
En abril, descendió la deuda en 8.675 millones de euros, pero por un mero efecto de decalaje entre amortizaciones y refinanciaciones, no por un descenso real de deuda, cuya senda sigue siendo ascendente, pues el déficit público continúa incrementándose, tal y como, mes tras mes, en el análisis de deuda que realizamos en Libre Mercado, recordamos.
Por tanto, no es más que un mero espejismo el descenso de abril, porque la tendencia es alcista y la deuda a final de año será mayor que la actual en valores absolutos, con lo que la losa de la deuda mantiene un horizonte de crecimiento.
Así, Sánchez sigue incrementando la deuda igual que lo ha hecho durante todo el quinquenio de su mandato.
La deuda supera los 1,6 billones de euros y se sitúa en octubre en 1,604 billones de euros de endeudamiento, con 447.000 millones de euros de incremento desde que gobierna Sánchez (447.031 millones), según las notas iniciales de deuda de las AAPP emitidas por el Banco de España con carácter mensual.
De esta forma, la deuda sigue incrementándose en alrededor de 200 millones de euros al día (206,86 millones) -casi 1.500 millones a la semana, 6.000 millones al mes, 9 millones cada hora- desde que gobierna Sánchez.
O dicho de otra manera, Sánchez incrementa la deuda cada minuto en 143.655 euros.
Es decir, mientras un ciudadano hace una pausa de quince minutos para tomarse un café por la mañana, Sánchez habría incrementado la deuda en más de 2 millones de euros.
Y durante una jornada laboral completa, en la que un ciudadano habrá estado trabajando duramente ocho horas, generando actividad económica, empleo y pagando sus impuestos, Sánchez habrá aumentado la deuda en casi 70 millones de euros.

Este grave problema puede poner en peligro a la economía española, tanto por su capacidad para financiarla si el BCE deja de comprar deuda, como por la repercusión de sus intereses en el presupuesto, que mermará recursos para servicios esenciales y que, a su vez, incrementará el gasto.
La aceleración de la inflación en la zona dólar y su persistencia en la zona euro han hecho que la Reserva Federal y el BCE, respectivamente, enfríen las expectativas de una bajada de tipos, con lo que los efectos de la política monetaria en la economía, en forma de un menor crecimiento y de un encarecimiento del coste de la deuda pública, se mantendrán durante más tiempo, con sólo una tímida bajada del precio del dinero de 25 puntos básicos por parte del BCE.
El incremento del gasto es un problema importante, con el déficit estructural, construido sobre un gasto desmedido, que se ha ido consolidando en el tiempo, como principal problema.
Así, sobre la base de unos ingresos coyunturales, se ha ido asumiendo un incremento del gasto anual en el sector público, especialmente en el Gobierno de la nación, que nos lleva a una situación de insostenibilidad: con una recaudación adicional de más de 30.000 millones en 2022, el déficit sólo se redujo 2 décimas sobre el objetivo, que denota el importante incremento del gasto que se está produciendo (tres décimas si empleamos la revisión del PIB, pero no es comparable con la previsión inicial, realizada con un PIB estimado menor, al no haberse revisado entonces). Además, la IGAE ha detectado un pequeño incremento del déficit posteriormente, que se come una décima. En 2023, el gasto siguió aumentando y si el déficit disminuyó se debió sólo al incremento de ingresos por aumento de la inflación, al igual que en 2022.
Este endeudamiento se agravará, con mayor crecimiento de gasto, que incrementará el gasto estructural y el déficit estructural, especialmente con las medidas electorales que tomó Sánchez ante el adelanto electoral y con las anunciadas en su debate de investidura. Deuda que aumentará con el esfuerzo presupuestario que supone la medida intervencionista de la entrada del Estado en Telefónica a través de la SEPI.
De esa manera, el déficit estructural español se habrá situado en 2023 entre cuatro y cinco puntos porcentuales sobre el PIB, elemento que señala un grave desequilibrio de la economía española. Déficit estructural que es la gran preocupación de la Comisión Europea.
De hecho, si la Comisión Europea considera que España logrará contener el déficit en 2024 en el 3% del PIB, se debe al incremento del PIB nominal como consecuencia de la inflación, no a que el gasto se reduzca, porque el gasto aumenta.
Sánchez no rectifica, pues la disminución de la deuda que algún mes se produce, no es real, sino por efecto estadístico del distinto decalaje entre amortizaciones y nueva financiación.
La tendencia, así, sigue siendo alcista -y así seguirá mientras siga habiendo déficit, pues la deuda no es más que el sumatorio de los distintos saldos presupuestarios de cada ejercicio- con la aportación de inestabilidad a la economía que ello supone, como también ha sucedido en 2022 y en 2023, pese al incremento extraordinario de recaudación motivado por la inflación, que ya se desacelera a pasos agigantados, situando el gran problema a partir de 2024, donde la ralentización económica -más allá del impulso artificial del efecto base estadístico- será mayor y los ingresos podrán cubrir todavía peor los gastos.
La deuda con esos más de 1,6 billones de euros, supone el 103,99% del PIB español sobre el dato estimado por el Gobierno en la actualización del programa de estabilidad enviado a Bruselas.

