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La desesperación de Amaya: "Voy a ser la primera mujer en entrar en prisión por echar a su okupa, pero ya no puedo más"

Alquiló su piso a otra madre soltera por pena y lleva siete meses sin cobrar ni un euro. Ella está en el paro y tiene tres hijas a las que mantener.

Alquiló su piso a otra madre soltera por pena y lleva siete meses sin cobrar ni un euro. Ella está en el paro y tiene tres hijas a las que mantener.
Amaya junto a sus dos hijas pequeñas | LM

Si algo suelen compartir todas las víctimas de la inquiokupación, más allá da la ruina económica impuesta por sus verdugos, es la rabia y la impotencia que sienten. El caso de Amaya, sin embargo, es especialmente sangrante: madre de tres hijas de 16, 6 y 4 años, tuvo que cambiarse de ciudad por motivos personales y optó por alquilar su único piso en propiedad para poder pagar la hipoteca.

Se dejó llevar por el corazón y se lo confió a otra madre soltera que se lo suplicó hasta la saciedad. Hoy, esa mujer vive gratis a su costa y lleva su hija a la universidad -irónicamente, estudia Derecho-, mientras ella está en el paro y ni siquiera puede pensar en ahorrar un céntimo para las suyas. Procura evitar el contacto con ella para que no la denuncie por un delito de coacciones, pero su paciencia se agota por momentos. "Voy a ser la primera mujer en España en entrar en prisión por echar a su okupa, pero es que no puedo más", asegura en conversación con Libre Mercado.

Sobrevive gracias a la ayuda de su pareja, pero con la incertidumbre de no saber qué pasará. "Con 1.000 euros que cobro del paro, tengo que pagar 650 de hipoteca y comunidad, otros 200 o casi 300 euros para el abogado porque le voy pagando mes a mes, 40 más porque me he apuntado a un curso para sacarme una oposición… Y encima tengo que pagarle la luz, así que no puedo aportar absolutamente nada en casa y yo no quiero depender de nadie. Nunca lo he hecho y no lo voy a hacer. De hecho, mis hijas este año se quedan sin vacaciones, porque su madre no tiene dinero", lamenta.

La culpable de esta situación es su inquiokupa, que lleva siete meses sin pagarle el alquiler, pero también, insiste, el Gobierno que lo consiente: "Este Partido Socialista dice que mira por la clase obrera y por las mujeres, pero es mentira: yo soy mujer y soy obrera, y me está dejando totalmente desamparada".

Una mujer trabajadora

Leonesa de nacimiento, Amaya se crió en Portugalete. Desde bien joven, aprendió a buscarse la vida para intentar ayudar a su madre, ya que uno de sus hermanos padece esquizofrenia. "A mí nunca me han regalado nada. Todo lo que tengo lo he conseguido con mi esfuerzo -dice orgullosa-. Con 22 años empecé a trabajar como autónoma y a los 25 le dije a mi ama que ya era hora de independizarme y me compré esa casa".

Su madre le avaló para que pudiera conseguir su propia hipoteca y, desde entonces, su única obsesión ha sido no depender de nadie. "Me he dejado mi juventud detrás de una barra, trabajando como una loca. He llegado a mi casa llorando del cansancio y he vuelto a trabajar al día siguiente porque lo único que he pretendido siempre es hacer las cosas bien", se justifica.

Una ayuda que le terminó saliendo cara

En aquel humilde piso, crio a su primera hija como madre soltera y, por eso, cuando por motivos personales tuvo que trasladarse a Extremadura y decidió ponerlo en alquiler, la llamada de su hoy inquiokupa le ablandó el corazón. "Puse el anuncio en una plataforma de Internet y me llamó un montón de veces. Me dijo que ella también era madre soltera y que necesitaba ayuda, porque los dueños del piso en el que estaba se iban a separar y se tenía que ir -recuerda-. Ahora me pregunto si a ellos también les habría hecho lo mismo".

El caso es que, tras reiteradas súplicas, Amaya terminó confiándole su casa e incluso alquilándosela por una renta muy por debajo del precio del mercado. "Allí los pisos están a 800 o 900 euros y yo solo le pido 650, que es lo que necesito para cubrir la hipoteca y la comunidad", explica. No fue la única concesión que le hizo. "Lo iba a alquilar con un seguro de impago, lo tenía clarísimo, pero apareció esta mujer y no le pedí nada, simplemente la ayudé", lamenta ahora al ver el callejón sin salida en el que se encuentra.

Lo que más rabia le da es que antes de entrar le advirtió una y mil veces lo mucho que necesitaba ese dinero: "Le insistí en que entraba con la condición de que si algún día no podía pagar, tenía que irse, porque yo soy mileurista y, con tres hijas, no tengo otra manera de pagar la hipoteca". Aquel pacto lo sellaron a finales de 2022, pero ya desde el principio empezó a hacer aguas: "Siempre tenía que llamarla o mandarle mensajes para que me pagara, porque me ponía unas excusas increíbles". Aunque no le pidió nóminas, sabía que estaba trabajando en hostelería y, de hecho, según Amaya, un jefe suyo le estuvo pagando el alquiler durante cuatro meses. "Los únicos que estuve tranquila", apostilla.

En noviembre del año pasado dejó de pagar. "Al principio me dijo que eso era por la fianza y que se iba a marchar, pero nada", lamenta la propietaria, que incluso se presentó en Portugalete con sus hijas para hablar con ella. "Ni si quiera me atendió", recuerda. Así las cosas, no le quedó más remedio que presentar una denuncia, que aún hoy aguarda respuesta, ya que cualquier intento de diálogo es en balde: "Al principio, al menos me respondía a los mensajes, pero, claro, cuando le dices que está robando el pan de tus hijas, ya no quiere seguir hablando".

"No lo vuelvo a alquilar ni loca"

Desde entonces, la preocupación es constante. "A veces tienes que tomar una pastilla para conciliar el sueño, poque no puedes dejar de pensar en ello. O te levantas a las 5 de la mañana y empiezas a darle vueltas. Tienes que intentar manejar tu mente porque si no, te vuelves loca", dice en línea con el sufrimiento que padecen cientos de personas en su misma situación y que solo encuentran consuelo en la Plataforma de Afectados por la Ocupación.

Precisamente por eso, si algo tiene claro Amaya es que no volverá a alquilar su piso nunca más: "Han sido 19 años de lucha para poder mantener ese piso y dejarles algo a mis hijas, pero no quiero volver a pasar por eso otra vez, así que tengo muy claro que lo voy a vender. Lo compré por 160.000 euros y seguramente lo tenga que vender por 120.000… ¡Con todos los arreglos que le he ido haciendo! E imagínate lo duro que puede ser deshacerte de algo por lo que has luchado tanto, pero es que ya no puedo más. No lo vuelvo a alquilar ni loca".

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