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Enrique Navarro

El 75% de la industria de Defensa española está en manos extranjeras

Es el momento de aprobar una Ley de Programación Militar para los próximos ocho años.

Es el momento de aprobar una Ley de Programación Militar para los próximos ocho años.
El blindado 8x8 Dragón es una de las bases sobre las que pivota la modernización del Ejército de Tierra.

Para entender el posicionamiento de nuestra industria y dar una idea del tremendo esfuerzo que han realizado las empresas de defensa nacionales y las extranjeras que han invertido en nuestro país en los últimos veinticinco años, traigo algunos datos que nos pueden dar una pincelada.

En 1997, hace 25 años, el Ministerio de Defensa invirtió en Euros constantes de hoy 3.819 millones de Euros. Las compras en el exterior ascendieron a 624 millones de Euros de 2022, con un retorno industrial para nuestras empresas de 490 millones. Es decir, el 90% de nuestras adquisiciones tenían como destinatario a empresas de propiedad mayoritariamente nacional y generaban empleos y tecnología dentro de nuestras fronteras. La producción total del sector de Defensa ascendió a 2.130 millones de Euros de 2022, con un ratio de exportación sobre facturación del 20%.

Si regresamos a la actualidad, la inversión media anual del ministerio de Defensa en los últimos cinco años ha ascendido a 2.522 millones de Euros, lo que supone una pérdida de un 25% en términos reales respecto de 1998. Sin embargo la industria de defensa ha facturado de forma consolidada 5.800 millones de Euros en 2021, es decir un 125% más, y además con un ratio de exportación del 40% de su producción. Es decir, a pesar de la contracción de la demanda, nuestra industria ha hecho muy bien sus deberes.

La competitividad de nuestra industria y su capacidad tecnológica han implicado que hoy el 75% de la industria de Defensa en España esté en manos mayoritariamente extranjeras, lo que debería ser un motivo de reflexión. Lo preocupante es que todo el proceso ha sido en una dirección, y apenas nuestra industria ha invertido en terceros países; vamos que nos han invadido industrialmente, lo que desde el punto de vista empresarial y tecnológico ha sido un revulsivo muy importante.

En definitiva nuestra industria ha realizado una gran transformación, mientras que los sucesivos ejecutivos desde 2005, y no solo tiene que ver con la crisis económica, se han equivocado radicalmente. Este Gobierno, empujado por la Guerra de Putin parece haber despertado del letargo.

Ahora, la polémica que envuelve a Indra llama la atención. El Gobierno se guarda la famosa acción de oro mientras el Ejecutivo controla a través de la SEPI la participación mayoritaria de Indra, compañía que el presidente de Amber Capital, Joseph Oughourlian, so propone trocear. "No puede acabar con una empresa estratégica, dicen", cuando en realidad, buena parte de la industria ya está en manos extranjeras, concretamente el 75%.

La política industrial y económica de la Defensa se inicia con la primera Ley de Dotaciones de 1971 vigente hasta que con la crisis de 1993, en plena tormenta de dividendos por la paz, el gobierno optó por la liquidación de la industria de defensa, con plena disposición a echar por tierra proyectos ya firmados como la nueva fragata, aviones Eurofigther y los carros Leopardo. Sin embargo desde 1996, y gracias al apoyo financiero del ministerio de industria se revirtió esta situación, y en el año 2000, las tres grandes empresas con potencial de rentabilidad propiedad del gobierno fueron privatizadas, con tres modelos de éxito diferentes; Santa Bárbara, Indra y CASA, con la salvedad de que han quedado muy abandonadas a su suerte por los gobiernos a partir de 2005, lo que sin duda tiene mucho que ver con los movimientos a los que asistimos últimamente. El sistema de financiación del Ministerio de Industria, tenía como objetivo fortalecer la industria nacional, cuando perdió su carácter primario para convertirse en un mero mecanismo de conseguir recursos económicos, todo comenzó a desvirtuarse.

En los últimos años, el capital privado extranjero ha entrado con fuerza en empresas en sectores de Tecnologías de información, aeromotores, munición, explosivos, y es dominante en plataformas aéreas y terrestres. Navantia, que sigue soportando pérdidas desde hace décadas, se mantiene como el baluarte nacional, junto a Indra, que parece estar en un proceso de re-nacionalización o de desinversión, según los días.

