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El drama de Daniel: alquiló su casa para sobrevivir a la crisis de 2008 y sus inquiokupas le han condenado a la ruina

Decepcionado por la reedición de un Gobierno que ningunea a las víctimas de la okupación, el sevillano dice no poder más: "Nos están matando en vida".

Decepcionado por la reedición de un Gobierno que ningunea a las víctimas de la okupación, el sevillano dice no poder más: "Nos están matando en vida".
Daniel, junto a su mujer | LD

Mientras el Gobierno sigue centrado en pagar la factura de la investidura a los independentistas catalanes, el resto de España sigue adoleciendo de los mismos problemas de los que ya adolecía antes de las elecciones. Entre ellos, el auge de la inquiokupación, aquella protagonizada por inquilinos que dejan de pagar, pero se niegan a abandonar la vivienda, convirtiéndose de facto en okupas y arruinado la vida, por tanto, a pequeños propietarios que, en muchas ocasiones, dependen de dicha renta para llegar a fin de mes.

Ese es precisamente el caso de Daniel, un sevillano que justo antes de la crisis de 2008 se trasladó a Madrid a probar suerte y poco después tuvo que volver a su Écija natal con una hipoteca a la que no podía hacer frente. Vender la casa que con tanta ilusión había comprado para formar una familia no era una opción. "Los precios habían caído muchísimo y me hubiera quedado entrampado con el banco, así que decidimos ponerla en alquiler", explica casi arrepentido. Y así lo hicieron.

Lo que jamás imaginaron es que sus inquilinos se terminarían convirtiendo en su peor pesadilla, y que la Justicia sería tan lenta. "Mi familia no se merece lo que estamos pasando. Llevamos así cuatro años y no podemos más. Estamos arruinados", asegura entre lágrimas a Libre Mercado. Le duele por no poder pagar las facturas, por tener que apurar al máximo para que no le corten la luz de su propia casa y por tener que buscar un segundo empleo para sobrevivir, pero, sobre todo, por tener que decirle a su hija que en casa no hay dinero ni para estudiar: "Tenía que estar en la universidad y está haciendo un módulo, porque no nos lo podemos permitir".

La crisis de 2008

Su historia se remonta al año 2006. Por aquel entonces, Daniel y su mujer decidieron abandonar su Sevilla natal para probar suerte en Madrid. Con la vista puesta en formar una familia, compraron un pequeño adosado en Las Matas. "Eran unas casitas que habían construido en los años 60 para los trabajadores de Renfe", recuerda. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaban. Al calor de la crisis de 2008, las hipotecas comenzaron a dispararse y la suya no fue una excepción. "Cuando nos la sacamos, pagábamos unos 500 euros y de repente pasamos a pagar 1.100".

Aguantaron un par de años más, pero en 2010 no les quedó más remedio que hacer las maletas y regresar a Écija. "La casa no la podíamos vender, porque los precios ya habían empezado a caer y hubiéramos seguido debiendo dinero al banco, así que decidimos alquilarla", explica Daniel. Durante nueve años no tuvieron ningún problema con ningún inquilino, pero, en noviembre de 2019, el matrimonio al que le habían confiado su casa por aquel entonces dejó de pagar.

La traición de los Servicios Sociales

Pasados unos meses, y viendo que no saldaban su deuda, los sevillanos decidieron recurrir a la Justicia. Los Servicios Sociales trataron de mediar aportando 3.000 euros para que los ya okupas pudieran ponerse al día, pero pronto volvieron los impagos, así que el procedimiento judicial siguió su curso. El juez ordenó el desahucio. Sin embargo, éste no llegó a producirse: "Faltaban unos días para Navidad y los Servicios Sociales se pusieron en contacto conmigo para decirme que me iban a volver a pagar, pero que, a cambio, tenía que retirar la denuncia".

Daniel y su mujer aceptaron la oferta, pero aquello fue su perdición. Según su relato, ese dinero no llegó nunca: la administración se desentendió por completo y nunca más vieron ni un solo euro. Trataron de hacer valer ante el juez el acuerdo al que habían llegado, pero éste les instó entonces a denunciar de nuevo, y es en ese punto en el que se encuentran actualmente, cuatro años después de que comenzara su particular pesadilla.

¿Vulnerables?

"Tardé en volver a presentar la denuncia, porque ya no tenemos dinero. Estamos arruinados y solo ponerla ya son 1.500 euros", se justifica con la voz entrecortada. Y lo peor es que esta misma semana han recibido una notificación en la que se les comunica que el juicio queda en suspenso a la espera de la solicitud de vulnerabilidad que han presentado sus inquiokupas, la maniobra que utilizan todos cuantos ansían retrasar su desahucio y que, a juzgar por las denuncias que se agolpan en la Plataforma de Afectados por la Ocupación, parece surtir efecto.

Según Daniel, "ella trabaja en un hotel y él trabaja en B" e incluso en un momento determinado le llegaron a ofrecer 5.000 euros de su bolsillo si quitaba la denuncia. "Es decir, que dinero, tienen", insiste. Sin embargo, solo por tener hijos menores es más que probable que consigan su propósito. Lo curioso de este asunto es cuándo los han tenido: "Por aquel entonces tenían un hijo adolescente y desde que me dejaron de pagar han tenido tres hijos más", explica indignado el sevillano, sugiriendo que lo que han hecho es vivir a su costa.

"Ya no puedo más"

Mientras tanto, él ha tenido que buscar un segundo empleo. "Yo tengo un trabajo a media jornada, en el que hago horas extras, pero me he tenido que buscar otro, porque mi mujer es peluquera autónoma, pero que no tiene empleados ni nada, y llevamos dos años que no podemos hacer frente ni a los impuestos ni a nada. La luz y el agua la vamos pagando cuando nos amenazan con cortarla y mi hija, que tendría que estar estudiando en la universidad, está haciendo un módulo porque no nos lo podemos permitir", relata entre lágrimas a Libre Mercado.

"Es la primera vez que me rompo así, pero es que ya no puedo más", se justifica. A la hipoteca de Madrid, se suma la de Écija, una hipoteca que ha tenido que alargar de 25 a 40 años para lograr una ayuda del Gobierno de 200 euros al mes durante cinco años que le permita minimizar sus deudas hasta que todo se solucione. "Y esto no hay economía familiar normal que lo resista", advierte Daniel que reconoce que viven gracias a la ayuda de sus padres.

"Yo tenía una pequeña esperanza puesta en las elecciones, pero cuando ha vuelto a salir esta gente… Es increíble, de verdad", se lamenta. Su denuncia es la misma que la de otras tantas víctimas: "De esta situación que tiene que hacer cargo quien sea, pero no nosotros. Esto es una circunstancia, de verdad, que yo no se la deseo a nadie. Y yo pido una solución a esto, por favor, porque no se habla de los inquiokupas y a nosotros nos están matando en vida".

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