Vargas Llosa será eterno por su obra literaria. Pero también por la dedicación de su vida a la defensa de las ideas de la libertad.
Aunque en su juventud simpatizó con el marxismo, especialmente tras su entusiasmo por la Revolución Cubana, pronto se desencantó del autoritarismo del régimen castrista. Esta ruptura marcó un giro ideológico clave en su vida, llevándolo hacia el pensamiento liberal clásico.
A lo largo de su carrera, Vargas Llosa ha defendido la democracia, el Estado de derecho, la economía de mercado y la libertad de expresión como pilares esenciales del progreso social. Esta visión se refleja tanto en sus ensayos como en su obra narrativa, donde suele criticar el autoritarismo, el populismo y la corrupción política en América Latina.
Su compromiso político se expresó de forma más directa cuando se presentó como candidato presidencial en Perú en 1990, representando una plataforma liberal contra el avance del intervencionismo estatal. Aunque fue derrotado por Alberto Fujimori, su campaña dejó una huella significativa en el debate público peruano.
Vargas Llosa ha utilizado constantemente su prestigio internacional —consolidado con el Premio Nobel de Literatura en 2010— para defender la libertad en escenarios globales, pronunciándose contra dictaduras tanto de izquierda como de derecha. Su pensamiento liberal se basa en el respeto por el individuo, la tolerancia y el rechazo a toda forma de dogmatismo.
A través de su obra y su activismo, Vargas Llosa ha promovido una visión del liberalismo como una filosofía humanista, profundamente comprometida con la dignidad de la persona y la lucha contra toda forma de opresión.
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