
Cada semana nuestro progresismo patrio nos deleita con meteduras de pata de todo tipo, ya sea en el ámbito político, social o económico. Una de las personas que más aparece en televisión y que más se encuadra dentro del ámbito de izquierdas es Afra Blanco, conocida principalmente por ser activista y sindicalista de UGT.
Dada su alta participación en todo tipo de programas televisivos, desde Espejo Público en Antena 3 hasta cualquier programa emitido en La Sexta (ya sea LaSexta Xplica, Al Rojo Vivo, el Intermedio o Más Vale Tarde), las meteduras de pata en materia económica son muy habituales. Como la del pasado lunes 16 de diciembre.
La activista Afra Blanco mantuvo un acalorado debate con el empresario Marcos De Quinto en el que intercambiaron sus opiniones sobre varios temas de la actualidad, como la reducción de la jornada laboral. En mitad de este debate, la sindicalista de UGT elevó el tono y acusó a De Quinto de pertenecer a aquellos empresarios para los que, según Blanco, todo seguiría igual que hace varios siglos.
Por gente como De Quinto (y gracias a organizaciones sindicales que les han combatido), según ella, "los niños jamás habrían abandonado las fábricas, se trabajaría de sol a sol, no habría vacaciones, ni descansos, ni seguridad en el trabajo, ni igualdad retributiva, etc. Ella misma publicaba este vídeo en su perfil personal de X (Twitter)".
Si fuera por ellos,
Las niñas y niños jamás habrían salido de las fábricas.
No se habría roto la dependencia económica. Se trabajaría de sol a sol. No existirían ni vacaciones, ni descanso, ni seguridad en el trabajo, ni igualdad retributiva...Ellos y sus predicciones. pic.twitter.com/Na9SkdWonE
— Afra BR (@AfraBlanco) December 17, 2024
Los sindicalistas roban la riqueza
La realidad es que, al margen de la actitud de Afra Blanco, la activista y sindicalista no puede estar más equivocada en sus análisis, ya que si se ha conseguido salir de toda situación de miseria en los países más desarrollados no ha sido gracias a los sindicatos, sino gracias a los empresarios y al capitalismo. No han sido los sindicatos los que han elevado tanto la productividad que podemos producir muchos más bienes y servicios con muchos menos recursos, sino que ha sido gracias a los empresarios y trabajadores.
Tampoco se han producido los grandes avances tecnológicos y científicos, que han permitido hacer la vida mucho más fácil a todo el mundo, gracias a los sindicatos, sino gracias a los empresarios que han sabido acumular capital y orientarlo hacia actividades que producen valor añadido y progreso. De hecho, los sindicatos estaban en contra del uso de máquinas durante la Revolución Industrial, llegando a asaltar fábricas y destruir maquinaria. Con lo cual, vemos que la labor del sindicalista no es la de producir riqueza, sino la de apropiarse de ella y repartirla.
Si no se hubiera producido un crecimiento tan rápido y gigantesco desde la Revolución Industrial no se podría haber logrado ninguno de los avances que tanto gustan a Afra, por mucho que se hubiera establecido a través de una ley. Es decir, no es que se acabe con el trabajo infantil porque se diga a través de una ley, sino porque se ha crecido tanto que deja de ser necesario el trabajo de niños para sostener a una familia, de manera que pueden ir al colegio.
Sin embargo, hay que aclarar que no todos los empresarios son así y que los hay (y ha habido) que están en contra de cualquier medida que favorezca la vida del trabajador (subida de sueldo, mayor descanso, etc.), aunque afortunadamente estos son una minoría en comparación con los otros. Lo que, si es cierto, por lo menos hasta ahora, es que el 100% de los sindicalistas no producen riqueza alguna, a diferencia de lo que sí hacen trabajadores y empresarios día a día.
En definitiva, si hoy en día podemos disfrutar de vacaciones pagadas, de descansos, de trabajar menos horas que hace 100 años, o de que se haya erradicado el trabajo infantil en los países más desarrollados no es gracias a la actividad parasitaria de sindicatos como CCOO o UGT al que Afra pertenece, sino justamente gracias a que tanto empresarios como trabajadores se unen para llevar a cabo una actividad en la que ganan mutuamente, permitiendo así el desarrollo de la sociedad. Si hubiéramos tenido que esperar a que fueran los sindicatos los que impulsaran este crecimiento todavía estaríamos en la Edad de Piedra.