
El tsunami intervencionista de la regulación sigue acrecentándose en España. Esta semana ha trascendido que la Comunidad Autónoma de Cantabria acaba de firmar un "acuerdo" con el que pretende "implantar un protocolo detallado para introducir flores y plantas en espacios sanitarios". El gobierno de la popular María José Sáenz de Buruaga ha anunciado este desarrollo a bombo y platillo, con un comunicado conjunto emitido por varios departamentos de su Administración.
Así, son las Direcciones Generales de Salud Pública y de Comercio y Consumo las instancias del gabinete autonómico que han acordado esta nueva regulación de la mano de la Asociación Cántabra de Empresas Floristas (ACEF). El acuerdo en cuestión establece exigencias específicas, incluyendo la "trazabilidad obligatoria con etiquetado", distintos "requisitos fitosanitarios estrictos" y un "uso exclusivo de envoltorios impermeables que eviten la pérdida de tierra".
Además, la normativa que va a desarrollar el gobierno cántabro "limita el tamaño de los arreglos florales", con el objetivo declarado de que estos detalles tan simbólicos en momentos de dificultades "no afecten a la convivencia en los centros sanitarios". Asimismo, "se establece una permanencia máxima de las flores, plantas o arreglos sin ser regados, con un tope de cuatro días".
Entre las medidas más llamativas de la nueva normativa figura también la obligación de que los clientes "informen a la floristería si el destinatario se encuentra en un área restringida por la Ley de Protección de Datos". Esto obligará a las floristerías a realizar funciones de vigilancia casi administrativas de los envíos realizados.
En el comunicado remitido a los medios, el gobierno de Cantabria presenta a la región como "pionera" en esta "autorregulación exigente", afirmando que "servirá de ejemplo para otras comunidades autónomas". Sin embargo, esta normativa bien parece reflejar la tendencia a regular en exceso la vida social y económica de las familias y las empresas, convirtiendo un simple gesto de cortesía y afecto en un procedimiento burocrático, con consecuencias para el comercio y para los ciudadanos que solamente pretenden aliviar o alegrar un mal momento de salud con flores.