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Las claves de PISA: ni el problema es de dinero ni los asiáticos son superhéroes

Los resultados de este año son la confirmación de tendencias que se intuyen desde hace años y que no encajan con el relato predominante.

Los resultados de este año son la confirmación de tendencias que se intuyen desde hace años y que no encajan con el relato predominante.
La ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, el pasado martes, tras el Consejo de Ministros. | EFE

Nunca como hasta este año se había hablado tanto de los resultados de PISA. Por una parte es lógico, porque las puntuaciones han sido horribles en la mayoría de los países. Pero por otra, no son ninguna novedad, sino la confirmación de tendencias que se vienen apuntando desde hace dos décadas. Aquí cuatro claves que hemos ignorado estos años y que en este PISA se han visto de nuevo acreditadas.

1 El modelo importa; la financiación, mucho menos.

Hasta ahora el mensaje casi siempre ha sido el mismo. Lo han repetido hasta la sociedad políticos y medios de comunicación. Ya es casi un lugar común. ¿Malos resultados en Educación? Es que falta dinero. Es que gastamos poco, en euros y en relación al PIB. Necesitamos más profesores, más clases de apoyo, menos niño por clase, más ordenadores, etc. En resumen, más recursos, sobre todo en la escuela pública. Pues bien, por mucho que lo repitamos... es mentira.

Cuando decimos que es mentira no nos referimos a que todas estas medidas sean inútiles. Algunas de ellas, por ejemplo los profesores de apoyo o las clases de refuerzo, sí se han demostrado eficaces. Otras, desde los ordenadores a esa obsesión tan española por reducir el número de alumnos por aula, no aparece que justifiquen el incremento del gasto o que nos empujen hacia unos mejores resultados. Lo que es mentira es esa idea de que sólo un incremento presupuestario nos llevará al paraíso de los grandes resultados educativos. O que el problema es, fundamentalmente, de dinero.

Lo confirma la propia OCDE en la página en la que desglosa los resultados de España:

El gasto en educación está relacionado con el desempeño de los estudiantes sólo hasta cierto punto. Entre los países cuyo gasto por estudiante [acumulado entre las edades de 6 y 15 años] fue inferior a 75.000 dólares en 2019, un mayor gasto en educación sí vino acompañado de puntuaciones más altas en PISA. Pero este no fue el caso entre los países cuyo gasto acumulado fue superior a 75 000 dólares. Para este grupo, la forma en que se utilizan los recursos financieros parece importar más para el desempeño de los estudiantes que el nivel de inversión. En España, el gasto acumulado por estudiante, equivale a unos 93.100 dólares (siempre en paridad de poder adquisitivo).

Tanto si miramos los resultados de las comunidades autónomas españolas como si hacemos la comparación entre países los datos son muy claros: ni los que más gastan sacan mejores notas ni los que menos gastan sacan peores. Como nos recuerda la OCDE, a partir de un nivel mínimo que sí hay que alcanzar (esos 75.000 dólares a lo largo de la etapa obligatoria), hay de todo: países y regiones que gastan mucho y sacan buenos resultados; países y regiones que gastan mucho y están en la media o por debajo; países y regiones que gastan poco y tienen muy buenos resultados (algunos en el top de PISA, como Estonia); y países en regiones que gastan poco y tienen malos resultados. Pero la obsesión de nuestra clase política y de los medios de comunicación con asociar los malos resultados de PISA a la carestía presupuestaria o a los recortes no es cierta. Y esto no sólo puede decirse de los resultados de este año: desde el primer PISA, la clave ha estado en el modelo.

¿Quiero esto decir que da igual cualquier nivel de gasto? No, ya hemos visto dónde está el límite inferior. Pero casi todos los países de la OCDE, salvo los del grupo de los más pobres (algunos asiáticos, algún sudamericano, Turquía...), lo cumple. Y una vez alcanzado ese mínimo, las notas de Pisa no dependen de si gastas 80.000 o 120.000 sino del modelo; es decir, de cómo lo gastas y de cuál es tu proyecto.

2 Competencia y exigencia

Cuando se habla de educación moderna todos pensamos en ordenadores o tablets en el aula. No entraremos ahora en esa discusión aunque tampoco parece que este tipo de novedades hayan aportado demasiado. Pero tampoco lo vamos a demonizar, algunos de los sistemas con mejores resultados son muy tecnológicos.

