La semana pasada, en la presentación de resultados de Iberdrola, su presidente, Ignacio Sánchez Galán, lanzó algunos mensajes extraordinariamente importantes para entender la situación que vive nuestro país desde el punto de vista energético.
Los titulares de todos los periódicos se lo llevó su advertencia sobre la necesidad de que España prolongue la vida útil de sus centrales y de que, en este sentido, el Gobierno decida reducir la excesiva carga fiscal con la que han cargado a estas instalaciones, donde los impuestos a la producción de energía nuclear se ha disparado un 57% desde que Sánchez Gobierna, ahogando a las eléctricas con nucleares en propiedad.
Sin embargo, este mensaje no llegó sólo. Ignacio Sánchez Galán también advirtió de que en España y en Europa la fiscalidad ha convertido la energía en un producto carísimo, "a diferencia de lo que sucede por ejemplo en EEUU". Es decir, que la legislación comunitaria y específica de España han lastrado las facturas de la luz de los ciudadanos españoles con cerca de un 30% de impuestos.
Si nos fijamos en el coste energético para empresas, el consumo de energía para la industria electrointensiva en España ya es 2 o 3 veces el coste de la energía en Francia y 1,3 veces el coste de la energía en Alemania.
Resulta que en España nuestras empresas tienen que hacer frente a unos costes por los servicios de ajuste del sistema que no se contemplan en Francia o Alemania, lo que amplía la brecha en más de 12 euros por megawatio hora. Esto para la industria electrointensiva. Para los consumidores según la OCU, la factura de la luz se va a encarecer un 13% en 2025.
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