
Deirdre McCloskey es profesora de la Universidad de Illinois en Chicago y miembro del Instituto Cato. Ha escrito veinticuatro libros y unos 400 artículos académicos y de divulgación, centrándose en el análisis de las ideas económicas a lo largo del tiempo. En castellano, la mejor síntesis de su obra es Por qué el liberalismo funciona (Deusto), mientras que en inglés destaca su trilogía de libros sobre los valores, la ética y la igualdad de la nueva sociedad burguesa que trajo consigo el capitalismo, resumida junto a Art Carden en el tratado recopilatorio Leave me alone and I’ll make you rich(2020). Considerada una de las voces más destacadas del liberalismo a nivel mundial, Libre Mercado se ha sentado a hablar con McCloskey durante su última visita a España, a donde acudió para impartir una charla en la Fundación Rafael del Pino.
P: ¿Cómo afecta el crecimiento de la población al desarrollo de una sociedad? A menudo se nos dice que es negativo, a pesar de que el mundo se ha enriquecido conforme ha aumentado el número de personas que viven en él.
R: Como decía Adam Smith, la división de trabajo se ve limitada por los límites del mercado. Una sociedad grande tiene más personas con las que es posible intercambiar bienes e ideas. Por eso, el crecimiento de la población que hemos vivido en el mundo moderno ha sido generalmente bueno para la mayoría de la gente. Un mundo con más población es un mundo que se enriquece, porque hay más ideas y el mercado expande su tamaño y su potencial. Conversando, comerciando y emprendiendo aprendemos los unos de los otros.
P: En sus libros habla asimismo sobre la manera en que el cambio de las actitudes sociales en relación con la riqueza y el emprendimiento fue un paso clave para consolidar un paradigma de crecimiento sostenido como el que hemos vivido desde hace doscientos años, al calor del capitalismo y la globalización.
R: Desde comienzos del siglo XIX, el crecimiento económico se disparó de manera impresionante, primero en Occidente y luego en el resto del mundo. Aunque algunos críticos argumentan que el crecimiento económico no garantiza felicidad, yo diría que no se puede negar que hoy tenemos mejor educación, mejor atención sanitaria y un nivel de vida mucho más alto. Por tanto, ese cambio en actitudes sociales fue vital para que se asentase un modelo económico que nos enriquece y nos lleva a un mundo con más bienestar. Esas ideas empiezan a cobrar fuerza en el siglo XVIII. Con el liberalismo llegó una nueva lógica basada en la igualdad ante la ley y la libertad política y económica. Si abogamos por la dignidad humana y por la autonomía individual, si no envidiamos a los demás e incluso aplaudimos el éxito ajeno, si disfrutamos o toleramos las diferencias y la diversidad… entonces ganamos todos.
P: ¿Qué significa la igualdad según el liberalismo?
R: Igualdad de derechos es lo mismo que igualdad ante la ley, pero no equivale a igualdad de oportunidades, porque eso es imposible. Lo importante es la igualdad de participar en la carrera, independientemente de dónde empecemos o dónde terminemos. En esa igualdad encontramos la libertad de hacer lo que queremos e intentar llegar lo más lejos posible, dentro de nuestras capacidades. Eso nos conduce a una sociedad más responsable y con mayores niveles de felicidad y satisfacción. Son los valores, la ética y la igualdad burguesa que asentaron la prosperidad de la era liberal.
P: ¿Qué opina sobre la cultura de la cancelación?
R: La cancelación siempre ha existido. Hoy, la censura proviene predominantemente de la izquierda. Es un fenómeno preocupante, que refleja una intolerancia hacia la diversidad de ideas. Que se anulen charlas o se prohíban discursos es algo inaceptable, pero en muchas universidades de élite ha pasado eso mismo y por eso su prestigio ha quedado manchado y su estatus se ha empezado a ver cuestionado.
P: ¿Qué opina de las preocupaciones por la superpoblación? Se habla mucho de ello y, sin embargo, parecería que el problema es otro, puesto que la fertilidad está cayendo con fuerza a nivel mundial.
R: Quienes abogan por el decrecimiento porque creen que el Planeta va a explotar están desactualizados científicamente. El crecimiento de la población es positivo y la historia lo ha demostrado. De igual modo, aunque una población menguante no será desastrosa, sí acarrea problemas y reduce nuestro potencial de progreso. La obsesión con este tipo de discursos basados en el pensamiento de suma cero es un error común que lamentablemente sigue estando arraigado en la mente de muchos seres humanos.
P: Hoy es una de las máximas referentes del liberalismo, pero antaño era una pensadora vinculada a la izquierda. ¿Qué le hizo cambiar de perspectiva sobre el mercado?
R: Antes, como marxista, pensaba que el gobierno debía redistribuir la renta. Luego entendí que el mercado es el sistema más altruista. A través del intercambio, todos salimos ganando, y cada año surgen miles de nuevos productos en el mercado. En el caso de Estados Unidos, en un ejercicio normal se lanzan 30.000 bienes distintos. Muchos no van a ningún lado y los inversores y empresarios que tratan de impulsarlos pueden arruinarse en el intento. Pero el mercado hace que prevalezcan aquellos productos, bienes o servicios que dan un mejor servicio a la sociedad. Ese intercambio hace que todos seamos más ricos, que todos trabajemos para mejorarnos de forma mutua y recíproca incluso sin conocernos. Te sacrificas, trabajas duro y sales adelante. Ese es el paradigma que más riqueza ha generado para la población a lo largo de la historia. Según el Banco Mundial, la renta mundial ha crecido al 2% anual en los últimos 150 años. Si evitamos guerras y frenamos los excesos regulatorios, en cien años podríamos tener una renta per cápita ocho veces mayor que la actual, de modo que el ciudadano medio sería tan rico como un suizo hoy en día. Merece la pena preservar ese paradigma, porque es indudablemente superior a cualquier otro. Y a las generaciones futuras les diría que abandonen el temor al futuro, porque abrazar esas ideas no solamente supone asumir una visión distorsionada del pasado y el presente, sino que puede llevarnos a aceptar ideologías coercitivas, como el fascismo o el comunismo.
P: Ha viajado a Argentina para vivir en primera persona el "fenómeno Milei". ¿Qué le parece todo lo que está pasando en el país del Cono Sur?
R: Argentina ha estado atrapada en un sistema absurdo durante décadas. Por ochenta años, la norma ha sido el peronismo, que no deja de ser una forma de socialismo. Se cobra cada vez más impuestos a quienes producen y se fomenta un modelo en el que cada vez más personas viven de la subvención. Es absurdo pensar que algo así pueda funcionar y, sin embargo, los argentinos lo han intentado durante buena parte del último siglo. Ahora, Javier Milei está diciendo algo muy distinto. Lleva apenas un año en la presidencia, ¡por favor, vamos a vamos a dejar que respire, vamos a darle una oportunidad!