¿Por qué será que, en nuestra lengua, tengamos tantas expresiones que avalan positivamente el título de hoy? Recordemos, entre ellas: la ocasión la pintan calva; la ocasión hay que crearla, no esperar que llegue; la ocasión es como el hierro, se ha de machacar caliente; las ocasiones son como los amaneceres, si uno espera demasiado, se los pierde…
Siendo todo ello cierto, añadiríamos que, cualquier oportunidad para aprovechar una ocasión, debe estar subordinada a que no se infrinja el orden establecido, así como, que no se alteren las relaciones de convivencia entre las personas; especialmente, las referidas a la exigencia de igual de oportunidades, y el rechazo a la marginación por causa alguna.
Así, cuando se habla, del aprovechamiento de una oportunidad, cualquiera que ésta fuere, se entiende que la misma está abierta a todos los ciudadanos, y que nadie debe estar privilegiado para su conocimiento, ni tampoco para su aprovechamiento.
Por ello, cualquier actitud que pretenda ocultar, de propósito, la existencia o simple probabilidad de la ocasión, debe estar censurada y prohibida. Es más, todos los posibles interesados en su aprovechamiento, deben estar en igualdad real de oportunidades para su conocimiento y, caso de resultar de su interés, todos tengan la igualdad real también para aprovecharla.
Un principio tan básico, y tan esencial en una democracia, puede no estar garantizado cuando se encuentran excusas para darle fiel cumplimiento. Para un ciudadano de a pie, como es mi caso, causa escándalo alguna información que ha llegado a nuestras manos hace tan sólo una semana.
Al parecer, la Intervención General de la Administración del Estado ha lanzado una alerta, al considerar, tras una auditoría de dicha IGAE, que el Ministerio de Defensa "no se ajusta a lo prescrito en la normativa", exigible a los contratos del Estado.
La mencionada alerta, siendo grave, lo es más cuando, por parte de la Unión Europea, se insiste a los Estados miembros, sobre la necesidad de controlar la contratación pública, a fin de evitar casos de corrupción, y de aumentar la credibilidad imprescindible de las instituciones europeas y las de sus Estados miembros.
Aunque, aceptando no ser políticamente correcto, y mirando a nuestro alrededor, no tenemos otra alternativa que concluir, de buena fe que, ante la conducta más generalizada de los humanos, cualquier ocasión para adaptar/manipular la norma favoreciendo los intereses personales, puede, peligrosamente, ser aprovechada, precisamente, por quienes tienen la responsabilidad de asegurar su cumplimiento.
Las excusas serán variadas y, hasta los más inocentes avalarán las conductas corruptas, refugiándose en los motivos esgrimidos para su incumplimiento. Otros, nunca dispensarán que una urgencia – como el incremento urgente de los gastos de Defensa – justifique las adjudicaciones discrecionales – a dedo –, tanto como para que, el Ministerio de Defensa, según las informaciones, tenga pendiente de justificación el 95% de los contratos, acordados sin publicidad.
Ni la urgencia, ni el secretismo estratégico de algunas transacciones públicas, pueden ser una ocasión – un negocio – para quienes pretenden aprovecharse, sin escrúpulos, de la gestión pública. La coherencia entre política – planificación (?) – contractual y partidas presupuestarias, es requisito para la buena administración.