Los últimos datos publicados, muestran claramente que la inversión empresarial ha disminuido desde que Sánchez llegó al Gobierno a lomos de una moción de censura apoyada en la extrema izquierda, independentistas, nacionalistas y el antiguo brazo político de la banda terrorista y asesina ETA. No se trata de un algo opinable, sino de la cruda realidad que muestran las distintas estadísticas publicadas al respecto sobre la Inversión Extranjera en España.
Era de esperar que se diese tan preocupante acontecimiento, debido a que este Gobierno ha sembrado la inseguridad jurídica en todo momento, y no hay nada peor para la economía que no tener claras las reglas en las que se va a desarrollar la actividad económica, porque la incertidumbre que ello conlleva retrae las inversiones a realizar ante la duda de que vaya a cambiar la normativa en algún momento de la inversión, con el perjuicio que acarrearía para el inversor correspondiente, de manera que los empresarios se lo piensan dos veces antes de volver a invertir en España.
De hecho, nada más llegar ya se produjo un deterioro en la inversión extranjera en España, perdiendo de un trimestre a otro más de 3.000 millones de euros, como podemos observar, pero se podría pensar que podía ser fruto de venir de alguna operación especial de inversión anterior.
Sin embargo, los datos de la evolución de la inversión extranjera en España de los últimos cuatro años y medio son demoledores, como puede observarse con los datos del cuarto trimestre de 2022 (último dato publicado).
Dudas que ha sembrado el propio Sánchez durante todo su mandato y que ha acentuado en estos últimos meses, con la aparición de nuevos impuestos de dudosa legalidad y con el ataque a una empresa como Ferrovial, tratando de levantar barreras de salida, que siempre constituyen la peor de las barreras de entrada para nuevas inversiones.
Sánchez piensa que su dialéctica vence a todas las adversidades y que, como el papel lo aguanta todo, nada iba a suceder. Sin embargo, junto a esas medidas han sido cinco años de muchas equivocaciones en política económica: el pasteleo con los independentistas se paga, forzar las normas por RDL no es ortodoxo y el populismo presupuestario ataca a la economía. Así, el presupuesto eleva el gasto de manera desaforada, con múltiples medidas equivocadas. De esa forma, ligar las pensiones a la evolución del IPC incrementa el gasto de manera insostenible, lo mismo que incrementar el gasto público sin límite.
Si a ello le unimos la salvaje subida de impuestos, con incremento del tipo medio efectivo a unos mínimos del 15% y 18% en el Impuesto de Sociedades, una subida de 5 puntos en IRPF y la introducción de nuevos tributos, como la tasa "google" o el impuesto a la banca, la generación de miedo y desconfianza en la economía no puede ser peor. Esto merma la confianza en España como país. Y mermar la credibilidad como país es mermar la inversión que pueda llegar a España, como ya hemos comprobado que empieza a pasar.
Para remate final, la subida a 1.080 euros del salario mínimo pone contra las cuerdas a las empresas, que no pueden asumir dicha elevación de costes, de manera que se les lanza un claro incentivo a que cesen en su actividad empresarial, amén de lo que perjudicará a la economía en su productividad, al elevar los costes laborales de manera muy importante, además de incrementar la economía sumergida.
Sánchez cree que todo esto le sale gratis, que no va a tener ningún efecto y que con él España va a progresar. Sin embargo, la realidad va por otro lado. Quienes arriesgan su dinero y se levantan todos los días para generar actividad económica con su negocio, no quieren inseguridad, ni gasto público desmedido que incremente la deuda y que haga que les cobren más impuestos, ni salarios artificiales que no puedan pagar porque les arruinen la cuenta de resultados vía costes, y ese miedo lo están demostrando
Esto es sólo el resultado de una política económica equivocada; un desenlace muy triste, ciertamente, pero que puede ser mucho peor de persistir el Gobierno de Sánchez en sus errores durante estos meses electorales, controlado por el populismo de extrema izquierda, los independentistas, el antiguo brazo político de ETA y los nacionalistas para tratar de lograr su reelección. Las empresas comienzan a no querer invertir en España o a retrasar sus planes de inversión o de expansión porque no se fían de la política que llevan a cabo Sánchez y sus socios. Eso repercute directamente en la actividad económica y el empleo, que, de seguir así, comenzarán a caer más, y, por tanto, en la prosperidad de España. Cuesta mucho recuperar la confianza de inversores y agentes económicos, pero muy poco destruirla, destrucción que Sánchez se ha propuesto hacer con mucho esmero y que ya va consiguiendo, al iniciar el hundimiento del tejido productivo.