
La modalidad de alquiler turístico surgió como alternativa a la oferta de la industria hotelera. Por una parte, los propietarios de vivienda encontraban un nuevo y rentable uso de sus propias viviendas; y por otro lado, los clientes hallaban una fórmula cómoda y más barata que los hoteles para poder viajar a distintos países o ciudades.
Además, la actividad de empresas como AirBNB, que explotan este modelo de negocio poniendo en comunicación a los oferentes de viviendas en régimen de alquiler turístico con los turistas, participan de esa tendencia de "uso compartido de las cosas (sharing), que tanto celebran los promotores de la agenda 2030 (recordemos, "no tendrás nada y serás feliz")".
Sin embargo, la tensión alcista de los precios del alquiler en grandes ciudades como Madrid, o en otras europeas, ha puesto esta modalidad de alquiler en la diana de aquellos gobiernos que sufren las quejas ciudadanas y buscan soluciones fáciles a problemas más complicados y que, en la mayoría de las ocasiones, han causado sus propias políticas.
La realidad es que la restricción de la oferta de alquiler está detrás de la subida de precios, y ésta, en el caso español, se produce fundamentalmente por dos motivos: el fenómeno de la okupación, que empuja a muchos propietarios a tener cerrada su vivienda cerrada en lugar de rentabilizarla en el mercado del alquiler (por miedo a la inquiokupación); y por la limitación de los precios, cuyo efecto directo es generar más escasez y subida de precios (cada nuevo contrato será mucho más caro que el anterior).
Sin embargo, los responsables políticos consideran que la culpa de las subidas de precios es precisamente el alquiler turístico, siendo una de sus obsesiones AairBNB, a quien culpan del encarecimiento del precio de la vivienda, o de la escasez de vivienda en régimen de alquiler tradicional.
Pues bien, en medio de este debate, AirBNB ha anunciado que su negocio en España en 2023 arrojó pingües beneficios. Un negocio valorado en 8.500 millones de euros, que generó una recaudación para el Estado de 3.600 millones de euros y que generó más de 130.000 empleos.
Siempre según los datos de la propia Airbnb, sus huéspedes gastaron el año pasado en los alojamientos de las 5.200 localidades españolas en las que está presente casi 3.100 millones de euros en restaurantes y bares (195 euros por húesped y viaje), lo que representa el 40% del gasto total de los viajeros. Los eventos y las actividades culturales representaron el 15%.
El 60% del empleo asociado a la actividad se concentra en los sectores de la restauración (en bares y restaurantes), comercios y tiendas locales, así como en ocio y eventos (especialmente arte y espectáculos: festivales).
Por cada 100 euros que un viajero desembolsa en una estancia anunciada en la plataforma Airbnb, los huéspedes se gastan 282 euros adicionales en otros bienes y servicios en la localidad o la zona donde se alojaron.
Los ingresos de los anfitriones y el gasto de los huéspedes en estos destinos han ayudado a sostener casi 130.000 empleos en todo el país, de los cuales el 60% se concentran en los sectores de la restauración (en bares y restaurantes), comercios y tiendas locales, así como en ocio y eventos (especialmente arte, y espectáculos: festivales).
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