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Mikel Buesa

El pufo vasco se hace sanchista

Se ha acordado prorrogar la ley de 2017, que calculaba el Cupo vasco con las cifras presupuestarias manipuladas de aquel año.

Se ha acordado prorrogar la ley de 2017, que calculaba el Cupo vasco con las cifras presupuestarias manipuladas de aquel año.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar. | Jesús Hellín (Europa Press)

Quizás convenga aclarar de entrada al lector que eso del pufo vasco no es otra cosa que el Cupo anual que la Comunidad Autónoma de Euskadi le paga al Estado en contraprestación al coste de las competencias no transferidas que éste ejerce en favor de sus habitantes. Lo llamé así en un artículo que publiqué hace años en La Ilustración Liberal porque, de hecho, eso del Cupo es un auténtico pufo, un timo que desde 1878 se reitera sin solución de continuidad hasta nuestros días, aunque haya tenido sus vicisitudes, pues no puede olvidarse que, para Vizcaya y Guipúzcoa, el régimen de Franco lo suspendió por considerar a ambas provincias como traidoras. De esta manera, los gobernantes vascos de todos los colores —aunque todos ellos herederos del fuerismo, sea por la vía carlista o liberal, o por la nacionalista— han seguido rígidamente el principio que, en sus Breves apuntes en defensa de la libertades vascongadas, enunció Pedro Egaña: "El Fuero es no pagar".

No crea el lector que Egaña fue un tipo extraño a los valores patrióticos de España. Nacido en Vitoria tuvo, entre otros empleos, el de auditor de guerra en Granada durante la primera carlistada —defendiendo naturalmente al Estado español frente a la rebelión alentada por Carlos María Isidro de Borbón— y también defensor de su ciudad natal frente a las fuerzas que lideraba Zumalacárregui. Por Granada fue también diputado a Cortes en 1839; y más tarde, tras un exilio forzado por su oposición a Espartero, representó en el Congreso a las provincias de Álava y Guipúzcoa. Y antes de ser nombrado Diputado General de Álava en la década de los sesenta, ocupó la cartera ministerial de Gobernación en Madrid. Egaña, como otros liberales fueristas, encarnó a esos vascos que se consideraban más españoles que los demás y eran merecedores, por ello, de los privilegios que el sistema foral implicaba para los naturales de las provincias vascongadas.

Así que el fuero es no pagar y en eso estamos, aunque como la historia siempre marcha hacia adelante, ahora sí se pague, aunque poco, lo menos posible. Y para lograrlo tenemos el Cupo. Curiosamente, este artilugio económico-financiero se calcula con una metodología poco objetable —aunque merecería algún ajuste menor— que se llena de números falsos para que lo que salga a pagar sea sólo el chocolate del loro y, de paso, los bolsillos nacionalistas se llenen de recursos para dar a los ciudadanos afincados en el País Vasco unos servicios públicos de lujo. Los estudios que han abordado este asunto concluyen que ese Cupo es entre tres y cuatro veces menor que el que resultaría si no se manipularan las cifras referentes al coste de las competencias estatales y también a la recaudación del IVA. Total que, al final, el gasto autonómico por habitante en Euskadi es más del doble que en el resto de España. O sea que los españoles de a pie —que ni descendemos de Túbal, uno de los nietos de Noé, ni somos del linaje de Aitor— estamos pagando la intemerata para que los nacionalistas se quejen de lo mal que están en España. ¡Vivir para ver!

Ahora el Cupo se ha hecho sanchista gracias a las negociaciones presupuestarias entre el gobierno y el PNV. Se ha hecho sanchista porque, sin el menor disimulo, se ha acordado prorrogar la ley de 2017, que lo calculaba con las cifras presupuestarias manipuladas de aquel año. O sea que ahora vamos a tener un Cupo menospreciado. Total, qué más da, si de lo que se trata es de no pagar. ¿Para qué hacer el paripé de recalcular lo que ponen los vascos en las arcas del Estado con los créditos que figuran en el fabuloso presupuesto que la ministra Montero ha preparado para 2023, el de mayor nivel de gasto de la historia? Ya se ve que, con Sánchez, ni siquiera se guardan las formas, tal vez porque basta una de esas sonrisas que ocultan lo que se pacta bajo cuerda. En fin, querido lector, tenga usted en cuenta que desde ahora tendremos un pufo vasco magnificado. Me temo que sin remedio, pues, pese al esfuerzo que hemos desplegado los que hemos estudiado el asunto, predicamos en un desierto político en el que también habita la alternativa al socialismo sanchista.

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