Una cosa es el paro oficial y otra muy diferente el paro real o efectivo. Esta discrepancia surgió como consecuencia de la reforma laboral que llevó a cabo en 2021 la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para, en teoría, reducir el empleo temporal. Pero, básicamente, lo que hizo fue cambiar el nombre a los contratos temporales, convirtiéndolos en "fijos discontinuos", con la particularidad de que dejan de contabilizar como parados incluso en períodos de inactividad, maquillando así las cifras oficiales de desempleo.
La tasa de paro se estabilizó en el 11,8% a cierre del pasado año, según el último Observatorio Laboral publicado por BBVA Research y Fedea. Asimismo, la temporalidad se mantuvo estable en 2023, próxima al 16%, según la Encuesta de Población Activa (EPA), ya que el grueso de la conversión de temporales a fijos discontinuos se produjo en el primer de vigencia de la reforma de Díaz. La suma de ambas categorías eleva la temporalidad real por encima del 20%.
Y esta trampa estadística es lo que, en esencia, permite al Gobierno reducir también de forma artificial la tasa de paro. Mientras que el paro registrado se sitúa en 2,77 millones, el paro real, incluyendo los fijos discontinuos inactivos, se eleva a un total de 3,55 millones, superando incluso las cifra de 2022 y 2023. Es decir, el Gobierno esconde 778.000 parados bajo la alfombra de los fijos discontinuos . El desempleo real asciende pues al 15%.
Mientras que el paro registrado se redujo en 141.000 personas entre enero de 2023 y enero de 2024, el paro efectivo disminuyó sólo en 13.000. Excepto en septiembre, mes en el que vuelven a la actividad laboral los demandantes del sector educativo, el paro efectivo creció en el segundo semestre del pasado año, tal como lo hacía el paro registrado antes de la reforma de Díaz en 2021.