
¡Y qué informes! Estoy convencido de que cualquier cosa habría dado el presidente del Gobierno para poder atribuir el carácter de bulo al contenido de los informes de las más respetables agencias de calificación, conocidos al comienzo de la semana pasada.
Ambas entidades "Moody’s Investors Service" y "Standard & Poor’s Financial Services (S&P)", división de S&P Global Ratings, han dado a conocer su última revisión de 2024 sobre la economía española, según la cual se mantiene la calificación, sustancialmente, en el mismo nivel que hace seis años.
La calificación en el caso de S&P, se mantiene en A "estable", tal como estuvo ya en el año 2019, si bien empeoraba desde entonces la correspondiente al último año más favorable, 2018, que fue A "positiva". Peor calificación se obtiene en la opinión de Moody’s, que la sitúa en Baa1, nivel que viene manteniéndose desde hace seis años, es decir, todo el tiempo de gobierno del sanchismo. ¿Será casual? No, creo que no.
Rompen así, ambas Agencias, el optimismo gubernamental, concretado oficialmente en expresiones como, cohete, moto, avanza… y revisiones al alza del PIB y del empleo, formuladas, además de por el presidente, muy significativamente, por el ministro de Economía, por el nuevo gobernador del Banco de España y hasta por el Instituto Nacional de Estadística.
Los incondicionales del Gobierno, suponemos que siguiendo instrucciones del presidente, han optado por una actitud prudente. Dada la imposibilidad de desacreditar a las mencionadas agencias –habría sido una locura–, dada la locura, también, que habría supuesto calificar como bulo sus decisiones, han elegido el más significativo silencio global.
Si estamos acostumbrados a que cualquier valoración del presidente, de forma inmediata, se repita literalmente hasta la saciedad por todos los suyos, como un estribillo que incluso coincidiría en la entonación, también en este caso se ha repetido, con la misma fidelidad y ausencia de entonación, el sepulcral silencio de quienes estarían, por su cargo, obligados a analizar y comentar las calificaciones, asumiendo así el silencio del presidente del gobierno, renunciando a su responsabilidad.
La prudencia ha ido más lejos. Tampoco se ha producido que aquellos cargos de repetición, propagadores de los grandes éxitos económicos, políticos y sociales del gobierno –cuestión de disciplina, aunque contradiga la dignidad del ser– se hayan manifestado, tratando de minimizar la importancia de los datos publicitados por las dos agencias.
La cuestión es muy importante realmente, hasta el punto de que, si tuviéramos que acudir a los mercados para financiar la deuda –lo veremos en 2025– descubriríamos la dificultad, y aún consiguiéndolo, comprobaríamos el incremento de los intereses que resultarían aplicables.
La imagen de solvencia de España se ha deteriorado muy sensiblemente. ¿O es que el hecho de que los acreedores embarguen inmuebles propiedad del Estado español en el exterior, por laudos internacionales incumplidos, originados por deudas insatisfechas, no iban tener efectos adversos?
También la debilidad del Gobierno, su dependencia política y confrontación con las CC.AA. no pasan desapercibidas a la hora de valorar el riesgo, y esto, no se resuelve viajando. Viajar aleja del problema, sí, pero no lo resuelve.