Sobre los datos de PIB agregados de los últimos cuatro trimestres, el porcentaje se eleva al 108,23%.

Aunque es obvio que el efecto del denominador derivado del crecimiento del PIB mitiga el cociente, como vemos, seguirá siendo muy elevado porcentualmente y, lo que es más preocupante, creciente en valores absolutos.
Todo ello, nos lleva a que desde que gobierna Sánchez la deuda se ha incrementado en 447.031 millones de euros. Durante el primer año, aumentó en 38.688 millones, y al cabo cinco años de mandato el incremento es de 447.000 millones de euros, según las notas mensuales iniciales publicadas por el Banco de España sobre la deuda de las AAPP.

Así, si durante el primer año creció la deuda por persona en 828,03 euros, en los más de cuatro años de mandato de Sánchez la deuda por persona ha aumentado en 9.200 euros (más de diez veces el incremento del primer año).

O visto de otra manera: en el primer año, la deuda se incrementaba a un ritmo de 105,99 millones de euros al día. Ahora, tras casi cinco años de Gobierno de Sánchez, la deuda crece 206,86 millones de euros cada día.

De esa forma, seguimos con un incremento exponencial del gasto, manteniéndonos en el furgón de cola de la recuperación de la UE, pese a la revisión extraordinaria al alza que ha realizado el INE y al impulso que en 2023 le dio el gasto público al PIB, en un entorno económico complicado, de todavía elevada inflación, que, además, no cae, sino que repunta, con el agravante de venir de niveles muy elevados, siendo muy preocupante la subyacente -la mayor acumulada desde hace más de treinta años-, fuertes costes energéticos -que están propagando ese incremento de precios por toda la cadena de valor-, y un optimismo imprudente por parte del Gobierno.
Es más, la mejora en las revisiones para 2024 son debidas al artificio estadístico del efecto arrastre del último trimestre de 2023, de manera que el Banco de España constata una importante desaceleración en el ITR-2024.
Los ciudadanos necesitan que el Gobierno les aligere de cargas, como, por ejemplo, la deflactación del IRPF, y la bajada de impuestos, no que los endeuden más.
Como siempre digo, es imprescindible, por tanto, reducir el gasto ineficiente, porque es el origen del problema y vuelve insostenible el mantenimiento de la estructura económica con semejante endeudamiento, y devolver a los ciudadanos la recaudación extra que el Gobierno está consiguiendo gracias a la inflación, que asfixia a los españoles, les hace perder poder adquisitivo y les impide llegar a fin de mes y poder competir, en el caso de las empresas, en los mercados. Es decir, se necesita una política económica radicalmente distinta a la de Sánchez.