Consumimos estos días las últimas horas del año que estaba llamado a confirmar la recuperación económica después del coronavirus. Sin embargo, los desmanes monetarios de los bancos centrales, unidos a los desmanes presupuestarios del gobierno de Sánchez han traído la inflación. Un vertiginoso aumento de precios que llegaron a despreciar nuestros políticos por considerarlo transitorio.
Pero al Ejecutivo de Sánchez, Alberto Garzón, Yolanda Díaz o Nadia Calviño, poco le importa la realidad que vivan los españoles, para ellos, la fiesta continúa: en su último balance y justo antes de aprobar una ayuda peronista para que 4,2 millones de familias puedan comprar alimentos, Pedro Sánchez presumía de presidir una España campeona en creación de empleo y crecimiento del PIB. Además, se jactaba de estar "doblegando la curva de la inflación", decía ufano.
Pero en realidad Sánchez tiene muchos motivos para estar, no sólo satisfecho, sino eufórico. El fenómeno económico que atravesamos es letal para las economías familiares pero fantástico para los gobernantes.
Mientras el efecto pernicioso de una inflación desbocada se come el patrimoniode los españoles a marchas forzadas, dificulta a cada vez más hogares pagar una hipoteca que se dispara por efecto del euríbor (ya en el 3%), o llenar la cesta de la compra (que ha subido más de un 15%), o echar gasolina al coche (que se ha encarecido un 24%), o pagar los recibos de la luz y el gas (que siguen disparados), el mismo efecto resulta balsámico para un Gobierno que dispara la deuda pública. A medida que la inflación crece y se cronifica, el efecto sobre la deuda disminuye. Así, Este año, en el que la deuda pública se habría disparado más de 75.000 millones de euros hasta los 1.5 billones de euros, así como la recuperación de las tasas positivas en los tipos de interés que facilitan la demanda de deuda por parte de los inversores, incentiva el endeudamiento.
La crisis económica que vivimos y que ya impacta sobre el empleo con datos tan inquietantes como el primer mes de julio en la historia de España con destrucción de puestos de trabajo, también tiene un reflejo histórico en la caída de salarios reales. En el entorno del 6% este año y un acumulado del 12,8% desde la anterior crisis en 2008. Mientras, el Gobierno dispara sus ingresos. Hacienda, que sigue empeñado en no deflactar la tarifa del IRPF para evitar que se multipliquen los efectos negativos de la inflación sobre las rentas de los españoles, ha disparado sus ingresos de manera obscena gracias precisamente a la inflación. Ha ingresado un 15,8% más por IRPF, un 18% más por IVA y un 30% más por el impuesto de sociedades. En total, un 17% más de ingresos en lo que va de año hasta el mes de octubre (último del que tenemos datos).
Vamos, que a medida que los españoles nos empobrecemos, el Gobierno se forra a impuestos, y ve cómo se disminuye su deuda. Además, el dinero sigue fluyendo en manos de Sánchez y los suyos merced a dos fenómenos:
1 El efecto de las políticas expansivas de los bancos centrales (que permite que siga habiendo liquidez en el mercado)
2 Los planes de ayuda de la UE que el Ejecutivo maneja a su antojo, repartiéndolos sin control alguno y cuya ejecución todavía deja mucho que desear.
Así las cosas, podríamos decir que sí, que para el Gobierno ha sido un 2022 fantástico, pero para los españoles se ha convertido en una pesadilla. ¿Cambiará la cosa en 2023? Parece que los incentivos de quienes ostentan el poder están más alineados con mantener esta situación que con aliviar la bota de la inflación que pesa sobre las economías domésticas españolas.