Menú

Rallo: "Yo soy el primero que asume que el capitalismo no tiene por qué ser eterno"

El colaborador de EsRadio presenta "Anti-Marx", un monumental trabajo de dos volúmenes y 1.700 páginas.

El colaborador de EsRadio presenta "Anti-Marx", un monumental trabajo de dos volúmenes y 1.700 páginas.
El economista Juan Ramón Rallo, en un acto de LD | David Alonso Rincón

El economista Juan Ramón Rallo, colaborador habitual de EsRadio, presenta nuevo libro. "Anti-Marx" (Deusto, 2022) es un ambicioso tratado que ocupa dos volúmenes y 1.700 páginas. El resultado es un ensayo dedicado al pensamiento político-económico de Karl Marx, que Rallo reconstruye y critica de forma minuciosa y detallada.

Es evidente que no estamos ante un libro más: la extensión de "Anti-Marx" pone de manifiesto que este es un libro muy trabajado y, deduzco, una obra importante para Vd. ¿Por qué ha llegado tan lejos, siendo probable que muchos de sus lectores sean ya decididamente anti-marxistas y teniendo en cuenta que sus opiniones generan rechazo entre los seguidores del pensador alemán?

Hace ya varios años me planteé escribir una crítica a la teoría marxista por el mero hecho de que constituye el marco de referencia en torno al cual se desarrollan muchos de los debates que solemos encontrarnos en el ámbito de la academia, los medios de comunicación, la política, etc. Estoy convencido de que el pensamiento de Marx está profundamente equivocado, pero en el plano intelectual me parece importante hacer un esfuerzo por entender a quien está en frente. Por eso he realizado un análisis tan profundo, porque quiero construir mi crítica al marxismo partiendo de un estudio minucioso de dicho pensamiento.

Hoy en día muchos debates se despachan en un par de tuits. Vd. mismo tiene mucho seguimiento en redes sociales. Sin embargo, lo que propone al lector es una obra muy profunda y detallada.

El libro desborda el objetivo inicial. En el precontrato con la editorial habíamos establecido un umbral de referencia de unas 700 páginas y al final nos hemos ido a dos volúmenes que suman 1.700. Por suerte, hemos encontrado la forma de encajar el proyecto, creo que la edición es inmejorable. Además, hemos acompañado el lanzamiento de la salida al mercado de 99 copias especiales del libro, disponibles en formato NFT. Dentro del ámbito cripto, mi atención solía estar centrada en Bitcoin, pero mi editor me convenció de hacer un experimento y ha funcionado muy bien, porque se han agotado todos los ejemplares y, a cambio, los compradores han recibido una versión personalizada de la obra, un encuentro privado en el que podremos debatir sobre el libro y otras ventajas.

Bien, vayamos al contenido del libro. Vd. no niega la vital importancia del factor trabajo, pero al contrario que Marx considera que, lejos de explotar al obrero, el capitalista se complementa con él a base de realizar distintas aportaciones que resultan esenciales para la producción.

El error de fondo del pensamiento de Marx viene, efectivamente, de la teoría del valor trabajo. El primer capítulo del segundo tomo, que tiene una extensión de 300 páginas, se ocupa en profundidad de esta cuestión… Veamos. Si solo el trabajo genera valor, y si el capitalista no trabajase y se dedicase a vivir de las rentas como quizá hacían algunas élites decimonónicas, pues podría tener sentido sostener que el segundo vive a costa del primero, puesto que el capitalista no generaría ningún valor y su aportación al proceso productivo sería nula. Sin embargo, el capitalista desempeña funciones directivas, de modo que su remuneración no se puede reducir a la mera inyección de capital o la simple tenencia de unos medios de producción. Además, ese capital se ahorra y se invierte en la empresa, pero esta no es una operación garantizada, sino una acción vinculada a muy importantes costes de oportunidad, amén de riesgos e incertidumbres varias.

El trabajo que el obrero entrega al capitalista puede tener un valor en el futuro, pero no en el presente. Si fabricamos coches hoy, quizá los venderemos mañana, pero eso dependerá de la acogida que tengamos en el mercado. Sin embargo, aunque el posible beneficio solo se da mañana, el salario del trabajador se paga hoy. Hay, pues, un intercambio temporal del que sale ganando el trabajador, puesto que aquel que asume el riesgo de remunerar a su fuerza laboral sin saber si obtendrá ganancias en el futuro es, en efecto, el capitalista.

Al final, el gran error de Marx es no considerar que la provisión de financiación, que acarrea tiempo y riesgo, además de costes de oportunidad varios, aporta valor al proceso productivo. El capitalista juega un papel indispensable para sacar adelante la actividad de la empresa y, precisamente de esa forma, crear y mantener ese empleo del que obtienen sus ingresos los trabajadores.

Otro punto central del marxismo es la idea de que la sociedad siempre estará partida en dos clases.

