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De amiga a inquiokupa: le alquila su casa por pena y la que termina en la calle es ella

Jacqueline asegura que su ya examiga gana más de 3.000 euros y sospecha que incluso realquila una habitación.

Jacqueline asegura que su ya examiga gana más de 3.000 euros y sospecha que incluso realquila una habitación.
Sin empleo y sin casa, Jacqueline vive de la caridad de sus amigas | LM

La Plataforma de Afectados por la Ocupación protagonizaba el pasado miércoles una cacerolada en la calle López de Hoyos de Madrid para presionar a la inquiokupa que desde hace meses se niega a abandonar el local reconvertido en vivienda que su amiga Jacqueline le alquiló con toda su buena fe. Lo hizo para ayudarla, puesto que, con un hijo adolescente y un bebé, nadie se arriesgaba a confiarle su piso, máxime porque, según denuncia la propietaria, sus únicos ingresos en estos momentos son en "b".

Mientras tanto, ella se fue a Londres a buscar trabajo y completar sus estudios. Ahora, de nuevo en España y sin empleo, Jacqueline trata de recuperar su hogar. Sin embargo, la que antaño decía ser su amiga se niega a marcharse, sabedora de que el decreto antidesahucios del Gobierno la ampara por ser madre soltera.

Lo más sangrante de toda esta historia es que ni lo es, porque, según la propietaria, la niña tiene un padre reconocido, ni tampoco puede considerarse vulnerable. "El problema es que dejó su trabajo y ahora se dedica a hacer promociones para bebidas alcohólicas en fiestas nocturnas, pero gana más de 3.000 euros y, además, su novio tiene una empresa de reformas justo al lado de mi casa", denuncia Jacqueline que, por si fuera poco, está convencida de que realquila una de las habitaciones.

"Tardé en darme cuenta, pero el problema es que ella lo único que busca es vivir de las ayudas. Por eso únicamente le puso al bebé sus apellidos y por eso quería empadronar a su otro hijo adolescente que trajo de Paraguay con ella, porque tiene epilepsia y así podía solicitar una paga", lamenta.

En esta situación, Jacqueline vive de la "caridad" de sus amigas y sufre para llegar a fin de mes, porque, aunque su inquiokupa no le pague, ella tiene que seguir haciendo frente a la hipoteca y a los suministros; una situación que le ha provocado ansiedad y depresión, hasta el punto de llevar meses medicándose. "Y en Servicios Sociales me dicen que lo único que me pueden ofrecer es una plaza en un albergue, porque soy propietaria… ¿Propietaria de qué? —se pregunta indignada—. Propietaria de una casa que por mucho que sea mía, no me dejan disfrutar".

De amiga a inquiokupa

Su historia se remonta a 2021. Por aquel entonces, Jacqueline se había comprado un local que reformó para poder utilizarlo como vivienda. Sin embargo, se quedó en paro y decidió irse a Londres a buscar trabajo mientras terminaba otros estudios, así que cuando su amiga le dijo que necesitaba un piso para intentar traerse a su hijo de Paraguay, no lo dudó ni un momento. "Mi madre es peruana y también lo pasó muy mal para encontrar un alquiler aquí con dos hijos, incluso una vez tuvimos que dormir en un parque cuando éramos pequeños y yo la he visto pasarlo muy mal —recuerda—, así que le ofrecí mi casa".

Los tres primeros años vivió allí junto a otra amiga: "Tenía que estar siempre detrás de ella para que me pagara, pero me iba pagando, hasta que en 2024 me dijo que necesitaba buscarse otro piso en el que poder empadronarse —en el suyo, al ser oficialmente un local, no podía—, porque quería acceder a unas ayudas para su hijo mayor, que tiene epilepsia". Jacqueline decidió entonces volver a España e incluso empezó a traerse sus cosas. Sin embargo, nada salió como esperaba.

"No encontraba nada, porque toda su familia trabaja en ‘b’ y, claro, tienen dinero, pero no pueden demostrarlo, así que en agosto me suplicó que la dejara quedarse y como, a priori, yo lo tenía más fácil porque podía buscarme un trabajo y otro piso, pues le dije que podía quedarse un año más", explica. El problema es que ni ella ha encontrado nada, ni su amiga le está pagando una renta que necesita para pagar la hipoteca y sobrevivir.

"A los dos meses dejó de pagarme y yo no sabía nada del decreto antidesahucios, pero, como ella tuvo un bebé y le puso sus apellidos como si fuera madre soltera, la ley la protege a ella —denuncia indignada—. Y esa niña tiene un padre que, además, tiene una empresa de reformas justo al lado de mi casa, pero eso ya da igual".

¿Quién es la vulnerable?

Desesperada, la propia Jacqueline ha acudido a los Servicios Sociales a pedir ayuda, puesto que ahora mismo ella también se considera vulnerable. Sin embargo, la respuesta no ha sido la esperada: "No me pueden ofrecer una vivienda social, porque teóricamente yo tengo una propiedad. Da igual que la tenga okupada y no pueda disponer de ella. Lo único que me ofrecen es dormir en un albergue y acudir a un comedor social".

La situación, sin embargo, no solo le está pasando factura a nivel económico. "Yo ahora mismo estoy en casa de una amiga, porque no tengo casa, no tengo trabajo y tengo las deudas que se van acumulando, porque tengo que seguir pagando la hipoteca, la luz, el agua, la Comunidad, el IBI, el impuesto de recogida de basuras… Pero, además, estoy deprimida, con ataques de ansiedad, urticaria, manchas en la piel… Cosas que yo nunca había tenido y que deben ser del estrés, porque jamás había sentido que no podía respirar o que no podía hablar, y así estoy ahora mismo", dice con la voz entrecortada.

Mientras tanto, su amiga inquiokupa no solo la insulta cuando osa acercarse a su casa para hacerle entrar en razón, sino que, además, sospecha que está realquilando una habitación: "El otro día estaba allí y salió una chica con un taxi y un montón de maletas que, por las etiquetas que llevaban, venía del aeropuerto. Me preguntó si la conocía y le dije que estaba okupando mi casa, pero entonces ella le dijo que entrara y que podía meter a quien quisiera y yo no podía hacer nada".

Un mensaje al Gobierno

Con todo, Jacqueline trata ahora de hacer presión con la ayuda de la Plataforma de Afectados por la Ocupación, que el pasado miércoles organizó una cacerolada en la puerta de su casa. Sin embargo, de momento, no parece haber surtido efecto. Por eso, alza la voz para enviar dos mensajes. El primero, a su antes amiga y ahora inquiokupa: "No se puede ir por la vida haciendo daño y engañando a la gente que te está ofreciendo su mano, porque la vida todo te lo devuelve".

El segundo, y más importante, al Gobierno: "Están amparando a la gente que comete un delito, y a las personas que se han esforzado mucho para, honradamente, poder conseguir algo y hacer las cosas bien, nos convierten en vulnerables, porque yo tengo una vivienda y tengo que vivir de la caridad, mientras esta persona que se aprovecha de esta ley para quedarse en mi casa, está viviendo a mi costa".

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