Aunque el Gobierno presume a cada momento de sus presuntos éxitos en el terreno económico, las cifras reales y su evolución a lo largo de los últimos años nos hablan de una situación preocupante que no deja de empeorar. En este contexto, la asfixia de las empresas y autónomos por las regulaciones y subidas impositivas decretadas por el Gobierno es uno de los factores más lesivos para el desarrollo de nuestra economía, cada vez más dependiente del crecimiento artificial financiado con la barra libre del BCE.
Los costes laborales son, a estos efectos, una de las mayores lacras que soportan los agentes productivos. No se trata ya solamente de aumentos generalizados del Salario Mínimo Interprofesional sin atender a las peculiaridades de las empresas y los distintos sectores, sino del aumento incesante de las cotizaciones sociales y de una legislación laboral esclerotizada y tremendamente enrevesada que impide la libre interacción entre trabajadores y empresarios. Tan solo las trampas metodológicas del Gobierno como la de los fijos discontinuos impiden ver la situación real del desempleo en España, que en el caso de los jóvenes duplica largamente la media de la Unión Europea.
Es imperativo mejorar la productividad y la competitividad de la economía española si queremos fundar nuestro futuro en un crecimiento sano. Para ello resulta imprescindible eliminar los obstáculos a los que se enfrentan los generadores de riqueza y prosperidad, disminuir el gasto público, rebajar sensiblemente los impuestos y eliminar las trabas burocráticas que impiden la creación y el desarrollo de proyectos empresariales. Generar confianza y poner fin a la actual inseguridad jurídica, que llega a extremos disparatados en sectores tan importantes como el inmobiliario, son otros dos requisitos imprescindibles si queremos contar con un sistema productivo dinámico, capaz de generar un crecimiento económico real a medio y largo plazo.
Una economía sana precisa de recetas diametralmente opuestas a las que ha puesto en marcha el Gobierno social-comunista. El intervencionismo de Sánchez y la ineptitud de sus ministros del área económica están provocando fuertes desajustes de fondo que, con toda seguridad, estallarán en cuanto aparezca una crisis global. Pero Pedro Sánchez replica los errores de Zapatero y los magnifica, aprovechándose de una bonanza económica relativa que no proviene del recetario socialista aplicado por su antecesor, sino de la mejora experimentada tras su salida del poder dejando el país arruinado y a un paso de ser intervenido desde el exterior.