
Netflix ha conquistado a la crítica con una nueva versión audiovisual de la novela El talento de Mr. Ripley. La novela de Patricia Highsmith vuelve a la pantalla, pero esta vez en blanco y negro y con Andrew Scott, Dakota Fanning y Johnny Flynn como protagonistas de una miniserie de ocho episodios. La mejor demostración del excelente trabajo que ha hecho Steven Zaillian a la hora de plantear esta nueva versión es una larga lista de nominaciones para los Premios Emmy, con hasta 13 menciones.
La nueva adaptación esta repleta de misterio e intriga, pero también deja algunas pinceladas económicas de interés para el observador más atento. No hay que olvidar que Tom Ripley es un ladrón de guante blanco que acaba suplantando la identidad de Dickie Greenleaf, un joven millonario estadounidense al que asesina en un pequeño bote marinero, tras una discusión frente a la costa de San Remo.
En la serie vemos que Ripley se dedicaba a falsificar cheques por valor de 30 dólares, que pueden parecernos poca cosa hasta que echamos mano de la calculadora de inflación y vemos que esas tres decenas de la divisa estadounidense valen ahora diez veces más en términos nominales. Su periplo como tramposo financiero llega pronto a su fin, puesto que los controles del banco son suficientes para acabar con la farsa, lo que nos recuerda que son las propias empresas las que tienen un incentivo para luchar contra el fraude y el crimen, más allá de las acciones que pueda emprender el Estado. De hecho, una de las firmas falsas que Ripley estampa en un cheque de la Banca della Reppublica acaba haciendo que salte la alarma, hasta el punto de que el Wendell Trust Co. de Estados Unidos acaba concluyendo que, en efecto, alguien se está haciendo pasar por Dickie Greenleaf. Por cierto: abrir una cuenta bancaria de alcance internacional requería entonces un depósito de 2,8 millones de liras, que hoy serían 45.000 dólares, lo que muestra hasta qué punto muchos de los servicios financieros que ahora disfrutamos a golpe de click eran antaño un lujo reservado a unos pocos.
Importancia de las marcas de lujo
Algunos de los bienes de lujo con los que se adorna el farsante Ripley para emular el estilo de vida del difundo Greenleaf están ligados a empresas que siguen en pie décadas después. Viste camisas de Brooks Brothers, brinda con Martini, hace sus negocios con American Express… He aquí una prueba de la importancia que tienen las marcas para los consumidores, en la medida en que sirven como sinónimo de un tipo de producto y una manera de entender un determinado negocio.
Cada vez que la serie nos transporta a Nueva York podemos ver el apogeo estético que vivió Estados Unidos en los años de gloria del capitalismo. Aquel Art Decó que tanto evocan algunos es hijo de periodos de alto crecimiento económico e impuestos decrecientes, como pone de manifiesto en último libro de Arthur Laffer, Los impuestos tienen consecuencias.
De igual modo, puesto que Greenleaf vive de las rentas de su padre, propietario de un astillero en Nueva York, la serie nos muestra el problema de la falta de propósito que pueden encontrar aquellas personas que heredan su patrimonio pero no se vuelcan en mantenerlo y expandirlo, sino en dilapidarlo. La víctima mortal de la serie finge ser "pintor" mientras se dedica a gastar el patrimonio familiar. Por momentos, dice sentirse como un "fraude". En última instancia, la obra nos invita a reflexionar sobre la importancia de darle un sentido productivo a la riqueza.
Recrear la historia de Patricia Highsmith más de sesenta años después de la época en que habría sucedido todo nos obliga asimismo a admirarnos ante la rapidez y la comodidad que nos brinda el mundo actual. Lo vemos en el transporte de la época, en los trámites bancarios en los que el protagonista suplanta a su víctima o incluso en las escenas en las que poseer como una nevera es sinónimo de lujo.
Consciente de que su riqueza solamente duraría hasta que alguien descubriese el engaño, Ripley se hace con algunos bienes que podrá disfrutar hasta que llegue el momento de revenderlos en el mercado negro, caso de un cuadro de Pablo Picasso. De igual modo, negocia los alquileres de distintos palacetes asegurándose una opción de compra, por si acaso un día alcanza la tranquilidad.
En resumen, muchos detalles que influyen en la trama principal pero, por encima de todo, otorgan al espectador distintas lecciones sobre la evolución de la economía, la cultura y la sociedad en Occidente.