Nuestra industria de defensa es la quinta en Europa y factura casi 6.000 millones, mientras que la italiana no llega a los 10.000 millones, aun cuando su nivel de inversiones en los últimos siete años asciende a 40.000 millones de Euros frente a 20.000 millones de España. Estamos muy lejos de los 100.000 millones acumulados de Francia y los 135.000 millones de Reino Unido en inversiones. Es decir, a pesar de todos los mensajes, nuestro nivel de inversión en defensa es ridículo, mientras que nuestras empresas exportan a Reino Unido, Arabia Saudita, Australia, Noruega o Turquía, por decir algunos casos.

Otra cuestión de didáctica es determinar qué factores hacen que una industria de defensa sea competitiva y eficiente. Por orden de importancia son cuatro: a) educación especialmente universitaria sostenida y eficiente durante generaciones; b) inversión en I+D; España invierte 35 millones de I+D de Defensa y Francia 6.581 millones de Euros, con casi 1.000 millones para demostradores y pequeña y mediana empresa; c) una adecuada política de colaboración internacional que permite una aceleración del aprendizaje y el acceso a tecnologías avanzadas y finalmente d) un gobierno comprador que invierta y planifique sus inversiones sin querer inventar la pólvora por razones coyunturales.

Nos encontramos en la actualidad ante un momento crítico, no solo de nuestra industria sino de nuestra Defensa. Ucrania nos ha abierto los ojos a algo de lo que ya algunos éramos conscientes, que vivimos en un mundo inseguro lleno de amenazas y que la defensa es vital para nuestra prosperidad, libertad y seguridad. Si en este momento de nuestra historia no damos pasos decisivos, nuestros enemigos nos verán más débiles, nuestra industria habrá perdido su última gran oportunidad, y sobre todo, estaremos más aislados de los centros de decisión mundiales, y no respetados ni dentro ni fuera.

Es el momento de aprobar una Ley de Programación Militar para los próximos ocho años, con recursos asignados específicos, dejando fuera las amortizaciones de los préstamos de industria y las compras de material recurrente, pero incluyendo la modernización y el mantenimiento. No hay otra manera de programar los recursos que sabiendo hacía dónde vamos. Esto es lo más básico que necesita la industria. Lo segundo, es equipararnos en inversiones e I+D a nuestros vecinos, lo que nos llevaría a inversiones en torno a los 4.000 millones de Euros anuales de los cuales 600 millones deberían ser para I+D, sostenidos en el tiempo. Claro que aprobar una ley que defienda a España de sus enemigos requeriría de otras mayorías parlamentarias que las actuales, pero que sin duda existen en el Congreso de los Diputados en la actualidad.

Debemos resolver los contenciosos empresariales; Indra, es uno de los puntales de nuestra defensa y tecnología. Una empresa de T.I. en España no puede vivir solo de Defensa, es imposible, no hay negocio, y competir con los gigantes en sus mercados es muy complicado, el tamaño en sector sí importa. Es obvio que crecer en servicios de poco valor añadido era muy suculento hace quince años pero hoy en día con la brutal competencia, se ha convertido en un sector commodity; lo lógico sería crecer horizontalmente, ya que las consolidaciones verticales que se han producido en Francia y en otros países no han sido muy exitosas, aunque no hay muchas opciones en el mercado nacional, por lo que cualquier estrategia de desinversión, si se considerase, debería llevar la toma de participaciones en empresas de TI en terceros países, potencialmente mercados de futuro, para subsistir a largo plazo.

Tenemos unas fuerzas armadas extremadamente profesionales y preparadas, muy superiores a los recursos de que se las dota; tenemos una industria muy por encima de los programas que se le asignan y finalmente tenemos un país muy por encima de los recursos que se les detraen a los ciudadanos, así que al menos tenemos fundamentos, solo falta ponerlos en valor y estar convencidos de que es el momento de fortalecernos como nación y no de todo lo contrario, de abandonar regates en corto y rencillas y tener altura de miras. No nos juzgarán por lo listos o torpes que fuimos hoy, sino por el legado que dejemos a la siguiente generación y ahí no podemos equivocarnos.

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