Rotundamente no, más allá del hecho de haber nacido y de trabajar para mantenerse, en lo que siempre se ha llamado el honeste vivere. No pudo elegir el Plan de Pensiones; y, obligado a cotizar a la Seguridad Social, se hizo siervo del sistema, que ahora arremete contra él, por ser pensionista.

No hay Hucha, porque es la única aseguradora –la Seguridad Social, mejor denominada Inseguridad Social– que no constituye periódicamente unas reservas matemáticas, calculadas actuarialmente, para asegurar el pago de aquello que se aseguró –el pago de la pensión–, desde la jubilación reglamentaria hasta que Dios quiera.

Cada año la Hucha no sólo está vacía, sino que aparece deudora de sus acreedores –pensionistas… porque nadie habla de dependientes, ni de recién nacidos, ni del ingreso mínimo vital… ni siquiera de pensiones no contributivas… que son partidas de gasto sin cotización– precisando transferencias del Estado.

Un Estado (Seguridad Social) que, como asegurador, es protagonista del problema desde el momento, ya remoto, que optó por un sistema de reparto –las cotizaciones de hoy no van a ninguna Hucha sino a pagar las pensiones de hoy–, según lo establecido entre Asegurador y Asegurado.

Este es el resultado de rechazar el sistema de capitalización, que naturalmente se exige a toda Aseguradora privada; en él, sí habría Hucha donde ingresar las aportaciones de los asegurados, que habrían sido suficientes, si el cálculo estaba bien hecho, para satisfacer, en su momento, las obligaciones de pago contraídas.

Con nuestra afición por la confrontación social –ricos y pobres, cultos e ignorantes, región de procedencia…– estamos sembrando la semilla del odio entre cotizantes y pensionistas. Mientras tanto, desde los poderes públicos se publicitan por activa y por pasiva quienes reciben recursos sociales gracias al sacrificio de otros.

Esta falacia sólo tiene nombre: indignidad y mala fe. Las pensiones –las contributivas– no son un gasto social, como dicen, sino el cumplimiento de una obligación contractual del Estado, como asegurador, con el cotizante-asegurado, quizá, futuro pensionista. Nuestra responsabilidad se limita a querer seguir viviendo; el resto, es toda del Estado.

¡Dejen de hablar de los pensionistas como causantes del déficit de la Seguridad Social, omitiendo las que a ustedes corresponden! Con el despilfarro tan extraordinario entre inútiles ministerios y más ministerios… pero eso se silencia; no es político, o es demasiado político –votos–.

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