En realidad, cuando hablamos de un modelo tradicional no estamos pensando tanto en las herramientas materiales como en los objetivos. Y ahí PISA confirma que los países que mantienen una educación más tradicional tienen mejores resultados. ¿A qué nos referimos con "educación más tradicional"? Aprendizaje más individual; premio al esfuerzo, igualar por arriba y no por abajo, mayor grado de exigencia; contenidos memorísticos y con énfasis en el conocimiento (frente a esa idea de que memorizar no sirve de nada en el mundo de Google); pensamiento crítico y búsqueda de soluciones por parte del alumno; ejercicios repetitivos desde muy pequeños para reforzar los contenidos básicos...

Los países asiáticos y aquellos del norte de Europa en los que las notas son mejores no tienen niños que sean superhéroes. No son superdotados ni nada parecido. Simplemente, son aquellos en los que más hincapié se hace en los contenidos. Con más peso del trabajo individual y de la responsabilidad de cada alumno. Porque, además, todo esto no es incompatible con que luego el niño pueda trabajar en grupo o innovar. La clave es si esto es un complemento o el eje en torno al que gira el sistema educativo. Un profesor en el aula explica, como experto que es; los alumnos que tratan de aprender-apuntar-memorizar lo que aquel profesor les explica; y luego prueban que lo han aprendido de forma correcta. Menos aprender a aprender y más aprender cosas. El niño necesita que le expliquen y aprender del que ya sabe. Y, a partir de ahí, ir construyendo su propio conocimiento. Porque sí, la memoria, el esfuerzo y la repetición importan. Porque un niño con más conocimientos es capaz de hacer más conexiones, entender mejor nuevos conceptos, relacionar materias supuestamente alejadas. El conocimiento no es sólo memoria almacenada; ni es verdad aquello de que, como todo está en Google, podré recurrir a ese mismo Google siempre que lo necesite. Para saber qué buscar en Google, cómo buscarlo y cómo asociarlo con los conocimientos previos, el niño tiene que tener una base sólida que los actuales modelos no han logrado.

Por supuesto, también aquí la competencia es buena. Para empezar, para el niño, que debe sentir que esforzarse le llevará a mejores notas y que esas notas le posibilitarán mejores opciones en el futuro opciones. ¿Qué opciones? De todo tipo. Educativas, como acceder a los mejores centros universitarios; pero también laborales (obtener mejores empleos). En la educación también es importante el incentivo, para profesores, colegios, alumnos y padres. Que todos ellos sientan que el esfuerzo y la dedicación tendrá su recompensa. De nuevo, los asiáticos son el mejor ejemplo. Singapur, Japón, Corea... En todos ellos el modelo educativo es similar: enorme exigencia, competencia por llegar a los mejores centros, búsqueda de la excelencia y el intento de que todos alcancen el nivel superior (igualdad por arriba y no por abajo).

Y una idea muy etérea, pero clave: que la sociedad valore la importancia de la educación. Pero no que la valore a través de declaraciones vacías, sino en la realidad: desde un estatus-consideración elevado de los profesores, que hace que los mejores jóvenes quieran dedicarse a esa profesión; como una exigencia de nivel para centros y alumnos, para premiar a los mejores y advertir a los que se quedan atrás; autonomía para tomar decisiones de esos centros y profesores a la vez que rendición de cuentas si los resultados no son los esperados...

3 No ha sido el Covid

Sí, la pandemia ha afectado y probablemente no para bien. Y sí, probablemente esto era inevitable. Encerrar a los niños en casa, sin contacto con sus profesores y sus compañeros, con posibilidades limitadas desde un punto de vista tecnológico, con maestros, colegios y alumnos poco acostumbrados a este tipo de clases... Todo pintaba mal. Incluso aunque hubieran estado acostumbrados, las evidencias nos dicen que una clase online no puede sustituir a una clase presencial en este nivel educativo. Es decir, que aunque hubiésemos hecho todo bien en 2020-21, es muy probable que hubiéramos obtenido peores resultados después de un año y medio largo de pandemia. Como, además, no lo hemos hecho todo bien (y era lógico que muchas cosas fallasen), los resultados tenían que ser malos de forma casi ineludible.

Pero no todo ha sido pandemia. Desde 2015, España ha caído 15 puntos en Matemáticas, 22 en Lectura y ocho en Ciencias. Si nos comparamos con 2012, el descenso ha sido de 11 puntos en Matemáticas, 14 en Lectura y 11 en Ciencias. En el gráfico que podemos ver a continuación se muestran las notas de España (en azul, con la puntuación en cada prueba) y la media de la OCDE (en naranja): como vemos, la tendencia es descendente desde mucho antes del Covid. Es verdad que España tuvo una nota pésima en Lectura en 2006 que distorsiona mucho la figura. Pero si eliminamos esa calificación, lo que tenemos es que tanto nuestro país como el conjunto de los que hacen PISA muestran una clara tendencia negativa desde hace mucho, especialmente en Matemáticas y Ciencia.

