Casi nadie confiaba en él. Unos porque no creían en el diagnóstico, otros porque pensaban que no se atrevería a ejecutar sus planes. En cualquier caso, cuando Javier Milei llegó a la Presidencia de Argentina, el sentimiento general era de enorme escepticismo.
En los primeros meses, además, las cifras no acompañaban. Es cierto que ya lo había avisado. Pero, incluso así, ver cómo se desplomaban la mayoría de los indicadores de actividad dejaba poco margen para el optimismo. Sólo el dato de inflación, que sí comenzó a bajar desde su llegada a la Casa Rosada, daba cierto margen a la esperanza.
Sin embargo, a partir del verano casi todo comenzó a cambiar. La mayoría de los índices se dio la vuelta. Y lo hizo con brusquedad. Si hoy miramos los datos económicos de Argentina en el último año, lo que más se repite es una V: caída en picado en el primer semestre y rápida recuperación en el segundo. Sigue habiendo mucho trabajo por hacer y los retos son enormes. Pero ahora sí hay mucho margen para ser optimista. ¿Obrará Milei el milagro de rescatar a un país moribundo tras cuatro décadas de peronismo?
Esta semana, en La Pizarra de Domingo Soriano, analizamos los grandes datos de la economía del país sudamericano: y certificamos que, a pesar de los agoreros, todo apunta en la buena dirección. Para hacerlo, nos apoyaremos en las cifras y los gráficos del Milei Reform Watch de la UFM que publica cada mes el profesor Daniel Fernández. ¿Argentina como referencia? Pues cada vez lo es más. El experimento Milei tiene la atención de medio mundo. Unos quieren que fracase y otros que triunfe. Mientras tanto, los argentinos sólo quieren volver a ser un país normal, que no sale en las noticias por quiebras, corralitos, corrupción o protestas callejeras. Es decir, un lugar próspero en el que la llegada de una nueva inversión desde el extranjero ni siquiera es noticia porque es lo normal.