Mucho ha sacado pecho el Gobierno de haber sido capaz de frenar los datos de inflación. Presumía estos días Pedro Sánchez de haber bajado "cinco puntos la inflación en los últimos cinco meses", como si las medidas adoptadas por el Gobierno tuvieran algo que ver en la evolución de los precios. Pero nada más lejos de la realidad. Los tímidos maquillajes fiscales que ha aplicado el Gobierno a algunos productos energéticos y de alimentación no evitan que los precios sigan, literalmente, volando.
Según el dato adelantado del IPC (índice de Precios al Consumo) que ha publicado este martes el Instituto Nacional de Estadística, la inflación oficial está ya en el 6,1%, después de avanzar desde enero un punto porcentual, y la inflación subyacente roza el 8% tras registrar el 7,7%.
La inflación, la subida de precios, además, tiene un efecto acumulativo, es decir, que suba más o menos siempre sube y se va acumulando. Si tenemos en cuenta que en febrero de 2022 el IPC estaba en el 7,6%, sumado al 6,1% de este mes de febrero, quiere decir que en los dos últimos años acumulamos una inflación del 13,7%.
Estos datos chocan frontalmente con el discurso del Ejecutivo que lleva meses diciendo que la inflación ha terminado por cuanto ha moderado su tasa desde el 10,8% del pasado verano hasta el 5,7% del pasado mes de diciembre. Sin embargo, esa moderación respondía más a un "efecto escalón" por la comparativa interanual del indicador y por tanto, por tener que compararse con altas tasas de inflación de un año antes.
Prueba de ello es que, aunque durante los últimos meses del año pasado la tasa de IPC interanual se moderaba, la inflación subyacente seguía una tendencia alcista imparable. Tanto que ya en diciembre de 2022 se invirtieron las curvas de IPC y subyacente.
Sánchez, sin embargo, sigue defendiendo que la inflación la hemos vencido, casi del todo. Según su pronóstico, subirá ahora para volver a bajar.
Pero lo cierto es que los incentivos a que los precios sigan disparados son mayúsculos. Occidente (EEUU y el Euro) llevan más de 10 años, casi 20, con tipos extraordinariamente bajos, pero los últimos 10, además, con políticas expansivas de crédito, los famosos "Quantitative easing (QE)", basado en inundar de liquidez los mercados, incentivar la deuda pública y el gasto desmedido, como aliciente para que la actividad volviera a los mercados y salir de la crisis que estalló en 2008.
A estos 10 años disparando la masa monetaria (lo que es sinónimo de inflación) se le suma que la restricción monetaria todavía no se corresponde a los niveles de inflación que sufrimos. Por miedo a la llegada de una recesión, los bancos centrales norteamericano y europeo han llevado a cabo, todavía, tímidas subidas de tipos, lo que sigue alentando la inflación.
En Europa, además, se da la circunstancia de que para tratar de ayudar a los distintos estados que, como España, han sufrido especialmente con las restricciones derivadas del impacto del Covid 19 en 2020, se ha aprobado un inmenso paquete de ayudas para los Gobiernos que, en el caso de España, asciende a 70.000 millones de euros a fondo perdido, lo que, literalmente, significa inundar de gasolina el incendio de la inflación.
Productos energéticos
En cuanto al dato de febrero, el INE lo atribuye al encarecimiento de la energía y a que los precios de los alimentos y las bebidas no alcohólicas han subido más de lo que lo hicieron en febrero de 2022. Sin embargo, de ser sólo por este motivo, la inflación subyacente no hubiera registrado otro impulso como el que refleja la estadística.
El INE incorpora en el avance de datos del IPC una estimación de la inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos), que en febrero subió dos décimas, hasta el 7,7%, situándose 1,6 puntos por encima del IPC general y en sus valores más altos en más de 40 años.
En términos mensuales (febrero sobre enero), el IPC registró un aumento del 1%, su mayor alza mensual desde el pasado mes junio, cuando subió un 1,9%.