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Por eso, repetimos: los pésimos resultados no son culpa del Covid. La caída en la puntuación de PISA no es algo que se haya producido sólo en el último examen. Llevamos dos décadas viendo un descenso generalizado en la mayoría de los países occidentales, incluso entre algunos de los que mejor lo hicieron en su momento (todo recordamos el caso finlandés). Hay algunas excepciones en este último examen, por ejemplo Reino Unido o los asiáticos, pero la mayoría de los países europeos ha ido empeorando de forma paulatina desde mediados de la primera década del siglo. El agravamiento de ese desplome por la pandemia no puede ocultarnos una realidad estructural: algo ha fallado en los sistemas educativos en los últimos 30 años; los cambios que se introdujeron en los 80 y en los 90 no han dado los resultados esperados.

4 ¿Se imaginan que Ayuso tuviese los resultados de Cataluña?

Desgraciadamente, muchas informaciones sobre PISA no tratan de educación, sino de política. Es verdad que la evolución del País Vasco y Cataluña es tan horrible que este año, por fin, se ha roto un poco el tabú. Aunque hace ya varias ediciones de PISA que ambas regiones estaban bastante por debajo de lo que les tocaría en condiciones normales (es decir, del lugar que deberían tener por su renta per cápita y estructura poblacional).

Estas dos regiones tienen un problema desde hace más de veinte años. En España el nacionalismo ha fracasado de forma absoluta en el sistema educativo, algo lógico cuando uno se empeña en priorizar identidades nacionales y lenguas sobre modelos educativos. Y PISA nos lo confirma en cada edición, aunque la de este año es especialmente sangrante. Cataluña y País Vasco, dos de las regiones más ricas de España, están en la parte baja en cuanto a resultados. Es algo que no tiene ningún sentido. Porque decíamos antes que el dinero no importa y en parte es verdad: el presupuesto no es la clave, la clave es el modelo. Por ejemplo, el País Vasco aparece en algunas clasificaciones como la región que más dinero se gasta en educación, tanto en gasto mensual por alumno como en porcentaje del PIB (es lo que tiene la financiación extra de la que dispone gracias al cupo calculado políticamente). Pero los resultados no llegan.

Pero decir que el dinero no importa nada también sería mentir. Es verdad que la cifra destinada en el Presupuesto tiene menos relevancia de la que le damos; pero, al mismo tiempo, las condiciones socioeconómicas de las familias sí son muy relevantes. En casi todos los países y regiones se repiten las mismas pautas: aquellas zonas en las que las familias tienen más ingresos suelen sacar mejores resultados, aquellos centros educativos con más porcentaje de padres con estudios superiores suelen obtener mejores notas. Esto es lógico: es más fácil que a un niño le vaya bien en el colegio si sus padres son universitarios que si sus padres simplemente tienen educación básica.

Pues bien, según estos dos indicadores tanto País Vasco como Cataluña deberían ser dos de las regiones españolas más exitosas. En los dos casos hablamos de autonomías con una renta per cápita muy superior a la media nacional; en los dos casos hablamos de una población con mucha más educación a la media nacional; lo lógico sería que estuvieran en el nivel medio alto de PISA. Y a partir de ahí podríamos discutir cuestiones de detalles, por ejemplo sobre el peso de la inmigración. Pero por mucho que busquemos excusas (que también podría tener Madrid, la región que más se parece a estas dos en cuanto a la composición de su población) no tiene ningún sentido que Cataluña y País Vasco no solo no estén entre los primeros puestos de la clasificación, sino que estén en los últimos.

Como decimos, Madrid tiene un perfil socioeconómico similar, tanto en la parte positiva (más renta per cápita y padres con más estudios) como en la parte negativa (más peso de la inmigración). Pero, sin embargo, sus resultados están muy por encima de los de las comunidades nacionalistas.

En este sentido, cabe hacerse una última pregunta: Madrid, esa región que leyendo algunos medios de comunicación se supone que está desmantelando los servicios públicos, que apenas dedica recursos a educación, que maltrata a sus profesores y alumnos... es una de las comunidades autónomas (sólo superada de forma evidente por Castilla y León, por cierto otra comunidad del PP) que mejores resultados obtiene de forma consistente desde hace dos décadas. Si fuera cierto que gasta menos y tiene mejores notas, ¿esto sería ejemplo de buena o mala gestión? Y, en segundo lugar, ¿se imaginan que los resultados de regiones ricas como País Vasco o Cataluña los estuviera obteniendo el Madrid del Partido Popular? Sólo se hablaría de los guetos educativos que Ayuso habría preparado para los pobres, del desmantelamiento de los servicios públicos, de la falta de recursos como indicador de la codicia neoliberal...

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