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Echan a un científico por negarse a volar de Papúa Guinea a Alemania para no contaminar y acaban indemnizándolo

El investigador quería volver a su puesto de trabajo sin apenas volar. Acabó despedido y ahora celebra su victoria.

El investigador quería volver a su puesto de trabajo sin apenas volar. Acabó despedido y ahora celebra su victoria.
El activista en Yakarta en uno de los autobuses que usó durante su viaje. | Gianluca Grimalda

El científico Gianluca Grimalda acaparó algunos titulares hace un año cuando denunció su despido del Instituto de Kiel para la Economía Mundial (Alemania), achacándolo a su afición al slow traveling: el investigador perdió su empleo, según denunció, por negarse a volver de Papúa Nueva Guinea a su lugar de trabajo en avión para no generar emisiones.

Grimalda ya había viajado al archipiélago apenas sin volar, en un viaje de 35 días que narró con detalle a través de las redes sociales e incluyó cinco trenes, nueve autobuses, dos ferris, dos taxis, un coche compartido, una comitiva policial y dos vuelos cuando no tuvo otra opción.

Sin embargo, para la vuelta el instituto le pidió que tomara un avión tras no llegar en la fecha prevista. Cuando se negó aduciendo que se estaba retrasando por problemas con los visados, amenazas e incluso actividad volcánica en puntos de su recorrido de 39.000 kilómetros, fue despedido.

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Ahora, el científico ha anunciado que la institución ha aceptado indemnizarlo por despido improcedente después de que Grimalda llevara al think tank ante el tribunal regional de Kiel. Tras un año de litigio, el instituto habría terminado pactando una indemnización de la que Grimalda no especifica la cuantía por "un acuerdo de confidencialidad" en el que se establece como motivo de la ruptura del contrato la "incompatibilidad ideológica entre las partes". Grimalda afirma que va a donar 75.000 euros del total de la indemnización a causas climáticas.

En su día, el investigador alegó que no se arrepentía, que tenía un "compromiso moral con esta forma de viajar" y que se sentía "en paz consigo mismo sabiendo que había hecho algo absolutamente correcto". Desde la institución explicaron al New York Times que no comentarían el despido pero que llevaban mucho tiempo apoyando causas climáticas y no tenían problemas, "por lo general", con el slow traveling, que habían tolerado a Grimalda hasta ese momento.

Ahora, el activista celebra este inquietante precedente: "Estoy triste y feliz al mismo tiempo. Triste porque perdí un trabajo que me encantaba y feliz porque el tribunal ha reconocido implícitamente la imposibilidad de despedir a un empleado por negarse a coger un avión". El científico, que dice que confía en que su caso "inspire a más empleados", admite sus actuales problemas para encontrar trabajo: "Quiero continuar con mis investigaciones (relativas a la adaptación de la población de Papúa Nueva Guinea al cambio climático) pese a que mis solicitudes de empleo no han tenido éxito".

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