Es verdad que Marx no entró a fondo en el debate moderno sobre la desigualdad, pero porque se dedicó más bien a realizar un planteamiento radical que, directamente, divide en dos a la sociedad. A un lado están los capitalistas explotadores. Al otro lado están los obreros explotados. Y, según Marx, los primeros siempre estarían por encima de los segundos y cualquier transformación de ese orden de cosas requeriría, necesariamente, algún tipo de revolución. De modo que, en ausencia de esa conmoción, los capitalistas siempre estarán por delante, porque el control de los medios de producción les permite exprimir el grueso de las ganancias que generan los trabajadores.

Ya hemos comentado en la anterior pregunta que, en realidad, las ganancias que obtienen los capitalistas son procedentes. Pero, además, es importante recalcar que los factores de producción que se controlan en el presente no tienen por qué ser los mismos en el futuro, porque la obra de Marx no toma en consideración la importancia del capital humano, es decir, el poder que tiene el ser humano de hacer valer su ingenio, creatividad y esfuerzo para enriquecerse a base de generar valor en el mercado y, por esa vía, acceder a medios de producción que, quizá, no estaban inicialmente a su alcance.

En tiempos recientes hemos leído a autores que retoman esta forma de razonar. Es el caso de Thomas Piketty, que viene a decir que el capital siempre irá por delante de las rentas del trabajo. En realidad, el ahorro potencial máximo de los trabajadores, medido como porcentaje de su renta, es mayor al de los capitalistas, puesto que los segundos consumen sus plusvalías para vivir, mientras que los primeros pueden mantenerse con su salario y beneficiarse de la rentabilidad que puedan derivar sus ahorros. Esto no siempre es así, porque ahorrar e invertir es difícil, pero pone de manifiesto que no existe esa inexorable evolución a una desigualdad cada vez más grande, como planteaba Marx.

De hecho, la sociedad actual es mucho más igualitaria que la de los tiempos previos al capitalismo.

En este sentido, el libro comenta algo muy interesante. Veamos, el primer tomo de El Capital se termina en torno a 1850, pero ve la luz en 1867. Hay, por tanto, un lapso de casi veinte años entre la redacción de la obra y su llegada a la imprenta. Esto explica que los autores realizasen un esfuerzo de revisión y actualización orientado a llevar al presente buena parte de las estadísticas que recogía el libro. Sin embargo, ¿qué estadística dejaron congelada en 1850? En efecto, la referida a las condiciones de vida de los obreros. Y esta decisión resulta especialmente polémica, porque fue precisamente a partir de 1850 cuando las clases trabajadoras de las nuevas economías capitalistas, como Reino Unido, empezaron a experimentar un avance cada vez más acelerado.

De hecho, hasta su muerte en 1893, Marx nunca revisó estas tablas, dando por bueno que se siguiese reeditando una obra que ya no era compatible con la realidad. La actualización de las cifras habría desmontado sus tesis, puesto que en la segunda mitad del siglo XIX se produjo un fuerte avance en el bienestar de la clase obrera. Tanto Marx como Engels forjaron sus intuiciones sobre el mercado laboral británico en una época embrionaria del capitalismo, donde la mejora de las condiciones de vida avanzaba más lentamente. Por tanto, su tesis podía resultar sugerente e interesante. No obstante, cuando la realidad cuestionó sus escritos, miraron hacia otro lado.

Marx reconocía el genio del capitalismo, pero acotaba el alcance de sus beneficios a quienes ostentaban los medios de producción.

Efectivamente, Marx pensaba que el capitalismo podía generar prosperidad, porque era una fórmula productiva más eficiente, pero acotaba y limitaba esos avances a los capitalistas. En general, tendió a defender que los ricos serían más ricos y los pobres, más pobres. Es cierto que en algunos fragmentos de su obra se abre a la posibilidad de que los obreros puedan lograr mejoras, pero lo hace insistiendo en que, en cualquier caso, su posición relativa siempre evolucionaría a peor. De modo que siempre defendió la depauperación de los trabajadores como una consecuencia inseparable del mercado. La evidencia pone en entredicho y tumba por completo esta visión.

El caso es que, una y otra vez, los marxistas insisten en que el fin del capitalismo está próximo. Lo decían en el siglo XIX, lo decían en el siglo XX, lo siguen diciendo en el siglo XXI… Parece una de esas sectas empeñadas en anunciar el fin del mundo.

Cada vez que Marx y Engels fueron testigos de algún tipo de crisis, pronosticaron que el capitalismo estaba acercándose a su fin y que el socialismo iba a llegar. Al marxismo le gusta definirse como un pensamiento de base científica, pero la verdad es que no parece muy científicamente riguroso el dedicarse a anunciar el colapso del capitalismo cada cinco o diez años, siempre de manera equivocada. Lo que sí tengo claro es que Marx estaba genuinamente convencido de que la revolución estaba a punto de estallar, puesto que su correspondencia con Engels pone de manifiesto hasta qué punto tenían esa certeza. El problema es que sus seguidores no han aprendido nada: el capitalismo sigue en pie, la revolución sigue sin materializarse y el marxismo solo se ha aplicado cuando ha sido impuesto a través de gobiernos dictatoriales. Pese a esa evidencia, los seguidores del pensador alemán insisten en que el capitalismo está condenado a desaparecer, porque el propio sistema tendría una tendencia hacia unas ganancias decrecientes que, en última instancia, acabaría por precipitar su final. En el libro explico por qué esta tendencia no tiene por qué ser inevitable y tampoco tiene por qué llevar consigo la caída del capitalismo.

