Fundada en 1946 por Earl Tupper, la empresa Tupperware se convirtió en un icono del hogar estadounidense del siglo XX. Conocida por su modelo de ventas a domicilio, la compañía ayudó a las familias a conservar alimentos en tiempos de posguerra. Ahora, 78 años después, la multinacional estadounidense ha solicitado la protección del Capítulo 11 ante el Tribunal de Quiebras de Delaware, iniciando así un proceso de reestructuración para intentar salvarse de una crisis financiera que amenaza su existencia.
Suspensión de la cotización y desplome en la Bolsa
Antes de anunciar la solicitud de bancarrota, Tupperware sufrió un desplome del 57% en su cotización en la Bolsa de Nueva York, lo que llevó a la suspensión de sus acciones en el mercado de valores. Este colapso bursátil refleja la creciente incertidumbre sobre el futuro de la empresa, que enfrenta una montaña de deudas.
Activos versus deudas
A pesar de contar con activos valorados entre 500 y 1.000 millones de dólares, la deuda total de Tupperware se sitúa en una franja mucho más preocupante, entre 1.000 y 10.000 millones de dólares. La compañía había intentado renegociar parte de esta deuda, de alrededor de 700 millones de dólares, con sus acreedores, logrando algunas concesiones. Sin embargo, las condiciones macroeconómicas adversas agravaron su situación financiera.
Impacto del entorno económico
Laurie Ann Goldman, presidenta y consejera delegada de Tupperware, ha señalado que la caída en la demanda de productos de cocina, especialmente tras el auge de las comidas caseras durante la pandemia, junto con el incremento en los precios de las materias primas, fueron factores clave que llevaron a la quiebra. Estas dificultades afectaron gravemente las operaciones de la compañía, que ya venía mostrando señales de debilidad en los últimos años.
Medidas previas y advertencias
Durante los últimos años, Tupperware había implementado una serie de medidas drásticas para mantenerse a flote. Cerró su única fábrica en Estados Unidos, despidió a 150 empleados y renovó su equipo directivo con el objetivo de revitalizar el negocio. Sin embargo, estas acciones no lograron revertir el declive financiero, que ahora la empresa espera poder frenar a través de la reestructuración de su deuda. La solicitud de protección bajo el Capítulo 11 le otorga una oportunidad para reorganizarse y evitar la liquidación total. Sin embargo, el éxito de este proceso dependerá en gran medida de la capacidad de la empresa para adaptarse a las condiciones económicas actuales y gestionar su colosal deuda.