Antonio Ortiz Medina parece un tipo optimista. Es una buena cualidad en cualquier caso, pero más aún para alguien que se ha especializado en un sector (la inteligencia artificial) que acumula algunas de las predicciones más catastrofistas que hemos escuchado en los últimos años.
Creador y director de estrategia de varios medios digitales, ahora se dedica al análisis y la divulgación de todo lo que tiene que ver con la IA. Desde su podcast, "Monos estocásticos", junto a Matías Zavía, y su web, error500.net, se ha convertido en una de las voces más conocidas de nuestro país en este campo. Por eso, esta semana, en Economía Para Quedarte Sin Amigos hemos invitado a Ortiz a hablar de hasta dónde llegara la tecnología (al menos en el futuro a corto plazo) y sobre si nuestros miedos a unos robots que se hacen con el control de nuestras vidas están justificados.
Nuria Richart y Domingo Soriano, los conductores de nuestro podcast de Economía más irreverente, no están muy convencidos de las posibilidades que ofrecen las nuevas máquinas. O, mejor dicho, están convencidos de que hay cosas que no les gustan, les dan miedo, les preocupan. ¿Está justificado ese miedo o es sólo la reacción típica del ser humano ante la novedad? Como cuando los agricultores del siglo XIX gritaban a los trenes que creían que arrasarían sus campos y contaminarían sus cosechas.
Ortiz cree que es evidente que tenemos muchos retos por delante, que no será fácil afrontarlos todos y que no hay respuestas para todas las preguntas que nos hacemos. Pero, al mismo tiempo, se muestra confiado en que la IA supondrá un enorme avance que mejorará nuestras vidas de formas que ni siquiera imaginamos (por ejemplo, en el campo de la salud). Eso sí, al mismo tiempo nos alerta sobre una realidad: "Los programas están diseñados para maximizar el tiempo de uso", para tenernos enganchados, un poco como las redes sociales, pero a lo bestia. Con una derivada importante, que el programador también tiene una manera de pensar que influirá en su criatura: "Va a haber mucha ideología codificada en la IA", nos advierte.
Por supuesto, otro interrogante es lo que pasará con las relaciones personales. O, más bien, las relaciones con los robots. Las interacciones con los bots artificiales son cada vez más realistas y a mucha gente le puede dar la sensación de que es más placentero hablar con uno de estos asistentes virtuales que con su vecino: "Los novios o amigos de IA tienen un punto a su favor: siempre están disponibles". Y siempre nos dan la razón. Una fortaleza en el corto plazo, que quizás luego juegue en su contra: porque no está claro que queramos que siempre nos digan que sí: "La IA es muy competente en lo suyo, en dar la siguiente frase en una conversación. Pero no comprende lo que dice. Los humanos tenemos voluntad de hacer algo". De hecho, por ahí podemos intuir la manera de descubrir al impostor: "Se puede distinguir a la IA del ser humano porque nosotros podemos desobedecer".