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¿Cambio de paradigma?

Seguramente, los que no creen en la libertad, que son muchos, estarán brindando, por ¡larga vida al presidente Trump!

Seguramente, los que no creen en la libertad, que son muchos, estarán brindando, por ¡larga vida al presidente Trump!
Donald Trump. | Europa Press

Lo que estamos viviendo en occidente, no es cosa menor. Quizá la responsabilidad es de todos, por haber confiado demasiado en el paradigma que habíamos asumido, suponiendo que su imagen más representativa se concretaba en los Estados Unidos: avances técnicos, bienestar económico y, sobre todo, libertad.

¿Qué queda hoy de aquello? ¿Era, simplemente, una ficción? ¿Puede, una imagen real, cambiar tanto en apenas setenta días? ¿Por qué mantenerse fieles al preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos, aun no siendo americanos?

Aquel texto merece consideración. Su versión, en español, dice: "Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, con el fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad interna, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posteridad, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estado Unidos de América…". Texto de 1787, ratificado en 1788, y vigente desde 1789.

Claramente, la soberanía pertenece y reside directamente en el pueblo, de ahí su tajante comienzo: "Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos", por lo que el Gobierno existe para servir a sus ciudadanos, en la consecución de los fines que se describen a continuación. No soy constitucionalista, por lo que mi opinión queda sometida a mejor criterio, pero la imagen de muchos, sobre los EE. UU. venía avalada por aquel Preámbulo.

Tras los discursos y medidas recientes del presidente Trump, las manifestaciones del pueblo, al menos una parte de aquellos "Nosotros…" no se han hecho esperar.

¿Cómo ve el americano medio que todo lo que sentía como propio, está siendo cuestionado, si me apuran, por su propio presidente? ¿Y los occidentales en general que, sin servilismos, pensábamos que era un modelo para imitar?

La política arancelaria, difundida por el presidente Trump, como parte de su política fiscal, aún por desvelar, nos transmite un país de escasa productividad, nada que ver con lo imaginado para un país líder en avances tecnológicos y, consecuentemente, de alta productividad.

Las tarifas arancelarias, además de proporcionar ingresos al Sector Público, como cualquier impuesto, tienen un objetivo específico: proteger la industria, la agricultura y los servicios –o, dicho más claramente, proteger la propia ineficiencia–, frente a la mayor eficiencia del exterior.

Históricamente, los aranceles se asociaron generalmente con países de nueva industrialización que, durante su despegue, y siempre temporalmente, se han utilizado para encarecer artificialmente los productos del exterior, hasta conseguir mayores niveles de productividad en los sectores nacionales.

¿Es Estados Unidos ese tipo de país, con ese nivel productivo naíf, que precisa protegerse con impuestos frente a países más eficientes? Nunca lo hubiéramos creído.

Además ¿qué decir de la libertad de comercio, mancillada por un país, otrora adalid de la libertad, y que muchos teníamos como ejemplo para seguir?

Todo ello, sin omitir el daño que tales medidas tienen para un mundo autoproclamado libre, y los efectos adversos que pueden derivarse sobre aquellos otros, política y económicamente, más precarios.

Seguramente, los que no creen en la libertad, que son muchos, estarán brindando, por ¡larga vida al presidente Trump!

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