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El gusano de las narices se extiende por los corzos del norte de España

En Burgos, tres de cada cuatro corzos padecen este parásito que acaba diezmando las poblaciones y reduciendo las licencias de caza.

En Burgos, tres de cada cuatro corzos padecen este parásito que acaba diezmando las poblaciones y reduciendo las licencias de caza.
Se estima que la mitad de los corzos son portadores del gusano de las narices. | Flickr/CC/Ignacio Ferre

Entre las especies de caza mayor, el corzo ostenta el tercer puesto en capturas por detrás del jabalí y el ciervo, según las estadísticas publicadas por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. Sin embargo, las poblaciones de corzos están sufriendo estragos debido al gusano o mosca de la nariz (cephenemyia stimulator). Se estima que aproximadamente la mitad de los corzos del norte de España son portadores de este desagradable parásito.

Esta enfermedad lleva unos veinte años afectando a las poblaciones de corzo, sin embargo, los cazadores están preocupados porque cada vez está más extendida. El parásito proviene de insectos similares a los abejorros, que, en pleno vuelo, lanzan sus huevos en las fosas nasales de los corzos. Esos huevos se convierten en larvas y posteriormente en gusanos de gran tamaño que anidan en la nariz y la faringe de los animales. Esto les produce problemas respiratorios, les dificulta comer o correr y les hace mucho más vulnerables frente a las enfermedades y a los depredadores.

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Los veterinarios señalan que el gusano de las narices posiblemente llegó de Francia. Los primeros ejemplares afectados se detectaron en Asturias y Castilla y León, aunque la enfermedad ya se ha extendido por Galicia, Cantabria, País Vasco, La Rioja, Navarra, Cataluña y Aragón.

Resulta complicado determinar cuántos corzos hospedan larvas en su nariz y faringe, ya que este parásito sólo se ve cuando el animal está muerto. Según los datos de la Asociación del Corzo Español (ACE) un 30% de los corzos muestreados en 2016 era portador. El año pasado, la Junta de Castilla y León elevó la cifra a un 46% de los corzos afectados en León. Y la situación en Burgos es mucho peor: tres de cada cuatro corzos de la provincia son portadores del parásito según el estudio del profesor en patología animal, Néstor Martínez Calabuig.

Las consecuencias para la actividad cinegética son nefastas, porque las poblaciones de corzo fácilmente pueden llegar a reducirse a la mitad en las zonas más afectadas. No tanto porque el parásito provoque la muerte de los corzos, sino porque los debilita y les hace vulnerables frente a los ataques de las poblaciones crecientes de lobos, pero también incluso frente a los ataques de zorros o perros. Esta reducción de las poblaciones de corzo supone a su vez una reducción del número de permisos de caza para esta especie. Las consecuencias pueden ser nefastas ya que la actividad cinegética, sólo en Castilla y León, produce entre 500 y 600 millones de euros al año en ingresos económicos, según cifras de la propia Junta.

Sin embargo, el doctor en veterinaria y máster internacional en gestión y conservación de fauna salvaje euromediterránea, José Antonio Pérez, asegura que no hay motivos para la alarma. En primer lugar, esta enfermedad solo afecta al corzo. No se transmite a otros ungulados, al ganado o a las personas. Del mismo modo, la manipulación y el consumo de carne de los ejemplares infectados no representa ningún peligro para los humanos.

Y, en segundo lugar, según explica José Antonio Pérez, están observando que "a lo largo de 10 o 12 años, la enfermedad se autolimita". Esto significa que los corzos acaban desarrollando cierta inmunidad e incluso pueden llegar a albergar cuatro o cinco larvas sin apenas notar sus efectos. "Son enfermedades que llegar para quedarse, pero los animales acaban generando cierta resistencia e inmunidad y conviven con el parásito".

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