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José María Rotellar

SMI, salario medio e inflación: las mentiras de la izquierda

Las subidas en los salarios deben ir ligadas a mejoras en la productividad, si no, sólo generarán inflación y perderán más poder adquisitivo.

Las subidas en los salarios deben ir ligadas a mejoras en la productividad, si no, sólo generarán inflación y perderán más poder adquisitivo.
Pedro Sánchez y Yolanda Díaz durante una sesión de control en el Congreso de los Diputados | Europa Press

Una y otra vez se repite por parte de muchos políticos que el salario mínimo es bajo y que hay que subirlo, una y otra vez, como Yolanda Díaz no deja de decir, así como Sánchez y sus socios de Gobierno. Sin embargo, hay que analizar bien las consecuencias de subir exponencialmente el salario mínimo, porque perjudica, claramente, a los menos favorecidos, de manera que hay que tratar de no caer en esa trampa tendida por el intervencionismo. Veamos los datos:

El SMI sube más que el IPC

El SMI se ha incrementado de manera mucho más importante que el IPC tanto de manera interanual -con la excepción de 2021 y 2022- como en el acumulado 2018-2022 y en el acumulado 2018-2023, año en el que ha llegado a a 1.080 euros mensuales en catorce pagas).

Por tanto, realmente no hay que compensar una pérdida de poder adquisitivo, porque ya viene más que compensada por la evolución del período y con la subida aplicada para 2023, en línea con la propuesta de los expertos del Gobierno.

Es más, se ha producido una ganancia de poder adquisitivo:

- Entre 2018 y 2022, el SMI ha crecido 23 puntos porcentuales más que el IPC.

- Entre 2018 y 2023, el SMI habrá crecido 23 puntos porcentuales más que el IPC (incremento de SMI hasta 1.080 euros mensuales en catorce pagas y previsión de IPC medio para 2023 del 4,8%).

El caso del salario medio

En cuanto al salario medio:

- Sí que ha crecido menos interanualmente que el IPC, salvo en 2019 y 2020 (en este último, cayó menos que el IPC).

- Habrá crecido 2,1 puntos menos que el IPC entre 2018 y 2022.

- Habrá crecido 3,1 puntos menos que el IPC previsto entre 2018 y 2023.

- Como no hay datos de salario medio nada más que hasta 2021, la hipótesis es un incremento del 2% para 2022 y del 4% para 2023.

tabla-variacion-porcentual-smi-ipc-salario-medio.jpg

Por tanto, el SMI no hay que incrementarlo para acortar distancias con la subida de la inflación, porque ha crecido mucho más que el IPC.

El salario medio no puede incrementarse por ley, porque sería intervenir el mercado.

En cualquier caso, y aunque el SMI hubiese crecido menos, no debería incrementarse más por las siguientes razones:

Se incrementarían costes de las empresas y de los autónomos, al aumentar la base mínima de cotización y los costes laborales.

Eso podría empujar al incremento del desempleo y de la economía sumergida (que haría descender la recaudación tributaria y de cotizaciones a la Seguridad Social).

Efectos de segunda ronda

Adicionalmente, se generaría unos peligrosos efectos de segunda ronda, con una espiral-precios salarios (las empresas repercutirían los costes en precios; los trabajadores volverían a exigir más subidas salariales; volvería a repercutirse en precios; volverían a reclamarse más salarios, y así, sucesivamente).

En una espiral precios-salarios, siempre terminan creciendo más los precios que los salarios, con lo que sería una medida perjudicial y no sólo no mejoraría el poder adquisitivo de los ciudadanos, sino que lo empeoraría más, en medio de una economía inflacionista.

Por tanto, además de que el salario mínimo no ha perdido poder adquisitivo, su incremento desmedido, como proponen Sánchez y Díaz, es una trampa en la que no hay que caer, pues sólo aumentará los costes de las empresas, disminuirá, por ello, la actividad y muchos trabajadores perderán su puesto de trabajo, con consecuencias nocivas para el conjunto de la economía. Por eso, las subidas en los salarios deben ir ligadas a mejoras en la productividad; si no, sólo generarán inflación y perderán más poder adquisitivo.

La economía española cuenta con un gran problema estructural en su seno: una ausencia importante de productividad total de los factores y, a partir de ésta, de competitividad, ya que somos menos eficientes, los costes son más elevados y logramos un menor valor de producción en relación al coste de los factores empleados. Lo mismo sucede si hablamos de la productividad del factor trabajo, donde el producto por hora de trabajo no es tan elevado como en la mayoría del resto de países.

Eso provoca que nuestra economía sea más sensible a las variaciones del ciclo económico, de manera que lidere la creación de empleo en los momentos de crecimiento y sea la economía que más empleos destruye en los momentos de caída económica. ¿Cuáles son los motivos? Una elevada dualidad en el mercado de trabajo, una creciente inseguridad jurídica, las rigideces en el mercado laboral o los desincentivos para lograr una mejor organización en el trabajo son algunos de ellos.

Las mejoras en productividad y competitividad son imprescindibles. Si la economía española quiere lograr un aumento importante de su crecimiento potencial, debe lograr incrementar de manera sostenible su productividad, y eso sólo se logra con reformas y flexibilidad, no con incrementos artificiales del salario mínimo, que empobrecen a ciudadanos y empresas e incentivan la economía sumergida.

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