Yo soy el primero que asume que el capitalismo no tiene por qué ser eterno. Entiendo que es un grave error dar por sentado que el sistema permanecerá inmutable. Pero también es un grave error pensar que lo que viene después del capitalismo tiene que ser necesariamente el socialismo. ¿Por qué? ¿Acaso no podríamos ir hacia otros modelos productivo? ¿Y si lo que llegase después fuese una suerte de ultra-capitalismo? ¿Y si es simplemente un post-capitalismo que altera el orden existente sin incurrir en elementos propios del pensamiento marxista? ¿Por qué la única salida posible sería la de la comuna? Hay un salto muy grande entre seguir insistiendo en que "el capitalismo va a caer", como afirman desde hace más de ciento cincuenta años, y ligar dicho colapso a la predicción de que "el socialismo va a llegar".

El pensamiento marxista alumbra ese socialismo futuro como un paraíso para los trabajadores. Sin embargo, los regímenes que han seguido sus planteamientos solo han traído el infierno a la Tierra. Así, hablar de sistemas comunistas es sinónimo de pobreza, hambre, ineficiencia, represión, contaminación… Dicho esto, los marxistas suelen decir que tales modelos fracasaron porque no fueron fieles a la visión de Marx.

En efecto, la mayoría de los seguidores del pensamiento marxista nos dicen que Lenin y Stalin se alejaron de las ideas del pensador alemán. Yo no tenía una visión preconcebida al respecto, de modo que, a la hora de sumergirme en todos sus escritos, papeles y documentos, partí de que, en efecto, era posible que Marx solo fuese un pensador utópico cuyas ideas fueron desarrolladas de manera torcida. Sin embargo, hoy tengo claro que, si bien no llegaría a afirmar que es 100% inevitable que el marxismo devenga en leninismo o estalinismo, sí tengo claro que ambas son las dos únicas consecuencias posibles que se me ocurren bajo un escenario en el que se apliquen de forma práctica las ideas de Marx.

Completar este tipo de investigaciones suele hacer que uno se sienta, en parte, familiarizado con la persona que hay detrás del personaje al que ha estudiado. ¿Qué opinión tenía de Karl Marx antes de escribir el libro y en qué medida ha cambiado su parecer?

Cuando lees tanto a un autor, terminas cogiéndole algo de cariño al proceso de estudio del personaje y, a veces, al propio personaje. Así me pasó con John Maynard Keynes. A pesar de que me considero antikeynesiano, he de reconocer que su figura no me resulta antipática, salvo algunos matices. Pues bien, de mi investigación sobre Marx lo que ha surgido es cierto aprecio o simpatía por su colega Engels. Me he leído toda la correspondencia que intercambiaron ambos autores y, ciertamente, he terminado convencido de que el trato que Marx brindaba a Engels era, con frecuencia, el de un interesado.

Cuanto más he conocido la trayectoria de Marx, más se ha deteriorado mi opinión acerca de su persona. Creo, de hecho, que su forma de ser dejaba bastante que desear. Y no lo digo porque fuese un "vago", porque hay quienes han insistido mucho en eso, pero una cosa es que no tuviese un empleo al uso y otra que no trabajase toda su vida como una persona dedicada a la política. En efecto, Marx consagró a eso su vida y realizó un gran esfuerzo para tener éxito en tales empeños. Puede que esto no nos resulte loable, puede que hasta nos parezca que su esfuerzo fue deplorable, pero el caso es que no se puede decir que no hiciese nada con su vida.

Lo que sí me ha llamado mucho la atención es cómo instrumentalizaba a quienes le rodeaban para cumplir sus fines. Antes me referí a su relación con Engels. Creo que era un hombre totalmente subyugado por Marx. Hay una carta en la que Engels comunica a Marx que ha fallecido su esposa y ¿cuál es la respuesta que le da quien había sido su colaborador durante tantos años? Básicamente, un pésame de dos líneas… seguido de una petición de financiación. De hecho, el propio Marx se acaba disculpando (¡le echa la culpa a su mujer!) por esa frialdad. Pero este no es un episodio aislado. Con Engels se repite mucho ese patrón Pienso también en su trato con Paul Lafargue, quien sería su yerno. Cuando le conoció, le exigió que tuviese un determinado patrimonio para poder casarse con su hija. Y, por otro lado, hay varios documentos privados en los que Marx deja por escrito su impaciencia porque llegue el fallecimiento de su madre y, así, tener acceso a la fortuna familiar.

De modo que, al margen de lo que pensamos del intelectual, considero que la persona que había detrás dejaba mucho que desear. Yo no tenía muchos prejuicios en este sentido, puede que sí los tuviese en relación con sus ideas, pero no sobre la persona. Sin embargo, ahora puedo decir que, aunque no las comparto, entiendo algo mejor sus ideas, mientras que de la persona no podría decir muchas cosas favorables.

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios